Los efectos del coronavirus en los países empobrecidos: Una plaga más en sus vidas

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En países donde azota a la población el hambre, el ébola, o el sarampión. En países donde el dengue campa por sus anchas entre las charcas putrefactas de los barrios y cuadras, en ciudades donde la pólvora se mezcla con la sangre del pobre, el coronavirus se convierte en un arma más contra los empobrecidos de la tierra.

Millones de personas y familias no comen prácticamente una comida al día, y viven sin sistema sanitario (Venezuela por ejemplo)

Mientras la crisis del coronavirus succiona la atención y los recursos de los países ricos con la fuerza de un agujero negro, el 80% de la humanidad observa con preocupación mal disimulada lo que se les viene encima.

Para regiones como África subsahariana, el Covid–19 puede ser una tormenta perfecta en forma de problema sanitario y, sobre todo, de catástrofe económica para la que carecen de red de seguridad. El robo a los pobres de la tierra tiene estas consecuencias.

Desde el punto de vista epidemiológico, las incertidumbres son tantas como las certezas. La edad media de la población y la respuesta del virus a climas más cálidos podrían jugar en favor de regiones como África, Centroamérica y Asia del Sur.

Pero, como explica bien este reportaje de la BBC, la verdadera vulnerabilidad de los países más pobres es la debilidad de sus sistemas de salud y de determinados grupos de pacientes.

Enfermedades infecciosas más alarmantes pero mucho menos extendidas, como el ébola, pusieron patas arriba a Estados enteros en 2014-16. Cierto que la letalidad de esta epidemia es muchísimo más baja, y eso puede determinar la respuesta.

En una nación como Mozambique, donde casi 80.000 niños mueren cada año antes de cumplir los cinco años, se entendería que el coronavirus se ponga a la cola de las prioridades de salud pública. Sobre todo cuando estas cifras podrían desplomarse abordando formas de neumonía infantil que ya son perfectamente evitables y tratables, como han recordado estos días numerosos expertos.

En países como Venezuela, donde se vive al día bajo la guillotina del hambre y la violencia lloverá sobre mojado.

Pero el Covid–19 se ceba en pacientes inmunodeprimidos (recuerden: solo en África hay casi 24 millones de infectados con el VIH), se extiende como la pólvora en ciudades atestadas y puede llegar a colapsar los sistemas sanitarios que lidian con todas las demás prioridades.

Es cierto que países como España se van a endeudar sobremanera para mantener vivo un tejido productivo basado en la hostelería, el turismo y los servicios.

Pero otros países lo sufrirán de manera especial, los países más pobres exportadores de materias primas, que sortearon como pudieron la Gran Recesión con dignidad gracias al empuje de la economía china en la zona (con intereses colonizadores)

No tendrán esa suerte en esta ocasión y quedarán completamente expuestos a una crisis de deuda que en este momento prácticamente dobla (191%) el PIB total del mundo más pobre. Al menos una quinta parte de los 117 países más pobres muestran la vulnerabilidad combinada de un servicio de la deuda alto y una gran dependencia del comercio con China (que, además, es uno de sus principales acreedores).

Ahora los europeos vivimos esta grave situación, y vemos con otra óptica el sufrimiento dirario de los empobrecidos de la tierra.

Reconocemos nuestra debilidad humana, nuestras limitaciones, y los efectos que tiene la insolidaridad y el sálvese quien pueda contra el Bien Común.  Si no es así, mal vamos. Nos hemos quedado ciegos.

Si Egipto sufrió 10 plagas, los pobres sufren 10+1. ¿Habrá justicia para ellos?

Luis Antúnez