Al comenzar el siglo XXI la Iglesia católica es la mayor asociación de pobres del mundo. Una comunidad que sigue a Cristo en pobreza y en persecución. Como sus predecesores, el papa Francisco nos pone delante la tarea de la Nueva Evangelización.
Es un papa al que todos entienden si es que quieren entender: Un pastor con olor a oveja. El papa pide a todos vivir el Evangelio sin mucha glosas o comentarios que en realidad se convierten en excusas para eludir su radicalidad y justificar una vida mediocre:
Si dice pobreza, es pobreza. Si dice oración, es amistad con Jesús y no embrollos psicológicos. Si habla de la autoridad como un servicio, es entrega de la vida a fondo perdido. Si habla de los pobres insiste en que son la carne de Cristo e insiste en que son los pobres los que mejor lo entienden y viven pues «la solidaridad es el tesoro de los pobres» cuya vida es semejante a la que eligió el Señor, nacido en un pesebre y muerto en la cruz, que envió a su Iglesia a evangelizar, despojada.
«Si un cristiano no es revolucionario en estos tiempos, no es cristiano», Francisco, como sus predecesores, está por la revolución de los santos. Hoy el Papa es Pedro y es Francisco, es la roca firme y el pobre de Asís al que el crucificado pidió restaurar su Iglesia.
El responsable de ediciones «Voz de los sin voz»
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Sección: Espiritualidad
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