La mitad de los estudiantes destaca como habituales las amenazas y la violencia física y el 15 por ciento califica de muy malas las relaciones con sus compañeros . Los profesores calculan que el 20 por ciento de los alumnos de Secundaria muestran desinterés en clase, un 12 por ciento conductas agresivas y entre un uno y un 5 por ciento protagoniza robos y actos con intimidación. el director del Centro Reina Sofía, José Sanmartín, recordó que en los casos «de violencia de alta intensidad, como son niños que matan a otros niños, siempre aparecen dos constantes: tienen una situación familiar mala y son menores excluidos del mundo y de sus compañeros». Así, resaltó que la exclusión social multiplica por cuatro el riesgo de violencia.
UNO DE CADA DIEZ ALUMNOS DE SECUNDARIA MANTIENE ACTITUDES AGRESIVAS EN EL INSTITUTO
La mitad de los estudiantes destaca como habituales las amenazas y la violencia física y el 15 por ciento califica de muy malas las relaciones con sus compañeros . Los profesores calculan que el 20 por ciento de los alumnos de Secundaria muestran desinterés en clase, un 12 por ciento conductas agresivas y entre un uno y un 5 por ciento protagoniza robos y actos con intimidación. el director del Centro Reina Sofía, José Sanmartín, recordó que en los casos «de violencia de alta intensidad, como son niños que matan a otros niños, siempre aparecen dos constantes: tienen una situación familiar mala y son menores excluidos del mundo y de sus compañeros». Así, resaltó que la exclusión social multiplica por cuatro el riesgo de violencia.
Por LUZ DERQUI
Fuente: ABC
VALENCIA. De la violencia en las aulas tan sólo se conoce la punta del iceberg, a pesar de los continuos casos que se están registrando en los últimos días en diferentes ciudades del país. Debajo de los episodios de violencia grave subyacen multitud de agresiones, amenazas, insultos e indisciplina, que están presentes en los colegios de toda España. Pero también existen las secuelas de una violencia de media intensidad o crónica, igualmente preocupante, como se puso ayer de manifiesto en el congreso que sobre «Violencia y Juventud» se celebra en Valencia y ha organizado el Centro Reina Sofía para el Estudio de la Violencia.
Los profesores calculan que el 20 por ciento de los alumnos de Secundaria muestran desinterés en clase, un 12 por ciento conductas agresivas y entre un uno y un 5 por ciento protagoniza robos y actos con intimidación. Para la catedrática de Psicología Evolutiva, María Victoria Trianes, la situación que se vive en las aulas españolas es «muy preocupante», y aunque los episodios de violencia de gran intensidad sólo tienen una incidencia de entre un 3 y 6 por ciento, es muy frecuente la «violencia cotidiana, que tiene unos efectos dañinos sobre el desarrollo del alumno».
Conducta antisocial
Se trata de una violencia crónica en la que son frecuentes los insultos, las amenazas y la indisciplina, y donde la falta de respeto genera «un clima negativo que afecta a la relación entre los estudiantes, a la relación de éstos con los profesores y al rendimiento académico en general», explica Trianes. Por eso, la catedrática destaca la necesidad de estudiar este tipo de violencia cotidiana en la Educación Primaria, ya que «existen datos que pueden conducir, a través de diferentes trayectorias, a problemas de conducta antisocial y delincuente en la adolescencia».
Entre los estudios de Trianes destaca la valoración que hacen los profesores sobre el comportamiento de los estudiantes. Los docentes afirman que las agresiones físicas menores -como insultos y faltas de respeto-, el comportamiento disruptivo e indisciplinado, y el desinterés académico están a la orden del día entre sus alumnos.
