Los protocolos de El País

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'Grandes intelectuales comunistas y socialistas, a los que he conocido personalmente, tenían una visión laica pero moral; esto es, creían en un proyecto moral y ético auténtico'

Una reciente entrevista concedida a la revista italiana Famiglia cristiana, el Secretario de Estado, cardenal Tarcisio Bertone, añoraba la izquierda de otros tiempos, nada complaciente con la Iglesia: «El partido comunista de Gramsci, Togliatti y Berlinguer –decía Bertone– no hubiera aprobado nunca la deriva que se perfila hoy. Grandes intelectuales comunistas y socialistas, a los que he conocido personalmente, tenían una visión laica pero moral; esto es, creían en un proyecto moral y ético auténtico».


            La divergencia entre una izquierda idealista, capaz de entrar en diálogo con la Iglesia por la defensa de los valores esenciales, y otra pragmática, que ve en las autoridades religiosas la competencia que no desea para su liderazgo moral, va definiendo las relaciones entre los Gobiernos socialistas y la Iglesia católica en España.

            A ese difícil equilibrio se refería el diario El País, hace unos días, cuando reconocía que «la izquierda laicista no acierta a comprender la postura del Gobierno», al que reclama otro comportamiento hacia la Iglesia católica. Es la reivindicación constante de El País desde hace años.


            Para ello repite un mismo patrón que se basa en potenciar la conflictividad entre el Gobierno y la Iglesia. Cuando hay un problema real, el medio se convierte en tercero en discordia, y, cuando no lo hay, en su incitador, hasta el punto de conseguir elevar una mera molestia a la categoría de gran polémica. Es lo sucedido con el Encuentro de las familias en Madrid.


            El diario El País pretende, legítimamente, orientar a la izquierda española en su relación con la Iglesia. Desempeña así un papel de brújula que resumió hace años Umbral, diciendo que este periódico no es el BOE del PSOE, sino su Biblia. Para ello, suele repetir un protocolo que ha demostrado su eficacia cada vez que se vislumbra una polémica entre el Gobierno (socialista) y los obispos. Ese protocolo se activa ante los documentos o manifestaciones públicas eclesiales que versan sobre asuntos de calado político.


            Su actuación se estructura en tres fases y tres tipos de textos: el previo, el relato de ofensas y una conclusión, a modo de editorial. El previo es un texto publicado antes del acontecimiento que prepara al lector. El relato de ofensas es el modo de contarle lo sucedido, interpretándolo como un episodio de la guerra que la Iglesia libra contra el Gobierno. La conclusión pasa siempre por la denuncia de los Acuerdos Iglesia-Estado ante el Vaticano. A esta secuencia repetida hay que añadir la consiguiente reacción de algunos dirigentes del PSOE que dan eco a los titulares y argumentos esgrimidos por El País. Con todo ello, la polémica está servida. Uno de los modos de reconocer la estrategia desplegada es atendiendo a la importancia objetiva del hecho. Es lo ocurrido con el mensaje de los cardenales en Colón. No era nuevo, pero era inoportuno, sobre todo porque la Iglesia se coló en la agenda mediática durante la tregua navideña, esto es, mientras los líderes políticos estaban ausentes del escenario. Así, el mensaje de los obispos llenó los informativos antes de Nochevieja y Año Nuevo, con el retraso inevitable de la respuesta.


            El País, además, utiliza las tácticas de la personalización y el fomento de la división. La primera supone buscar un villano que, en tiempos de Felipe González, fue el cardenal Suquía, y ahora, los cardenales Rouco, Cañizares y García Gasco. La segunda aplica el divide y vencerás, presentando a obispos dialogantes, como monseñor Blázquez, frente a los intolerantes ya mencionados. Ésa es, de hecho, la consigna repetida en el V Encuentro de las Familias, donde el diario que había abominado de Benedicto XVI, el guardián de la ortodoxia, defendía su talante cuando visitó Valencia, como forma de oponerlo al integrismo feroz de los obispos españoles. Ahora, de hecho, la consigna se resume en Roma es buena, Madrid es mala y Toledo es peor. Un modo, como otro cualquiera, de señalar a su candidato favorito.              Otra tradición de El País.


Mª José Pou Amérigo, es profesora de la Universidad Cardenal Herrera CEU y autora de la investigación Los obispos en la vida pública española.
(semanario Alfa y Omega)