León Tolstoi

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«Para vivir honradamente es necesario desgarrarse, confundirse, luchar, equivocarse, empezar y abandonar, y de nuevo empezar y de nuevo abandonar, y luchar eternamente y sufrir privaciones. La tranquilidad es una bejeza moral.»

El 20 de noviembre de 1910 moría en Astapovo (Rusia) Leon Tolstoi. Este año celebramos el centenario de la muerte de un escritor al que muchos reconocen como una autoridad moral. Conocido sobre todo por obras como Guerra y Paz, Ana Karenina, no podemos olvidar sus escritos sobre la no violencia, escritos que marcaron la vida de Gandhi y muchos de sus relatos, que nos hablan de los sufrimientos de la gente sencilla. Una de las últimas cartas que escribe Tolstoi antes de morir fue a Gandhi.

Tolstoi nació como un señor feudal, su familia llegó a tener a 700 siervos, pero de él leemos estas frases:

«La riqueza material se paga con sordidez moral. Europa nos propone siempre un paraíso materialista, a cambio de esclavizar a los pueblos de África, de América o de Oriente. Ellos deben suministrarnos el trabajo barato.»

«Todo cuanto poseemos es un robo». «Nada poseemos que no sea de otros o que no acaben robándonos o que no hayamos robado, incluso sin haber sido conscientes de ello.»

Tolstoi se hacía sus propios zapatos, y decía que para ser un escritor primero había que hacer muchos zapatos. Nunca quiso en su casa ni electricidad ni agua corriente. Cuando escribía de noche lo hacía a la luz de una vela. Y en el almacén del jardín de su casa se conserva un trineo con el barril que utilizaba para ir a buscar agua; a veces haciéndolo arrastrar con su caballo y otras veces empujándolo él mismo.

Sus amigos no lo entienden, les escandaliza la imagen del aristócrata que transportaba el agua para su familia, en vez de enviar a un criado, no entienden que el autor de Ana Karenina tenga que pasarse la mañana segando en los campos, y la tarde encerrado en un taller de zapatero. Tolstoi se hacía siempre su cama, porque consideraba que depender de los demás para estas labores básicas de la vida, envilece a los hombres. Sus compañeros le criticaban por descuidar el trabajo intelectual, pero realmente este era el mensaje que quería transmitir. «Me gustaría vivir decentemente, razonablemente; o sea, en el campo y no en una mansión, sino en una cabaña, entre el pueblo trabajador, viviendo junto a ellos según mis habilidades, colaborando, comiendo y vistiendo como ellos.»

Tolstoi reconoce a sus setenta años que aún «lucha contra su cuerpo» y no se concede ni un minuto de descanso: madruga, trabaja en el campo, planta y siega, escribe y estudia, lee la prensa y el correo…

Fue un apóstol de la no violencia. En 1881 envió una carta al zar Alejandro III cuando éste juzgó y condenó a muerte a los anarquistas que habían asesinado a su padre: «No podéis alimentar más que sentimientos de venganza hacia hombres que han asesinado a vuestro padre, pero también un sentimiento de horror ante la responsabilidad que os cae encima… No cabe imaginar situación más atroz. Atroz, porque uno no podría sufrir tentación más grande para hacer el mal… Pero la palabra de Cristo esta ahí para destruir esta tentación… «Habéis oído que se ha dicho: Amarás a tu prójimo y odiarás a tus enemigos. Y yo, yo os digo: Amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os odian»(Mateo, 5, 43.)»

En Iásnia Poliana fundó una escuela con el objetivo de educar a los hijos de los campesinos pobres. La mayoría de ellos eran analfabetos, de ahí que Tolstoi dijese que «la necesidad más esencial del pueblo ruso es la educación».

Para León, los más jóvenes debían elegir la vocación preguntándose si son capaces de entregar su vida por un ideal y asumir los mayores sufrimientos. El valor de una obra consistía en cuánto había entregado su creador para realizarla.

«Me imagino que, desde la más tierna edad, a nuestros hijos debería enseñárseles que un hombre no puede ser superior a otro… que es una vergüenza y una bajeza el querer hacerse superior al prójimo».

Tolstoi fue ante todo un buscador de la verdad. En esa búsqueda vital vemos en Tolstoi la conversión desde su cuna aristocrática hasta su lecho pobre. De amo de esclavos a liberador de esclavos. De soldado y defensor de las guerras del Caúcaso a pionero de la resistencia no violenta. Muchas veces en su vida va a repetir que con la filosofía no basta y es imposible vivir sin religión.

«El cristianismo, y únicamente el cristianismo, libra a los hombres de la esclavitud en que en la actualidad se hallan, y sólo el cristianismo les da la posibilidad de mejorar realmente su vida personal y la vida general. La máxima moral más simple y más breve: que los otros lo sirvan a uno lo menos posible, y servir uno a los otros lo más posible.»