Los españoles no ven entre sus principales preocupaciones lo que hoy en día se considera una de los principales temas, el mayor éxodo de la historia desde la segunda guerra mundial: más de 50 millones de refugiados.
Ni un solo español (0,0%) lo sitúa entre los 39 principales problemas de España ni entre los que más le afectan por los que pregunta el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) en el barómetro de febrero.
El 47,5% de los españoles considera que el segundo mayor problema de España es la corrupción, solo superado por el paro, según el barómetro de febrero que el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) ha publicado en estos días. La preocupación por la corrupción y el fraude crece ocho puntos con respecto a la encuesta de enero (del 39,2% al 47,5%), mientras que la del paro se mantiene estable.
Incluso el 15,4% considera que la corrupción le afecta personalmente, más de cuatro puntos más que en la encuesta anterior. La ausencia de Gobierno solo preocupa al 1,4% de los españoles, un porcentaje similar a la inquietud que provoca la independencia de Cataluña.
Sociológicamente nos sitúa ante un panorama inquietante, y que se explica fundamentalmente en una sociedad enriquecida, que está perdiendo sus privilegios (la sociedad del «bienestar»), y su horizonte vital es reclamar ¿qué hay de lo mío?, todo hay que decirlo, en una desigualdad creciente.
La baja preocupación por el tema de los refugiados se puede equiparar a lo que es el primer problema de la humanidad: el Hambre; y se une a una falta de consideración estructural del paro y la esclavitud, como temas globales, con causas transversales en lo económico, en lo político, y en lo cultural.
Ya en enero, la mayoría de los españoles (66%), creía (insolidariamente) que Europa debía controlar mejor sus fronteras para evitar la llegada de refugiados e inmigrantes, según el Barómetro de opinión del Real Instituto Elcano.
En estos días, en Francia, hay protestas por la reforma laboral emprendida por Hollande, como en España en su momento, el imperialismo aprieta las tuercas al mundo del trabajo, igual que se fomenta la esclavitud, la economía informal y el paro en los países empobrecidos.
¿Hay una visión solidaria e internacionalista de los problemas?
Si no la hay el fascismo en cualquiera de sus formas está a la vuelta de la esquina.
Luis Antonio Macías