También los estudiantes tienen su propia visión sobre este asunto. Según un estudio de CC.OO., entre el 3 y 8 por ciento de los alumnos califica de desagradable el clima social del centro y el 15 por ciento señala como «muy malas» las relaciones entre los compañeros. Así, critican la falta de respeto e insultos que tienen que soportar con una frecuencia muy alta (90 por ciento). Y por si fuera poco, las amenazas y la violencia física están presentes en las aulas, aunque son más habituales en el primer ciclo de ESO y, después, disminuyen en la etapa del Bachillerato.
Racismo en las ciudades
Pero la violencia no sólo sale a la luz en las aulas de los centros escolares. «El problema del racismo y la violencia urbana se extiende por España. Las agresiones a jóvenes, inmigrantes, personas sin techo, homosexuales y colectivos diferenciados se producen en la mayoría de las ciudades y la agitación ultra se hace visible en conciertos, paredes, estadios de fútbol, internet y otros escenarios. Estamos ante un problema que sigue creciendo peligrosamente». Así de tajante lo explicaba Esteban Ibarra, presidente del Movimiento contra la Intolerancia.
Lo que Ibarra calificó como «crimen del odio» está presente en 70 ciudades españolas en las que se han llegado a contabilizar 90 grupos racistas que mueven a más de 15.000 personas, con un amplio despliegue en internet, ya que disponen de más de un centenar de páginas web. Los datos ponen el dedo en la llaga. Ibarra recuerda que un informe del Ministerio de Justicia e Interior sobre violencia «skinhead», publicado en 1995, contabilizaba unos 2.350 «skin-nazis» en nuestro país. «Cinco años más tarde -explica- los informes policiales situaban la cifra en torno a los 10.000 congregados en una constelación de grupúsculos».
Ibarra afirma que este tipo de violencia es responsable de 4.000 agresiones cada año y de 60 víctimas mortales en los últimos doce años, entre las que recordó a Frederic Rouquier que murió a manos de los «skin-Boix» en Barcelona; la inmigrante Lucrecia Pérez, asesinada en Madrid; los jóvenes Guillen Agullo, Ricardo Rodríguez, David Martínez y Aitor Zabaleta; el angoleño Jimy Ndombele y el indigente Antonio Micol. A ellos hay que sumar casos «mal investigados» de prostitutas, homosexuales, indigentes e inmigrantes que han aparecido quemados, descuartizados o apuñalados.
LA EXCLUSIÓN SOCIAL MULTIPLICA POR CUATRO EL RIESGO DE VIOLENCIA ENTRE LOS JÓVENES
Los neurólogos destacan que experiencias traumáticas en los niños provocan alteraciones cerebrales que pueden aumentar el comportamiento violento
Por LUZ DERQUI
VALENCIA. ¿Los jóvenes violentos, nacen o se hacen? Los expertos que estos días debaten en Valencia -en un encuentro organizado por el Centro Reina Sofía para el Estudio de la Violencia- los factores que inciden en el comportamiento agresivo de los jóvenes y cómo prevenirlo, coinciden en destacar la educación y el cariño familiar como las mejores armas para luchar contra esa situación.
Para la catedrática de Psicología de la Personalidad, Evaluación y Tratamiento de la UNED, Victoria del Barrio, la socialización del niño es clave para su comportamiento adulto, e incidió en que hasta los dos años se registra el pico más alto de conductas agresivas, aunque son de baja intensidad: «No hace falta más que pasar por un parque para ver como empujan o pegan para conseguir un juguete». Después, con la socialización se va inhibiendo esta violencia a medida que el menor va desarrollando conductas alternativas para conseguir sus objetivos. Pero existen entre un 5 y un 10 por ciento de menores que, por motivos personales o sociales, no consiguen inhibir esta conducta y se convierten en adultos violentos. Por ello, la educación, y sobre todo «la educación individualizada», es el principal arma para evitar los comportamientos violentos y «además es la más barata».
