Los obispos marfileños hacen un llamamiento a la paz

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Juan Pablo II solicitaba, hace unos días: «¡Que callen las armas, que los acuerdos de paz sean respetados, que se reanude el diálogo!» Los obispos marfileños han tenido duras palabras para los franceses, a los que ha mostrado su «compasión por vuestros hijos y hermanos caídos durante estos acontecimientos». Recuerdan que, ya en 2003, cuando la fuerza de interposición intentaba garantizar la paz en la región, se preguntaron por el «papel ambiguo, zigzagueante y confuso de las autoridades francesas. (…) ¿Por qué Francia se presta a este doble juego? ¿Acaso para defender sus intereses? ¿Es conveniente colocar el interés particular de las empresas multinacionales, aunque dispongan de poderosos medios financieros, por encima del interés de una nación, de un pueblo?». Incluso llegan a plantear la duda de si Francia no estará actuando para «desestabilizar Costa de Marfil, y reducir de nuevo este país a una colonia francesa».

Por María S. Altaba,
Alfa y Omega, 18-11-2004

Costa de Marfil vive la mayor crisis de su endeble paz desde que se firmaron los acuerdos de Accra, en julio de 2003. Hace dos semanas, aviones marfileños atacaban por sorpresa un destacamento francés y algunas posiciones de los rebeldes del norte. Nueve ciudadanos galos cayeron en la agresión. En respuesta, Francia ordenó un bombardeo sobre aviones y helicópteros del país de África Occidental. Mientras la Unión Africana, a través del Presidente de Sudáfrica, intenta mediar en el conflicto, los obispos marfileños piden calma a la población local y critican a París por lo que consideran una respuesta desmedida. El Papa ha pedido «que callen las armas» y que se respeten los acuerdos de paz

En unas horas, se rompió la débil paz que se mantenía en Costa de Marfil, el mayor productor de cacao del mundo. El ataque por sorpresa perpetrado por fuerzas aéreas del ejército marfileño, el pasado 6 de noviembre, contra un destacamento de tropas francesas y unas posiciones de rebeldes ha sido el detonante de la actual situación. La respuesta gala ha sido tan contundente que los obispos de este país africano se preguntan: «¿Cómo comprender que un desgraciado incidente pueda incitar a una reacción de tal envergadura y tan desproporcionada por parte de Francia?»

No todas las voces son críticas con la decisión de París. El Gobierno norteamericano ha hecho público su total apoyo a la actuación de Francia y ha condenado plenamente los ataques de militares marfileños. Hay que recordar que en estos ataques también falleció un estadounidense. El Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, donde tanto Francia como Estados Unidos tienen representación permanente, también condenó la actuación del ejército africano. A propuesta del Gobierno de París se está estudiando la posibilidad de imponer sanciones económicas a Costa de Marfil y limitar, así, el comercio de armas.

El Presidente francés, Jacques Chirac, ha pedido al Gobierno del Presidente Laurent Gbagbo que «asuma sus responsabilidades de orden público». En ese sentido coincide con la petición lanzada por la Conferencia Episcopal de Costa de Marfil, que decía a sus «hermanos y hermanas marfileños» que «comprendemos y compartimos vuestro dolor y vuestros sufrimientos. Sin embargo, invitamos a nuestros responsables políticos a hacer un esfuerzo para calmarse, con el fin de canalizar y conjugar todas nuestras fuerzas para alcanzar la paz que tanto anhelamos». El ministro de Asuntos Exteriores francés, Michel Barnier, invocaba la legítima defensa como el motivo por el que las tropas galas habían dejado inutilizado buena parte del material aéreo marfileño con el que se desarrollaron los ataques. Para París, «Francia no podía quedarse sin reaccionar».

Los obispos marfileños han tenido duras palabras para los franceses, a los que ha mostrado su «compasión por vuestros hijos y hermanos caídos durante estos acontecimientos». Recuerdan que, ya en 2003, cuando la fuerza de interposición intentaba garantizar la paz en la región, se preguntaron por el «papel ambiguo, zigzagueante y confuso de las autoridades francesas. (…) ¿Por qué Francia se presta a este doble juego? ¿Acaso para defender sus intereses? ¿Es conveniente colocar el interés particular de las empresas multinacionales, aunque dispongan de poderosos medios financieros, por encima del interés de una nación, de un pueblo?». Incluso llegan a plantear la duda de si Francia no estará actuando para «desestabilizar Costa de Marfil, y reducir de nuevo este país a una colonia francesa». Sin embargo, Francia niega rotundamente este extremo, y fuentes del país europeo explicaron que, de ninguna manera quieren cambiar el orden institucional. No obstante, son muchos los rumores que apuntan a que, tras el ataque, hay un intento por desestabilizar al país y, con ello, al Gobierno.

La guerra de Costa de Marfil es una larga sucesión de batallas con difíciles visos de solución. Por eso Juan Pablo II solicitaba, hace unos días: «¡Que callen las armas, que los acuerdos de paz sean respetados, que se reanude el diálogo!» Precisamente con este objetivo se ha ofrecido como mediador el Presidente de Sudáfrica, Thabo Mbeki, a petición de la Unión Africana, que está dispuesto a recibir tanto al Presidente marfileño como a la oposición, a los grupos rebeldes leales al general golpista Robert Guei.

El Papa confió al pueblo marfileño a María, Reina de la paz, con la esperanza de que la población de este país no siga sufriendo ni entre de nuevo en la espiral de violencia que ha caracterizado los últimos años. Costa de Marfil está fraccionado en dos: el norte musulmán, donde se cultiva la mayor parte del cacao que después compran empresas multinacionales, y el sur, mucho menos desarrollado y de religión católica o animista. Aproximadamente el 16% de los 17 millones de marfileños son católicos. Son mayoría los seguidores de Alá, que representan entre un 35 y un 40%, y también tienen gran predicamento las religiones animistas, que congregan a un amplio sector de la población.