Descienden 20 metros por una escalera de bambú hacia el interior de un pozo húmedo, se agachan para entrar en un agujero de 60 cm. de altura y se arrastran 90 metros a través del barro antes de comenzar una larga jornada extrayendo carbón.
Los niños mineros visten camisetas de manga corta, pantalones de pijama y botines de goma.
Sujetan linternas en la cabeza con un trapo que también les permite taparse los oídos.
Y cada día miran cara a cara a la muerte. Son niños mineros en India.
Dos niños de tantos…
Sanjay Chhetri y Surya Limu no deberían tener tanto en común. Uno tiene 13 años, el otro 17: un mundo de diferencia a esas edades. Uno es oriundo de Shillong, la capital de estado indio de Meghalaya; el otro es un nepalés que vive en Rymbai, un pueblo del mismo estado.
Ambos, sin embargo, viven con el mismo miedo: que el lugar en el que trabajan un día se colapse y les entierre vivos. Sanjay y Surya son solo dos ejemplos del suplicio de los niños mineros en India, cuyo diminuto físico se aprovecha para que los menores pasen por pasajes angostos, hasta claustrofóbicos, y salgan, doce horas después, con un carro lleno de carbón.
La miseria generalizada, la corrupción, las escuelas viejas y en mal estado, el absentismo de los profesores…No hay mejor ilustración del problema que las dickensianas minas similares a ratoneras de este estado de Meghalaya.
India es el tercer productor internacional de carbón térmico.
La presencia de niños esclavos se confirma: nada menos que 70.000 niños trabajan en unas 5.000 minas.
Suresh Thapa, de 17 años, afirma ganar entre 37 y 74 dólares a la semana, en un país donde dos tercios de la población vive por debajo de 15.
Fuentes: Gaceta Trotamundos, New York Times