Los católicos de EE UU hacen campaña para acabar con la pena de muerte

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La pena de muerte en EE UU es un ejemplo de cómo una nación considerada «pionera» en derechos humanos continúa intentando resolver sus problemas sociales mediante el uso de la violencia.Por eso, decenas de asociaciones religiosas dedican sus esfuerzos a luchar contra uno de los mayores ataques a la vida.

La pena de muerte en EE UU es un ejemplo de cómo una nación considerada «pionera» en derechos humanos continúa intentando resolver sus problemas sociales mediante el uso de la violencia. Pero, como recordó el año pasado el cardenal arzobispo de Washington, Theodore McCarrick, «no podemos enseñar que matar es malo matando. No podemos defender la vida acabando con ella». Por eso, decenas de asociaciones religiosas dedican sus esfuerzos a luchar contra uno de los mayores ataques a la vida. Consideran esta lucha como una «obligación moral», y urgen a todas las comunidades religiosas a situar la pena de muerte en su agenda de prioridades.



Mientras las diócesis de cada estado federal se han pronunciado repetidamente y han animado a los fieles a constituir grupos de presión contra la pena capital, también existen asociaciones a nivel nacional que continúan denunciándola como «innecesaria, inapropiada e inaceptable en el mundo de hoy». La más conocida es «Católicos contra la pena capital», que fue fundada en 1992 con intención de aunar esfuerzos contra la pena de muerte en la comunidad católica, difundir la enseñanza de la Iglesia entre legisladores y jueces, y animar a la jerarquía eclesiástica y a grupos religiosos a pronunciarse con más fuerza en contra de esta ley.



Los obispos contra la ley. En medio del auge de la lucha provida, en 2005 la Conferencia Episcopal de Obispos de EE UU promovió una campaña para acabar con el uso de la pena de muerte. Aunque, como matizó el cardenal McCarrick en la presentación, la causa no era nueva, la campaña sí. Los prelados realizaron un estudio a través de mil setecientas entrevistas -cuyos resultados pueden examinarse en www.usccb.org- sobre la actitud de los católicos ante la ley. Aunque el número de católicos que declararon apoyar activamente la pena de muerte había disminuido hasta situarse en un 20%, lo cierto es que sólo un 37% reconoció oponerse de forma activa.
Pero no es la jerarquía la protagonista de la lucha católica contra la pena de muerte. Los laicos tomaron el testigo hace tiempo y las iniciativas se cuentan por decenas. Quizá la más significativa y a la que más gente puede llegar es la promovida por CURE (Ciudadanos Unidos para la Rehabilitación de Prisioneros), que piden a iglesias, monasterios, abadías y otros templos que hagan doblar sus campanas cada vez que un preso vaya a ser ejecutado. La iniciativa ya se realiza en 50 estados. Otra de las que ha sido adoptada por muchas de las asociaciones que luchan contra la pena de muerte en EE UU es la Declaración de Vida. Todo el que quiera asumirla pide que, si es asesinado, el culpable no sea condenado a pena de muerte.



El espíritu de la lucha «creyente» contra la pena de muerte lo resume la hermana Prejean, muy activa en esta batalla: «El movimiento para abolir la pena de muerte necesita de la comunidad religiosa porque el corazón de la religión habla de compasión, de derechos humanos y de la intrínseca dignidad de cada persona hecha a imagen de Dios». Y es que, como recordó Juan Pablo II en 1997, «la nueva evangelización exige seguidores de Cristo que sean incondicionalmente «provida»».