Hoy en el mundo nos adentramos en un salto cuantitativo y cualitativo en el dominio del poder transnacional por parte de unos pocos actores, y no son precisamente los gobiernos
Las grandes corporaciones transnacionales engullen de forma creciente a los peces pequeños, acumulando un poder que confirma la gran mentira de la libre competencia entre las empresas. Un dato que clarifica este proceso es que durante los últimos 15 años las empresas cotizadas en los EEUU en Wall-Street han pasado a ser la mitad. Vamos hacia la concentración con el horizonte en el monopolio. Como cita sintomática de este proceso, Peter Thiel, cofundador de Pay-Pal afirmaba hace poco que “no hay nada peor que la competencia”, “aquellos que defienden la competencia son unos perdedores”. Esta acumulación de poder las sitúa por encima de las políticas de los distintos gobiernos (justicia, medioambientales, sanitarias, laborales y fiscales), forzando un flujo de riqueza, hacia las arcas de estos gigantes.
En la actualidad, sectores como el químico, el siderúrgico, el agrícola, el farmacéutico-sanitario, el de los medios de comunicación y sobre todo el tecnológico, están asistiendo a grandes fusiones o adquisiciones. Como ejemplos la compra de Monsanto por Bayer, o la misma adquisición de Time Warner por AT&T, que suponen una mayor dominación de los pueblos en todos sus aspectos, con graves consecuencias para los empobrecidos de la tierra.
El control de las semillas, de la producción y venta de alimentos, de la investigación y comercialización de medicamentos, de la tecnología y la comunicación están cada vez en menos manos.
Un dato que impresiona es que en 2016, en el sector tecnológico, se podrían alcanzar operaciones en todo el mundo por un importe superior a los 466.000 millones de dólares. Esto confirma que grandes compañías tecnológicas se han situado con capacidad de abarcar sectores que nos son los suyos, como son la fabricación de automóviles eléctricos no tripulados, o la investigación biomédica entre otros.
Pero hemos de señalar que todos apuntan a un gran negocio: el ser humano. El Big Data, la gran minería del oro en las redes, y su interacción con la persona, es el gran objetivo. La publicidad personalizada en los aspectos emocionales y cognitivos, el periodismo orientado en décimas de segundo por algoritmos y su influencia política, por no hablar de una “sanidad” intrusiva en los parámetros más íntimos del ser humano, incluyendo su mente y el control de la vida, están llegando para quedarse.
Estas realidades nos dicen que hemos de afrontar un futuro lleno de desafíos y agresiones al ser humano, con una tecnología que no es neutra, y que con su convergencia con el ser humano pretende, una “colonización cultural e ideológica” más profunda de la que teníamos hasta ahora. Hemos de hacer una visión crítica de todo lo que acontece, para poder preparar el futuro de las generaciones venideras.
Editorial de la revista Autogestión