Las HIJAS NO SON BIENVENIDAS en la INDIA

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En un país donde el aborto está permitido, las presiones sociales, culturales y económicas empujan a millones de madres a terminar con la vida de sus fetos, sólo por el simple hecho de descubrir que son niñas. El infanticidio se ensaña con las mujeres en la India. Un genocidio que no debe ignorar el feminismo occidental. Una causa justa para denunciar el 8 de marzo: dia internacional de la mujer trabajadora. Para evitar esto, la ley prohíbe la determinación prenatal del sexo. “Hasta que consigamos que la madre de la criatura que va a nacer sea considerada y respetada en la sociedad, esta práctica abortiva contra las niñas no va a cambiar”.



Por Diego Sevillano

En un país donde el aborto está permitido, las presiones sociales, culturales y económicas empujan a millones de madres a terminar con la vida de sus fetos, sólo por el simple hecho de descubrir que son niñas. Para evitarlo, la ley prohíbe la determinación prenatal del sexo con la ayuda de los aparatos de ultrasonido. EL Gobierno de la India promulgó dicha ley en 1996, pero no fue hasta 2001 cuando empezó a ser utilizada para castigar a doctores o clínicas que hacía el diagnóstico prenatal del sexo.

Sin embargo, tal como dice la doctora Sharda Jain, miembro del Consejo de Médicos de la India –el organismo que trata de suspender la práctica médica de los doctores que promueven el feticidio femenino-, la efectividad de la ley es insignificante.

“Cualquier persona puede comprar una máquina de ultrasonido y hacer exámenes clandestinos. Lo más alarmante es que precisamente entre las clases más altas de la sociedad donde la tendencia a eliminar a las niñas no nacidas es más fuerte”, explica Jain.

Y un estudio publicado por el diario Times of India (19-09-02) demuestra que, en los sectores más acomodados de Nueva Delhi, la proporción hombre-mujer entre los menores de dos años es de 850 niñas por cada 1.000 varones.

Al igual que en China, Bangladesh y Pakistán, en la India el infanticidio femenino se ha convertido en una práctica predominante y aceptada. Aquí, cada año son abortadas cerca de dos millones de niñas, lo que se refleja en la desproporción entre hombres y mujeres. La proporción de niñas entre los menores de seis años ha bajado de 945 por 1.000 varones en 1991 a 927 en el censo de 2001.

En estados como Punjab o Haryana, la proporción actual es incluso peor, de hasta 783 por cada 1.000. Y aunque la India es un país predominantemente rural, la situación en las ciudades no parece ser mejor que en el campo. El censo de 2001 muestra que la proporción de mujeres con respecto a hombres en Nueva Delhi cayó drásticamente de 945 en 1991 a 865 por 1.000 en el último recuento oficial.

Para el demógrafo A. R. Nanda, esta desproporción es un reflejo de la gran migración de familias hacia las ciudades, en busca de una mejor educación y oportunidades de trabajo, precisamente para sus hijos varones, mientras dejan en las aldeas a las mujeres. “ Pero aun considerando eso, está claro que el feticidio de niñas es lo que marca la tendencia, particularmente en los sectores con más ingresos”, explica Nanda. Sin embargo, hay fuerzas activas que se han propuesto cambiar estas tristes tendencias. “No quiero ser pesimista, pero no creo que la situación vaya a cambiar en los próximos diez años”, dice Mira Shiva, que se ha dedicado a organizar campañas para sensibilizar a la sociedad. Su ONG se llama Asociación India del Voluntariado para la Salud y tiene su sede en Delhi.

Su principal esfuerzo está enfocado a crear conciencia entre los doctores y la gente educada del país para evitar la propagación del feticidio femenino. Para Shiva, “hasta que consigamos que la madre de la criatura que va a nacer sea considerada y respetada en la sociedad, esta práctica abortiva contra las niñas no va a cambiar”, asegura Shiva.

La causa principal del feticidio femenino no es un secreto ni un tabú: la dote. El sistema matrimonial de la India ha sido, por siglos, la causa principal de la discriminación contra la mujer. La gran mayoría de la sociedad india considera, por un lado, como una desgracia familiar que una hija no consiga casarse. Por otra parte, la familiade la novia no sólo paga los gastos del evento (que regularmente dura más de cinco días), sino que también está obligada a entregar una fuerte cantidad monetaria y en especie a la familia del novio, que recibe a la novia como una nueva hija.

Una carga

De ahí que una niña sea generalmente vista desde que nace como una carga, un pasivo a largo plazo. Eso explica también que las niñas no reciban la atención médica necesaria o suficiente, por lo que su tasa de mortalidad infantil es también más elevada que entre los niños. Además, las mujeres embarazadas generalmente no tienen una alimentación adecuada, lo cual lleva al nacimiento de bebés desnutridos.

Este monumental problema no tiene una salida sencilla. Sin embargo, se empiezan a vislumbrar horizontes de esperanza. La mayoría de las mujeres no tienen acceso a una educación formal, pues lo que se espera de ellas es que sepan atender la casa y cuidar de sus hermanos. Por eso la tasa de alfabetización entre las mujeres de más de siete años es un 54,1% frente a un 75,8% de los hombres, según el censo de 2001. Sin embargo, las que logran progresar en la escuela obtienen, en general, mejores resultados que los hombres.

Aquellas mujeres que logran alcanzar la educación superior se van abriendo paso con su prestigio profesional, en una sociedad dominada por hombres. Activistas, Gobierno y la sociedad en general tienen una monumental tarea por delante. Se trata nada menos que de educar y concienciar a una sociedad de más de 1.000 millones de habitantes, que han sido culturalmente educados contra la igualdad de los sexos, la dignidad de la mujer y el respeto a la vida. Una tarea que a muchos no les conviene, pues representa el derrumbamiento del statu quo o la pérdida de su hegemonía económica