El cariño, la mejor prevención
En este misma línea, el director del Centro Reina Sofía, José Sanmartín, recordó que en los casos «de violencia de alta intensidad, como son niños que matan a otros niños, siempre aparecen dos constantes: tienen una situación familiar mala y son menores excluidos del mundo y de sus compañeros». Así, resaltó que la exclusión social multiplica por cuatro el riesgo de violencia.
La negligencia de los padres en el cuidado de los hijos, la falta de «modelos masculinos positivos» y el incremento del maltrato infantil son tres de los factores que inciden en la violencia juvenil, según destacó Kathleen Heide, profesora de Criminología de la Universidad del Sur de Florida, durante el encuentro de ayer. Así, resaltó que en la actualidad es «más fácil» que los niños se críen sin «una supervisión o una guía paternal» debido al incremento de familias monoparentales, lo que ha obligado a que las escuelas adopten la responsabilidad de enseñar a los niños cómo manejarse ante un conflicto. Pero cuando se da la ausencia de una figura paterna, o de un modelo de su mismo sexo, es más probable que los jóvenes exageren su pretendida masculinidad en actos de machismo. De la misma forma, resaltó como en los últimos años se han producido cambios en la estructura familiar, -trabajo de ambos padres, divorcios o madres solteras- que han disminuido la supervisión de los niños y aumentado el riesgo de que estos se impliquen en comportamientos violentos.
Por último, Martín Teicher, especialista en neurobiología, destacó que el maltrato infantil «desencadena una cascada de procesos moleculares cuyos efectos pueden provocar un incremento de la agresividad.
UNO DE CADA DIEZ ALUMNOS DE SECUNDARIA MANTIENE ACTITUDES AGRESIVAS EN EL INSTITUTO
La mitad de los estudiantes destaca como habituales las amenazas y la violencia física y el 15 por ciento califica de muy malas las relaciones con sus compañeros . Los profesores calculan que el 20 por ciento de los alumnos de Secundaria muestran desinterés en clase, un 12 por ciento conductas agresivas y entre un uno y un 5 por ciento protagoniza robos y actos con intimidación. el director del Centro Reina Sofía, José Sanmartín, recordó que en los casos «de violencia de alta intensidad, como son niños que matan a otros niños, siempre aparecen dos constantes: tienen una situación familiar mala y son menores excluidos del mundo y de sus compañeros». Así, resaltó que la exclusión social multiplica por cuatro el riesgo de violencia.
Por LUZ DERQUI
Fuente: ABC
VALENCIA. De la violencia en las aulas tan sólo se conoce la punta del iceberg, a pesar de los continuos casos que se están registrando en los últimos días en diferentes ciudades del país. Debajo de los episodios de violencia grave subyacen multitud de agresiones, amenazas, insultos e indisciplina, que están presentes en los colegios de toda España. Pero también existen las secuelas de una violencia de media intensidad o crónica, igualmente preocupante, como se puso ayer de manifiesto en el congreso que sobre «Violencia y Juventud» se celebra en Valencia y ha organizado el Centro Reina Sofía para el Estudio de la Violencia.
Los profesores calculan que el 20 por ciento de los alumnos de Secundaria muestran desinterés en clase, un 12 por ciento conductas agresivas y entre un uno y un 5 por ciento protagoniza robos y actos con intimidación. Para la catedrática de Psicología Evolutiva, María Victoria Trianes, la situación que se vive en las aulas españolas es «muy preocupante», y aunque los episodios de violencia de gran intensidad sólo tienen una incidencia de entre un 3 y 6 por ciento, es muy frecuente la «violencia cotidiana, que tiene unos efectos dañinos sobre el desarrollo del alumno».
Conducta antisocial
Se trata de una violencia crónica en la que son frecuentes los insultos, las amenazas y la indisciplina, y donde la falta de respeto genera «un clima negativo que afecta a la relación entre los estudiantes, a la relación de éstos con los profesores y al rendimiento académico en general», explica Trianes. Por eso, la catedrática destaca la necesidad de estudiar este tipo de violencia cotidiana en la Educación Primaria, ya que «existen datos que pueden conducir, a través de diferentes trayectorias, a problemas de conducta antisocial y delincuente en la adolescencia».
