Tres de los cinco miembros de la comisión que en 1979 salvó el liderazgo de Felipe González en el PSOE eran masones, recordó el historiador en un repaso a la historia de la masonería.
Por Carmelo López-Arias
El Semanal Digital
28-01-2005
¿secretos o discretos?
En su visión panorámica de esta organización a lo largo de los últimos tres siglos, Vidal se aleja de la leyenda rosa dibujada, entre otros, por José Antonio Ferrer Benimeli. Este jesuita, dijo, «ha realizado un trabajo notable de estudio de fuentes para ciertos periodos, pero relativiza el elemento gnóstico, iniciático y ocultista de la masonería, la considera una sociedad discreta pero no secreta», etc., e incluso niega el papel decisivo de la Logia Lautaro en el proceso de independencia de la América española a principios del siglo XIX. El mismo José de San Martín, «aunque a los argentinos católicos les duela oírlo», era masón y «esto es indudable», concluyó el autor.
Corrupción
«Si unimos una sociedad secreta con el vínculo de ayuda mutua entre los socios, se crea el caldo de cultivo ideal para la corrupción», señaló Vidal. Puso un ejemplo: el mismo Benito Pérez Galdós describió el trienio liberal (1820-1823) como una «oficina de empleo» en la cual los masones, triunfantes en esa revolución, coparon y se repartieron los puestos administrativos.
La gran importancia de la masonería durará hasta 1939, pues «recibe un mazazo espectacular con la Guerra Civil» que la deja desarticulada. Los militares pertenecientes a las logias se dividieron ante el Alzamiento Nacional, pues «un sector de ellos, asustados ante lo que había pasado en la Revolución de 1934, se sumaron a él», aunque luego o bien padecieron la Ley de Represión del Comunismo y la Masonería, o bien enterraron su vinculación pretérita. En el bando frentepopulista, sin embargo, tenían tal influencia que «documentos recientemente desclasificados en la URSS revelan la preocupación ante la misma de los asesores soviéticos».
En cualquier caso la Masonería quedó desarticulada en España tras la contienda y no comenzó a reorganizarse hasta los años setenta.
Felipe González y la Internacional Socialista
Uno de los masones que regresaron a la muerte de Franco fue José Prat, «personalidad de enorme importancia en el nombramiento de Felipe González». Vidal señaló asimismo que, cuando la crisis de 1979 estuvo a punto de costarle el liderazgo del PSOE a González, en la comisión extraordinaria nombrada para resolverla había tres masones sobre un total de cinco miembros, entre ellos el presidente de dicha comisión, José Federico de Carvajal, nombrado presidente del Senado en cuanto los socialistas ganaron las elecciones en 1982.
Esta suerte de padrinazgo masónico es más evidente en otros destacados miembros de la Internacional Socialista. César Vidal señaló que Bruno Kreisky, François Mitterrand, Bettino Craxi, Helmut Schmidt y Mario Soares, esto es, todos los líderes socialistas europeos de los años 70-80, fueron masones.
En cuanto a Estados Unidos, la tradición puritana y la tradición masónica mantienen una pugna que en estos momentos se salda a favor de la primera. Pero en otros periodos de la historia norteamericana, recordó Vidal, la predominancia masónica fue absoluta. En particular, durante la presidencia de Andrew Jackson (1829-1837) la Casa Blanca se llenó de miembros de las logias.
La Constitución europea
Es conocida la postura contraria de César Vidal a la Constitución europea. Interrogado sobre una posible influencia de la doctrina masónica en el texto del Tratado, el historiador la cifró en tres aspectos: 1) el hecho de que se haya planteado un concepto de Europa que incluye un salto de siglos desde la antigüedad grecorromana a la Ilustración, obviando la herencia cristiana; 2) el texto constitucional, al amparar la libertad de las «sociedades filosóficas», consagra la existencia de éstas en una forma que Vidal entiende referida «a la escuadra y al compás»; 3) además, la Constitución «consagra una forma de gobierno oligárquico donde el Parlamento no fiscaliza al Gobierno, y que tiene muchos paralelismos con los sistemas preconizados por logias masónicas anteriores, como la misma Logia Lautaro».
Además está la personalidad de Valéry Giscard d´Estaign, fautor del texto («que impuso al Parlamento», recalcó), durante cuya presidencia francesa (1974-1981) tiene lugar una avalancha masónica en la política gala, «inexistente con Charles De Gaulle, quien desconfiaba de los masones por su politiqueo en el Ejército, y que ya había iniciado tímidamente Georges Pompidou». Éste llegó a tener dos ministros de las logias, pero bajo Mitterrand el porcentaje alcanzaría el 30%, indicó, así como que Jacques Chirac ha mantenido esa influencia, desmedida si tenemos en cuenta que los masones suponen el 0,5% de la población.
La componente ocultista
Vidal resaltó la incompatibilidad entre la masonería y el cristianismo, de orden espiritual: «A un masón se le inicia en unos misterios que supuestamente retrotraen a una sabiduría de la antigüedad pagana». De ahí las condenas no sólo de la Santa Sede, sino también de confesiones protestantes.
«Históricamente, la masonería ha querido siempre extirpar a la Iglesia Católica de la vida pública, y en particular de la enseñanza. Y así, por ejemplo, el primer director de Instrucción Pública de la Segunda República fue el socialista Rodolfo Llopis», comentó el autor antes de comentar el fundamental papel de la masonería durante dicho régimen.
Esa cosmovisión de corte iniciático se halla también en los orígenes de grupos gnósticos o esotéricos como la Sociedad Teosófica o las corrientes de Helena Blavatsky o Aleister Crowley: «Todos ellos son masones que quieren profundizar en el conocimiento oculto a que aspiran, y para el cual la masonería se les queda corta». En el caso de Albert Pike y su Moral y dogma, hay incluso una identificación entre el «ángel de luz» y Lucifer, aunque según Vidal los posibles cultos satánicos no pueden extrapolarse al conjunto de los masones.