Leisner, un seminarista preso en Dachau, pudo ordenarse en el campo de concentración antes de morir

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Hace 75 años, el 12 de agosto de 1945, moría el beato Karl Leisner, que es el único hombre que fue ordenado sacerdote de manera clandestina dentro de un campo de concentración nazi. En un sistema como el nazi que quería tenerlo todo controlado bajo el Estado, incluso a Dios y sus dones, Leisner fue signo de que la Iglesia es herramienta de Dios, quiera o no el régimen de turno.

De 1938 a 1945, los nazis concentraron en el campo de Dachau a 2.579 sacerdotes, seminaristas y monjes católicos, junto con 141 pastores protestantes y sacerdotes ortodoxos, según detalla el libro «La Baraque des prêtres, Dachau, 1938-1945» de Guillaume Zeller (Éditions Tallandier, 2015). A los religiosos alemanes los detenían, por lo general, por oponerse al programa de eutanasia nazi. A los polacos, por ser parte de las élites intelectuales del país. A los franceses (eran 156) por colaborar con la resistencia. «Los religiosos de Dachau tenían los mismos sufrimientos que sus compañeros laicos. De los 2.720 religiosos, 1.034 – de los cuales 868 polacos – murieron en el campo hasta que éste fue liberado», detalla Zeller en una entrevista. Más de 50 de estos clérigos han sido beatificados y considerados mártires por la Iglesia.

Karl Leisner nació en Alemania en 1915 y creció en la ciudad de Cléveris. Desde temprana edad sintió el llamado al sacerdocio e ingresó al seminario en Múnich cuando tenía 19 años. En ese tiempo también se unió al movimiento apostólico de Schoenstatt, al que perteneció hasta su muerte.

En 1939 fue ordenado diácono, pero enfermó de tuberculosis y tuvo que ser internado en un hospital. En noviembre de ese mismo año Leisner fue arrestado por la Gestapo, la policía secreta nazi, porque un compañero lo delató por criticar a Hitler.

Fue trasladado a una cárcel en la ciudad de Friburgo y el 14 de diciembre de 1941, los nazis los enviaron al campo de concentración de Dachau.

Zeller indicó que allí los nazis se dedicaban a “deshumanizar y degradar a los prisioneros”. “El campo de Dachau sigue siendo el mayor cementerio de sacerdotes católicos en el mundo”, afirma.

Las duras condiciones de vida del campo de concentración hicieron que empeorara la salud de Leisner. Sin embargo, el joven nunca perdió la alegría.

Según narra una biografía suya publicada en el sitio web del movimiento de Schoenstatt, el beato era “capaz de entusiasmar y atraer a otros” y animaba a los prisioneros tocando la guitarra que sus amigos lograron enviarle.

Debido a que la tuberculosis lo debilitaba cada vez más, el joven sentía que se reducían las posibilidades de ser ordenado sacerdote. Pero todo cambió cuando el obispo de la diócesis francesa de Clermont-Ferrand, monseñor Gabriel Piguet, llegó como prisionero el 6 de septiembre de 1944.

Debido a que solo un obispo puede conceder la ordenación sacerdotal, Leisner le pidió a un sacerdote belga, el P. Leo de Coninck, que intercediera a su favor ante monseñor Piguet. El Prelado accedió con la condición de que esta ordenación tuviera la autorización del Arzobispo de Munich, el Cardenal Michael Faulhaber, porque era al que Leisner debía obediencia.

El trámite para conseguir la autorización fue realizado por una joven llamada Josefa Imma Mack, que años más tarde se convertiría en religiosa. Mack conocía a los sacerdotes y religiosos que estaban prisioneros en Dachau debido a que algunos de estos vendían al público las flores y frutas que allí se cultivaban.

El Catholic Herald detalla que esta joven logró entregar a los prisioneros las cartas donde el Cardenal Faulhaber concedía la autorización para ordenar sacerdote a Leisner. Incluso consiguió el crisma, una estola y los libros litúrgicos.

Gracias a la intervención diplomática del Vaticano, los nazis habían permitido que en el campo de concentración de Dachau se construyera una capilla en el Bloque 26 para que los clérigos celebraran misa. El sagrario, el altar, las bancas y los candelabros fueron elaborados con los materiales disponibles en la prisión. La primera Misa de los presos fue celebrada el 21 de enero de 1941.

En su libro, Guillaume Zeller describió que la ceremonia de ordenación del Beato Leisner, realizada el 17 de diciembre de 1944, “tuvo un impacto duradero entre los sacerdotes que estuvieron presentes”.

Ese día, el joven diácono usaba el alba sobre el uniforme a rayas que usaban los prisioneros. Incluso algunos de los ornamentos del Obispo como la casulla y la mitra fueron elaborados por los mismos sacerdotes prisioneros.

La ordenación de Leisner también motivó varios gestos de solidaridad de parte de protestantes y judíos.

Un grupo de pastores ayudó a organizar la ceremonia y un violinista judío se ofreció a tocar cerca de la capilla para generar una distracción.

Monseñor Piguet escribió en sus memorias que al presidir la celebración sintió “como si ésta hubiera sido en mi catedral o en la capilla de mi seminario. Nada, no faltaba nada en lo que respecta a la grandeza religiosa de tal ordenación, que es probablemente única en los anales de la historia”.

El P. Leisner celebró su primera y única Misa el 26 de diciembre de 1944 debido a que su salud se agravó. Fue liberado del campo de concentración el 4 de mayo de 1945, unos cinco meses después de su ordenación.

En ese entonces su enfermedad estaba en la fase final y pasó las últimas semanas de su vida en un hospital en Munich, donde falleció rodeado de su familia el 12 de agosto de ese mismo año.

Las últimas palabras que escribió en su diario fueron: “¡Bendice, Oh Altísimo también a mis enemigos!”.

El P. Karl Leisner fue beatificado por san Juan Pablo II el 23 de junio de 1996 en Berlín junto con el P. Bernhard Lichtenberg, quien falleció en 1943 mientras era trasladado a Dachau.

Fuente de la noticia REL