Entre los estudios de Trianes destaca la valoración que hacen los profesores sobre el comportamiento de los estudiantes. Los docentes afirman que las agresiones físicas menores -como insultos y faltas de respeto-, el comportamiento disruptivo e indisciplinado, y el desinterés académico están a la orden del día entre sus alumnos.
También los estudiantes tienen su propia visión sobre este asunto. Según un estudio de CC.OO., entre el 3 y 8 por ciento de los alumnos califica de desagradable el clima social del centro y el 15 por ciento señala como «muy malas» las relaciones entre los compañeros. Así, critican la falta de respeto e insultos que tienen que soportar con una frecuencia muy alta (90 por ciento). Y por si fuera poco, las amenazas y la violencia física están presentes en las aulas, aunque son más habituales en el primer ciclo de ESO y, después, disminuyen en la etapa del Bachillerato.
Racismo en las ciudades
Pero la violencia no sólo sale a la luz en las aulas de los centros escolares. «El problema del racismo y la violencia urbana se extiende por España. Las agresiones a jóvenes, inmigrantes, personas sin techo, homosexuales y colectivos diferenciados se producen en la mayoría de las ciudades y la agitación ultra se hace visible en conciertos, paredes, estadios de fútbol, internet y otros escenarios. Estamos ante un problema que sigue creciendo peligrosamente». Así de tajante lo explicaba Esteban Ibarra, presidente del Movimiento contra la Intolerancia.
Lo que Ibarra calificó como «crimen del odio» está presente en 70 ciudades españolas en las que se han llegado a contabilizar 90 grupos racistas que mueven a más de 15.000 personas, con un amplio despliegue en internet, ya que disponen de más de un centenar de páginas web. Los datos ponen el dedo en la llaga. Ibarra recuerda que un informe del Ministerio de Justicia e Interior sobre violencia «skinhead», publicado en 1995, contabilizaba unos 2.350 «skin-nazis» en nuestro país. «Cinco años más tarde -explica- los informes policiales situaban la cifra en torno a los 10.000 congregados en una constelación de grupúsculos».
Ibarra afirma que este tipo de violencia es responsable de 4.000 agresiones cada año y de 60 víctimas mortales en los últimos doce años, entre las que recordó a Frederic Rouquier que murió a manos de los «skin-Boix» en Barcelona; la inmigrante Lucrecia Pérez, asesinada en Madrid; los jóvenes Guillen Agullo, Ricardo Rodríguez, David Martínez y Aitor Zabaleta; el angoleño Jimy Ndombele y el indigente Antonio Micol. A ellos hay que sumar casos «mal investigados» de prostitutas, homosexuales, indigentes e inmigrantes que han aparecido quemados, descuartizados o apuñalados.
LA EXCLUSIÓN SOCIAL MULTIPLICA POR CUATRO EL RIESGO DE VIOLENCIA ENTRE LOS JÓVENES
Los neurólogos destacan que experiencias traumáticas en los niños provocan alteraciones cerebrales que pueden aumentar el comportamiento violento
Por LUZ DERQUI
VALENCIA. ¿Los jóvenes violentos, nacen o se hacen? Los expertos que estos días debaten en Valencia -en un encuentro organizado por el Centro Reina Sofía para el Estudio de la Violencia- los factores que inciden en el comportamiento agresivo de los jóvenes y cómo prevenirlo, coinciden en destacar la educación y el cariño familiar como las mejores armas para luchar contra esa situación.
