“Animo a todos aquellos que de diferentes maneras ayudan a los menores esclavizados y abusados a liberarse de tal opresión. Deseo que los que tienen responsabilidad de gobierno combatan con decisión esta plaga”: lo afirmaba el Papa Francisco el 8 de febrero de 2017 durante la Audiencia General en el Aula Pablo VI, en el día en que la Iglesia celebra a santa Josefina Bakhita, también ella victima de la trata
Trata y explotación que cobra cada vez más víctimas menores de edad. Entre los más expuestos se encuentran los menores extranjeros no acompañados, con un número creciente de adolescentes nigerianas siempre más pequeñas obligadas a prostituirse, de niños bengalíes explotados en el trabajo negro, y miles de menores “en tránsito” bloqueados en las ciudades o en las fronteras, sin acceso a la recolocación en Europa.
El fenómeno de la trata y la explotación de menores en el mundo es por su naturaleza ampliamente oculto, pero los datos disponibles sobre los casos emergidos en 106 países indican claramente una proporción alarmante. En efecto, de 63.251 casos relevados a nivel global, 17.710 (1 de cada 4) conciernen a niños o adolescentes, con una amplia prevalencia femenina y los menores representan el segundo grupo más numeroso entre las víctimas de la trata, después de las mujeres.
Son principalmente los niños quienes más sufren las graves consecuencias de la emigración, casi siempre causada por la violencia, la miseria y las condiciones ambientales, factores a los que hay que añadir la globalización en sus aspectos negativos
El fenómeno está bien radicado también en los países de la Unión Europea, donde en el 2016, en base a los datos relevados entre el 2013 y 2014, resultan por lo menos 15.846 víctimas demostradas o presuntas, de las cuales las mujeres representa el 76 por ciento y los menores el 15, mientras que las formas de explotación principal emergidas son la prostitución forzada (67%) y la explotación laboral (21%) sobre todo en ámbito agrícola, manufacturero, de la construcción, en los servicios domésticos y en la restauración.
En Italia, en todo el 2016, han sido 1.172 las víctimas de trata efectivamente censadas e incluidas en programas de protección de las cuales 954 mujeres y 111 niños y adolescentes, en su mayoría de género femenino. La mayor parte de las víctimas de menos de 18 años son sobre todo de nacionalidad nigeriana y rumana. La explotación sexual representa casi la mayoría de los casos, un 50%, con una evolución lamentablemente creciente.
La cantidad de menores extranjeros no acompañados llegados vía mar a Italia, duplicado en el 2016 respecto al año precedente y crecido ulteriormente en los primeros meses del 2017, se confirma como uno de los grupos de niños y adolescentes mayormente expuestos a las diversas formas de trata y explotación en Italia.
A ellos, a los menores extranjeros, el Papa dedica la 103ª Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado, celebrada el 15 de enero de 2017, con un mensaje titulado “Emigrantes menores de edad, vulnerables y sin voz”:
“Son principalmente los niños quienes más sufren las graves consecuencias de la emigración, casi siempre causada por la violencia, la miseria y las condiciones ambientales, factores a los que hay que añadir la globalización en sus aspectos negativos”, denuncia el Papa. “La carrera desenfrenada hacia un enriquecimiento rápido y fácil lleva consigo también el aumento de plagas monstruosas como el tráfico de niños, la explotación y el abuso de menores y, en general, la privación de los derechos propios de la niñez”.
Francisco insta a todos a hacerse cargo de los niños, que se encuentran desprotegidos por tres motivos: “porque son menores, extranjeros e indefensos; por diversas razones, son forzados a vivir lejos de su tierra natal y separados del afecto de su familia”.
Asomado a la ventana del Palacio Apostólico, el mismo 15 de enero 2017, el Papa habló de los pequeños inmigrantes sin voz:
“Estos pequeños hermanos no acompañados están expuestos a tantos peligros. ¡Y son muchos!”, exclamó el Pontífice. “Es necesario adoptar toda medida posible para garantizar a los menores migrantes la protección y la defensa, como también su integración”.
“Cuántas veces en la Biblia – dijo después el Santo Padre – el Señor nos ha pedido acoger a migrantes y forasteros, recordándonos que también nosotros somos forasteros”.
Autor: María Cecilia Mutual