Las ONGs según JAMES PETRAS

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James Petras, profesor de Sociología en la Universidad Binghamtom de Nueva York, hace una crítica a los intelectuales y a las ONGs.



Publicado en Autogestión
12/11/2002

En los años 70, las ONGs desplegaron su actividad proporcionando apoyo humanitario a las víctimas de las dictaduras militares y denunciando las violaciones de derechos humanos. Este periodo creó una imagen favorable de las ONGs hasta en la izquierda. Se las consideraba parte del campo progresista. Ya entonces sus límites eran evidentes; aunque atacaban las violaciones de los Derechos Humanos de las dictaduras locales, raras veces denunciaban a sus patronos estadounidenses o europeos que las financiaban y asesoraban.

A principios de los 80, los gobiernos europeos, estadounidenses y el Banco Mundial aumentaron la financiación de las ONGs. El punto básico de convergencia entre las ONGs y el BM era su oposición al estatismo. Aparentemente, las ONGs criticaban al Estado desde una perspectiva izquierdista que defendía la sociedad civil, mientras que la derecha lo hacía en nombre de los mercados.

En realidad, el Banco Mundial, los regímenes neoliberales y el mundo occidental alentaron a las ONGs para hacer tambalearse al Estado benefactor, proporcionando servicios sociales para compensar a las víctimas de las empresas multinacionales. En otras palabras, conforme los regímenes neoliberales devastaban a las comunidades al inundar el país con importaciones baratas, pagos de la deuda externa y la abolición de las legislaciones laborales, creando una masa cada vez más grande de trabajadores mal pagados y desempleados, las ONGs recibían financiación para establecer proyectos de ayuda, educación popular, capacitación para el trabajo, etc. Y así absorbían temporalmente a pequeños grupos pobres, a la vez que captaban a los líderes locales para minar las luchas contrarias al sistema.

Las ONGs se abstienen de participar en las luchas de los maestros de escuelas públicas y educadores del sistema oficial contra sueldos y recortes presupuestarios, porque su presupuesto proviene de gobiernos neoliberales.

Las ONGs ponen en peligro la democracia, ya que arrebatan los programas sociales a la población local y a sus funcionarios de elección popular y fomentan la dependencia de los funcionarios extranjeros.

Además, desvían la atención y las luchas populares del presupuesto nacional hacia la autoexplotación para garantizar los servicios sociales locales.

La ideología de la actividad voluntaria privada de las ONGs mina el sentido público, la idea de que el gobierno tiene la obligación de velar por sus ciudadanos y proporcionarles vida, libertad y la búsqueda de la felicidad, de que la responsabilidad política del Estado es esencial para el bienestar de los ciudadanos.

Contra este concepto de responsabilidad pública, las ONGs promueven la idea neoliberal de la responsabilidad privada de los problemas sociales y de la importancia de los recursos privados para resolver estos problemas. En realidad imponen una carga doble a los pobres: la de pagar impuestos para financiar al Estado neoliberal que sirve a los ricos, y la autoexplotación privada que se ocupe de sus propias necesidades.

Las ONGs ponen el énfasis en los proyectos, no en los movimientos; movilizan a las personas para que produzcan en los márgenes, no para luchar por controlar los medios básicos de producción y riqueza.

Las ONGs se apropian del lenguaje de la izquierda: poder popular, igualdad, desarrollo sostenible, liderazgo popular, etc. El problema es que ese lenguaje está ligado a un ámbito de colaboración con los donantes y las dependencias gubernamentales que subordina la actividad práctica a la política no conflictiva.

Las ONGs y su personal profesional postmarxista compiten directamente con los movimientos sociopolíticos para adquirir influencia entre los pobres, las mujeres, los marginados, las minorías raciales, etc. Su ideología y práctica desvía la atención de las fuentes y las soluciones de la pobreza. Hablar de micro-empresas en vez de explotación por parte de los bancos extranjeros viene a decir que el problema es de iniciativa individual, no de la transferencia de los ingresos al extranjero.

La ayuda de las ONGs afecta a pequeños sectores de población y establece una competencia entre comunidades por los escasos recursos, lo cual genera distinción y rivalidades internas y externas que perjudican la solidaridad de clase. Lo mismo sucede entre los profesionales: cada uno establece sus ONGs para solicitar fondos del extranjero. Compiten con propuestas «al gusto» de los donantes extranjeros, mientras afirman hablar en nombre de más seguidores.

La estructura y naturaleza de las ONGs, con su postura apolítica y su enfoque de autoayuda, despolitiza y desmoviliza a los pobres. Además, refuerza el proceso electoral alentado por los partidos neoliberales y los medios de comunicación de masas.

Las ONGs hablan de excluidos, de los sin poder, de la pobreza extrema, de la discriminación por sexo o raza, pero no pasan de los síntomas superficiales para abordar el sistema social que produce estas condiciones.

Las ONGs crean un mundo político donde la apariencia de solidaridad y acción social disimula una conformidad conservadora con la estructura de poder nacional e internacional.

Los movimientos sociopolíticos ofrecen pocos beneficios materiales, pero mayor respeto e independencia, y, lo que es más importante, la libertad de retar al sistema político y económico.

Las ONGs fomentan un nuevo tipo de colonialismo y dependencia cultural y económica.

Aunque la mayor parte de las ONGs son cada vez más instrumentos del neoliberalismo, hay una pequeña minoría que intenta desarrollar estrategias alternas que apoyen la política de clase y el antiimperialismo. Ninguna de ellas recibe fondos del BM o de dependencias gubernamentales estadounidenses o europeas. Apoyan los esfuerzos para ligar al poder local con el poder estatal. Relacionan los proyectos locales con los movimientos nacionales, defienden la propiedad pública y nacional contra las multinacionales. En una palabra, no son postmarxistas.

James Petras es profesor de Sociología en la Universidad Binghamtom de Nueva York. Estos párrafos escogidos corresponden a un artículo publicado íntegramente en la revista Autogestión con el título «El postmarxismo rampante. Una crítica a los intelectuales y a las ONGs».