Para la catedrática de Psicología de la Personalidad, Evaluación y Tratamiento de la UNED, Victoria del Barrio, la socialización del niño es clave para su comportamiento adulto, e incidió en que hasta los dos años se registra el pico más alto de conductas agresivas, aunque son de baja intensidad: «No hace falta más que pasar por un parque para ver como empujan o pegan para conseguir un juguete». Después, con la socialización se va inhibiendo esta violencia a medida que el menor va desarrollando conductas alternativas para conseguir sus objetivos. Pero existen entre un 5 y un 10 por ciento de menores que, por motivos personales o sociales, no consiguen inhibir esta conducta y se convierten en adultos violentos. Por ello, la educación, y sobre todo «la educación individualizada», es el principal arma para evitar los comportamientos violentos y «además es la más barata».
El cariño, la mejor prevención
En este misma línea, el director del Centro Reina Sofía, José Sanmartín, recordó que en los casos «de violencia de alta intensidad, como son niños que matan a otros niños, siempre aparecen dos constantes: tienen una situación familiar mala y son menores excluidos del mundo y de sus compañeros». Así, resaltó que la exclusión social multiplica por cuatro el riesgo de violencia.
La negligencia de los padres en el cuidado de los hijos, la falta de «modelos masculinos positivos» y el incremento del maltrato infantil son tres de los factores que inciden en la violencia juvenil, según destacó Kathleen Heide, profesora de Criminología de la Universidad del Sur de Florida, durante el encuentro de ayer. Así, resaltó que en la actualidad es «más fácil» que los niños se críen sin «una supervisión o una guía paternal» debido al incremento de familias monoparentales, lo que ha obligado a que las escuelas adopten la responsabilidad de enseñar a los niños cómo manejarse ante un conflicto. Pero cuando se da la ausencia de una figura paterna, o de un modelo de su mismo sexo, es más probable que los jóvenes exageren su pretendida masculinidad en actos de machismo. De la misma forma, resaltó como en los últimos años se han producido cambios en la estructura familiar, -trabajo de ambos padres, divorcios o madres solteras- que han disminuido la supervisión de los niños y aumentado el riesgo de que estos se impliquen en comportamientos violentos.
Por último, Martín Teicher, especialista en neurobiología, destacó que el maltrato infantil «desencadena una cascada de procesos moleculares cuyos efectos pueden provocar un incremento de la agresividad.
UNA EXPERTA CREE QUE EN HOGARES MONOPARENTALES HAY MÁS RIESGOS DE AGRESIVIDAD JUVENIL POR LA FALTA DE RECURSOS
El director de Centro Reina Sofía afirma que la marginación multiplica por cuatro los riesgos de violencia juvenil
VALENCIA, 14 Oct. (EUROPA PRESS) –
La catedrática de Psicología de la Personaldiad de la Uned, María Victoria del Barrio, aseguró hoy, en la VIII Reunión Internacional sobre Biología y Sociología de la Violencia, que los hogares monoparentales son la estructura familiar con «más factores de riesgo» para propiciar violencia juvenil por «su falta de recursos». Además, afirmó que la prevención «verdadera» y «más eficaz» a esta conducta agresiva es una educación «más individualizada».
Del Barrio explicó, en rueda de prensa, que la estructura familiar «más problemática» es el hogar monoparental porque aglutina «más factores de riesgo», ya que tienen unos «inconvenientes» añadidos como «trabajar y educar al mismo tiempo; no cuentan con una persona de apoyo, y hay un mayor número de mujeres en una situación económica precaria»
A su juicio, el número de factores de riesgo aumenta en estas estructuras familiares «por la falta de recursos», ya que los hogares monoparentales surgen, la mayor parte de las veces, «por abandonos o divorcios». Por ello, señaló que «más que en la estructura familiar hay que pensar en la función familiar (protección, educación y alimentación)», ya que «si la función familiar se ve amenazada, entonces hay problemas».
Del Barrio explicó que «el 90 por ciento de los niños de 1 y 2 años tiene conductas agresivas plurales de poca intensidad», que consideró «normales». Por ello, destacó que «el gran reto es lograr que los niños antes de los siete años reciban de la sociedad un sistema alternativo de respuestas a esta agresión», que se va «modulando e inhibiendo» con el contacto con la sociedad.
