LA VIDA

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Uno de los editoriales más sorprendentes, y quizá más cínicos, de la prensa nacional lo publicó hace poco (30-XII-2004) El País. Se titulaba «Aborto no deseado» y describía la triste situación de las jovencitas que, después de lo que ha solido llamarse un desliz, se negaban a mantener en su seno al hijo así engendrado y lo sacrificaban a manos de unos profesionales que, traidores al juramento de Hipócrates, se lucran con la muerte de esos seres indefensos…

Por Carlos Robles Piquer
Alfa y Omega

03/03/2005

Uno de los editoriales más sorprendentes, y quizá más cínicos, de la prensa nacional lo publicó hace poco (30-XII-2004) El País. Se titulaba «Aborto no deseado» y describía la triste situación de las jovencitas que, después de lo que ha solido llamarse un desliz, se negaban a mantener en su seno al hijo así engendrado y lo sacrificaban a manos de unos profesionales que, traidores al juramento de Hipócrates, se lucran con la muerte de esos seres indefensos. El rótulo entrecomillado expresa una falsedad; porque no estamos ante abortos causados por la naturaleza, sino ante el triste y negativo fruto del claro deseo de retirar la vida a un inocente por el mismo adulto que se la dio.

A partir de mayo del pasado año, el señor Presidente del Gobierno ha ido recibiendo numerosas cartas, todas iguales. Le recuerda, cada uno de los firmantes, que entre 1985 y 2002 murieron a manos de los abortistas nada menos que 764.272 niños españoles. La terrible cifra llegó a los 77.125 infanticidios en el año 2002 y se han agravado en 2003 y en 2004. Cada uno de esos homicidios vulnera el primero de los derechos fundamentales: el derecho a la vida que nuestra

Un interesante Movimiento cultural cristiano, que se proclama socialista, es muy crítico con el Partido Popular y propone la solidaridad y la autogestión internacionalista, ha difundido un manifiesto en el que afirma: «Rechazamos el aborto porque somos de izquierda», a lo que añaden un firme argumento: «Defendemos la vida humana como valor supremo, porque sostenemos que nadie, en nombre de nada, puede suprimirla».

Constitución promete proteger. Lo que falta no son las políticas de prevención que el diario citado reclama, y que consisten en diversos «métodos anticonceptivos» para «resolver un embarazo no deseado». Quienes escriben al Presidente creen, con más razón, que lo imprescindible es «una política de protección auténtica que beneficie a la mujer, a la familia y a la sociedad». Y no son sólo voces emanadas de lo que suele llamarse la derecha. Un interesante Movimiento cultural cristiano, que se proclama socialista, es muy crítico con el Partido Popular y propone la solidaridad y la autogestión internacionalista, ha difundido un manifiesto en el que afirma: «Rechazamos el aborto porque somos de izquierda», a lo que añaden un firme argumento: «Defendemos la vida humana como valor supremo, porque sostenemos que nadie, en nombre de nada, puede suprimirla».

Todo esto ocurre en una sociedad, la española, con una de las tasas de natalidad más bajas del planeta. Sería, sin duda, la más baja si no la hubieran enriquecido muchos inmigrantes con claras ganas de vivir y dar la vida. Es una sociedad paradójica, porque bastantes de sus miembros no se contentan con los hijos que Dios les dio, sino que adoptan a criaturas de otro origen nacional e incluso étnico. Las niñas chinas forman el grupo más numeroso entre los casi siete mil niños adoptados en España en 2003. Siete mil adopciones son pocas junto a más de 77.000 abortos; pero ¿no habría sido razonable salvar al menos a esos siete mil españolitos a los que una de las dos Españas, la más despiadada, ha helado el corazón…, y la vida?

El progresismo oficial no debería facilitar esta nueva matanza de los Inocentes.