Los cristianos en Marruecos, «amordazados» por la ley.

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El temor y el secretismo es una constante en Marruecos. Los cristianos presentes en la zona miden al milímetro cada palabra que dirigen a un desconocido para que nada pueda comprometerles directamente ante las autoridades.

La Razón.- 


El temor y el secretismo es una constante en Marruecos. Los cristianos presentes en la zona miden al milímetro cada palabra que dirigen a un desconocido para que nada pueda comprometerles directamente ante las autoridades. «Marruecos es como un pueblo, todo se sabe», subrayan algunos de ellos, y además la Policía sigue el rastro de todas sus actuaciones por si se produce cualquier acto sospechoso de proselitismo.


El artículo 6 de la Constitución de Marruecos proclama que «el islam es la religión del Estado que garantiza a todos el libre ejercicio de los cultos». Sin embargo, la predicación a magrebíes es ilegal, por lo que cualquier acción encaminada a alejar a un musulmán de su religión puede ser condenada de 3 a 6 meses de cárcel, según el artículo 220 del Código Penal. «No hay libertad religiosa, no se permite que un marroquí sea de una religión distinta a la musulmana», explica un católico que prefiere mantener su anonimato. Por tanto, esta libertad religiosa que supuestamente garantiza la Constitución es tan sólo aparente ya que en el país impera una «mordaza» que obstruye por completo una labor de evangelización abierta por parte de la minoría cristiana.


Así, el culto no musulmán sólo está permitido a la población extranjera y en el caso de las prácticas religiosas cristianas, quedan limitadas exclusivamente a la actividad parroquial. De modo que las procesiones de Semana Santa, por ejemplo, deben hacerse dentro de los muros de los escasos templos que aún siguen en pie en el país. Frente al 99 por ciento de la población musulmana, el número de católicos, bastante elevado en los años del protectorado, desciende año tras año y quedan prácticamente sólo aquellos descendientes de las que fueron familias coloniales (franceses, españoles e italianos), algunas órdenes religiosas (las Hijas de la Caridad son las más numerosas), algún que otro empresario instalado en el país y estudiantes católicos subsaharianos.


Ante este silencio impuesto por las autoridades musulmanas, la Iglesia católica se inclina por respetar la legalidad vigente. «La función de los católicos en Marruecos es una labor humanitaria. Nuestra fe está libre, no hay problema porque los musulmanes son nuestros amigos y nos atenemos a la ley», explica el arzobispo de Rabat, el francés Vincent Landel. Cuando se le pregunta por la labor de evangelización de los católicos en el país, Landel es tajante: «Evangelizar no es una palabra para nosotros. Eso es cosa de Dios».


Ayuda humanitaria. Así pues, «la misión de los cristianos en Marruecos es, sobre todo, la de maestros, también con marroquíes. El grupo más numeroso es de religiosas, que se dedican a enseñar idiomas (inglés, español…), informática, alfabetizar, hay comedores infantiles, centros para madres solteras, niños sordomudos…», subraya el administrador apostólico de Tánger, José Seijas Torres. Sin embargo, esta situación está provocando que cada vez haya menos católicos en el país, puesto que Marruecos está ahora más desarrollado que hace algunos años y la ayuda social no es tan necesaria como antes. Sin embargo, algunos católicos presentes en Marruecos explican que si la Iglesia se centra en la acción social es porque de otro modo «podría poner en peligro las relaciones entre Marruecos y el Vaticano; puede perder mucho y no quiere».


Pero también existen prácticas al margen de la ley. Es el caso de un elevado número de cristianos evangélicos -que oscila entre los 150 y 800- que operan en Marruecos y que están consiguiendo que el número de conversos procedentes del islam crezca paulatinamente. A diferencia de la Iglesia católica, «los evangélicos no tienen nada que perder y cuentan con un importante soporte económico de EE UU a sus espaldas», señalan las mismas fuentes. Sin embargo, las autoridades siguen sus pasos muy de cerca y muchos de ellos son expulsados del país por desarrollar estas prácticas proselitistas o cumplen largas condenas en la cárcel.