No le llamen Trabajo Infantil, se llama ¡Esclavitud Infantil! Lo siguen llamando «trabajo infantil», pero es explotación y esclavitud. No nos cabe duda. Este libro presenta un conjunto de relatos, las alertas sobre esta lacra no cesan…
Lo siguen llamando «trabajo infantil», pero es explotación y esclavitud. No nos cabe duda. A la entrega de este conjunto de relatos que podéis adquirir en las Casas de Cultura y Solidaridad, las alertas sobre esta lacra no cesan. Una de estas alertas recientes llamaba la atención sobre los «niños boxeadores». 30.000 niños tailandeses, muchos desde los 8 años, siguen enrolándose en combates de boxeo que destrozan su infancia, forzados por la miseria que golpea sin guantes a sus familias mientras las mafias convierten el infierno de sus vidas en un espectáculos para turistas occidentales y en un rentable juego de apuestas.
Toda una metáfora de la situación de la infancia explotada y esclavizada. Niños a los que se parte la cara. Niños forzados a formar parte de un pelotón de muerte. Niños privados de una familia para tratar de sostener a sus familias, hundidas en la miseria. Niños golpeados para el lucro de empresas y mafiosos. Niños que sostienen con su sudor y su sangre el consumismo depredador. Niños convertidos en espectáculo y diversión para el hedonismo nauseabundo de los satisfechos. Niños en las vanguardias de la guerra, en el ring de una despiadada lucha por la existencia. Niños esclavos. Y lo siguen llamando «trabajo infantil».
Cuando acabamos de cerrar el último capítulo de este libro, Evo Morales, presidente de Bolivia y adalid del «socialismo del siglo XXI» reabre el viejo debate entre «abolicionistas» de la esclavitud infantil y partidarios de su «regulación». El debate, que no es nuevo, está servido: asociaciones de «niños trabajadores» le reclaman unas «justas» condiciones para un trabajo que «siempre ha existido» y que consideran necesario para colaborar a acabar con la miseria en la que viven sus familias. Además, añade el presidente, el trabajo contribuye a formar su «conciencia social».
La confusión nace desde el mismo momento en que hemos aceptado hablar de «trabajo infantil» en lugar de hablar de lo que realmente es: explotación y esclavitud infantil. En Bolivia lo que en realidad hay son más de 850.000 niños entre 5 y 14 años que están explotados. La confusión la han introducido los propios organismos internacionales, con la OIT al frente de ellos, que no para de hablar de «trabajo infantil» y de «las peores formas de trabajo infantil». La confusión tiene que ver con esa visión burocrática y materialista que rezuma todo el discurso de unos organismos que siempre han servido para lavar la cara del criminal y despiadado imperialismo del Capital que está en el trasfondo de sus decisiones.
Evo Morales no ha hecho sino poner de manifiesto esta contradicción. Y es que el «trabajo» en sí mismo no es reprobable. Siempre hemos defendido que los niños «trabajen» en lo que tienen que trabajar: jugando, estudiando e incluso- y con toda la fundamentación y excelente tradición pedagógica que tiene- realizando en su tarea formativa labores físicas, trabajos físicos.
Pero todo niño condenado a formar parte de un trabajo del que depende poder satisfacer sus necesidades más básicas y las de su familia, está condenado a trabajos forzados.
Y eso está aún más claro si sus padres carecen de un empleo, o el que tienen no les proporciona un salario digno para sacar adelante a su familia. Este viene a ser el caso de más del 60% de los trabajadores adultos en el mundo. Y el del 70% de los empleos adultos en Bolivia. Y mientras se produzca esta situación, la existencia de los niños en el mundo laboral será una canallada y un crimen inmoral que no hace sino perpetuar un sistema económico canalla y criminal.
Señores, no lo llamen «trabajo infantil», se llama ESCLAVITUD INFANTIL. Y tenemos la obligación moral y política de hacerla desaparecer ya.
El Responsable de Ediciones «Voz de los sin Voz»
nº 694. NO LE LLAMEN «TRABAJO INFANTIL», SE LLAMA ¡ESCLAVITUD INFANTIL!;
Equipo Gandhi; colaboración económica.: 1’20 €