En este sentido, señaló que «todos los niños van descendiendo esa conducta agresiva y a los 7 años aproximadamente se produce una crisis de adaptación, en la que la mayor parte de los niños inhibe esta agresividad», pero subrayó que un grupo, entre un cinco por ciento y un diez por ciento, «mantiene esas conductas agresivas y las incorpora como un sistema de respuesta», que aumenta en intensidad «al llegar a la pubertad».
EDUCACION
En su opinión, «no es fácil» conseguir de una «manera eficaz» que este grupo de niños no adopte la agresividad como respuesta porque, dijo, «suelen tener unas circunstancias sociales y personales» que les hace «preservar» este tipo de conductas. Por ello, apuntó que es necesario «dar un buen plan de respuestas a un niño para que no tenga que recurrir a la primitiva, inadecuada y asocial violencia».
En este sentido, esta catedrática subrayó que «no se puede educar igual a todos los niños», ya que «cuando se habla de igualdad de oportunidades se quiere decir igualdad de acceso a unos bienes y una formación». Advirtió de que «no se puede pensar de ninguna manera que hay un prêt-à-porter en la educación».
Al respecto, puntualizó que la educación «cuanto más individualizada, más traje a la medida, mejor». No obstante, reconoció que «es verdad que tiene que haber unos estándares mínimos e iguales para todos», pero insistió en que «cada niño necesita una atención individualizada y la familia es el órgano natural de esta individualización, sobre todo, en los tres primeros años de vida».
Del Barrio aseguró que la «prevención primaria verdadera es la educación», porque, dijo, «además de ser más barata que la sanción, es más eficaz y es absolutamente inhibidora de las conductas agresivas».
Así, concretó que como prevención a la violencia juvenil hay que apostar por una parte por «el cariño, la atención y la disciplina dentro de la familia» y por otra por «la autoeficiencia, por lograr la capacidad de resolver los problemas, sociales o intelectuales».
En este sentido, indicó que hay factores de riesgo que ayudan a que se produzcan «unas consecuencias tan desastrosas como la violencia», entre los que destacó «la falta de rendimiento escolar, la falta de apoyo familiar o la pobreza».
EXCLUSION SOCIAL
Por su parte, el director del Centro Reina Sofía para el Estudio de la Violencia, José Sanmartín, afirmó que «la marginación y exclusión social multiplican por cuatro los riesgos» de violencia juvenil.
En este sentido, destacó que de cada diez jóvenes detenidos en España «nueve son chicos; seis tienen entre 18 y 21 años; seis son españoles, siete residen en casa de sus padres; seis cuentan con antecedentes penales, y seis presentan un consumo abusivo de alcohol y drogas».
Sanmartín resaltó que aunque, entre 2000 y 2003 en España, la violencia juvenil perpetrada por menores de 21 años ha crecido cerca de un 8,86 por ciento, la cometida por menores de 18 años ha disminuido en un 10,36 ciento. Un dato, dijo Sanmartín, que preocupa al Centro Reina Sofía porque estos jóvenes de entre 18 y 21 años son «los que diseñarán la sociedad del futuro».
Además, afirmó que aproximadamente un 44 por ciento de estos jóvenes ha sufrido maltrato infantil, que «afectó al desarrollo psicosocial del niño y a su cerebro, al cambiar algunas de sus estructuras cerebrales como las relacionadas con las emociones».
En este seminario, Sanmartín defendió la Ley del Menor por «primar la rehabilitación del menor frente al castigo», pese a que «se cuestione» este aspecto.
Por su parte, el vicepresidente del Centro Reina Sofía, Francisco Murcia, apuntó, durante el acto de inauguración de este seminario sobre «Violencia y juventud», que «quizá la merma de autoridad de padres y enseñantes» es una de las causas de las conductas agresivas de este colectivo.