Madres centroamericanas buscan a sus hijos

2439

La “Bestia”, chifla y chifla.
Su chiflar es para acallar
el aullar de hombres y mujeres,
que en su andar, gritan dignidad
(Anónimo.)

Un viaje, la cara de una moneda…

Salió de El Salvador hace dos meses y desde entonces camina con sigilo guía con paciencia a sus hermanos. A los 20 años, dueño de su miedo, Auner no quiere dar un paso en falso. NO quiere caer en manos de la Migración, no quiere ser deportado, no quiere que le desanden su camino, porque eso significaría tener que volver a empezar. Como a él le gusta repetir: «Para atrás, solo para tomar impulso».

Auner se levanta silencioso y pensativo. Camina la vereda polvorienta que termina en el albergue de Ixtepec, en el estado de Oxaca. Se une a El Chele y Pitbull, sus hermanos menores, y hacen rueda junto a los lavaderos a medio construir. Nos envuelve un calor húmedo que casi pude tocarse. Discuten cómo continuarán la huida. La pregunta es una: ¿seguir en el tren como polizontes o ir en buses por los pueblos indígenas de la sierra con la esperanza de que no haya retenes policiales?. El viaje por la sierra los llevaría a atravesar lo verde y espeso de la selva oaxaqueña, a transitar lo irregular. Los llevaría a internarse en un camino poco conocido por los migrantes. Es una ruta alternativa utilizada sobre todo por coyotes y que llegó a oídos de Auner gracias a que Alejandro Solalinde, el sacerdote que fundó este albergue, entendió que no estaba de más dar una opción extra a los que huyen.

El viaje en tren los obligaría a encaramarse como garrapatas en el lomo del gusano metálico. Aferrarse en medio de la oscuridad a las parrillas circulares del techo y seguir así durante seis horas, hasta llegar a Medias Aguas, en Veracurz. Luego tendrían que tumbarse en el suelo, en las afueras de ese pueblo escondido a esperar que salga otro tren. Dormir con un ojo cerrado y el otro medio abierto a la espera de señales para echarse a correr. Porque Medias Aguas es base de los Zetas.

Los Zetas es un grupo formado en 1999 por el narcotraficante Osiel Cárdenas Guillén, preso desde 2003 en Estados Unidos. El fundador del proceso cártel del Golfo creó los Zetas con algunos militares de élite, algunos incluso pasaron por la Escuela de las Américas, que desertaron para formar este grupo que ahora se considera un cártel con independencia y que desde 2007 agregó a sus actividades el secuestro masivo de indocumentados, por los que pide rescate a sus familiares.

La respuesta a la pregunta que se hacen los hermanos Alfaro podría parecer lógica para cualquiera que no conozca las reglas de este camino. Sin embargo, el riesgo de la sierra tampoco es leve. De cada diez indocumentados centroamericanos seis son asaltados por las mismas autoridades mexicanas. Esa sería una catástrofe para unos muchachos que atesoran los 50 dólares que su padre les envía desde Estados Unidos cada cuatro días. Los atesoran porque con ellos compran las tortillas y los frijoles que comen una vez al día cuando no están en un albergue y se sientan entre matorrales a recuperar aliento para seguir en esta huida.

La decisión es aún más complicada para quienes huyen de la muerte, porque el retorno no significa nomás volver a casa con los hombros abajo y las bolsas vacías. El retorno puede costarles la vida, igual que subirse al tren, que a tantos ha despedazado. Hoy mismo me enteré de que José perdió su cabeza bajo el tren. Era el menor de tres salvadoreños con los que hace dos meses hice un recorrido por La Arrocera, bordeando la carretera para no enfrentar a las autoridades. Un corte limpio, me contaron. Acero contra acero. Fue allá por Puebla, unos 500 kilómetros arriba de donde ahora estamos. El viaje es intenso. El sueño es leve. El cansancio a veces gana y eso mata.

José cayó en uno de los tambaleos, que sin problemas sacudió a un hombre débil y medio dormido. Me lo contó Marlon, uno de los que viajaban con él. Ellos también huían. En su caso, sí tenían certeza de por qué. Escapaban de las pandillas, que arruinaron su panadería cuando les impusieron una renta impagable: 55 dólares semanales o la vida. La empresa entera emprendió la retirada. Eduardo, el propietario y panadero; José, el repartidor; y Walter, el ayudante. Uno de ellos ya volvió a El Salvador en una bolsa negra.

Los hermanos Alfaro decidirán esta noche qué hacer. Tienen que decidir con tino; si no, podrían encontrar aquí lo que buscan dejar allá abajo.

Otro Viaje, la otra cara de la misma moneda…

El 15 de octubre a las 9:00 de la mañana, madres procedentes de El Salvador, Nicaragua, Honduras y Guatemala, iniciaron la caravana de madres de Migrantes Desaparecidos en Tránsito por México «Liberando la Esperanza», en busca de sus hijos desaparecidos, para llegar a la frontera México-Estados Unidos. Son 19 días de viaje 2 autobuses en ruta, 23 localidades dentro de la ruta migrante, en 14 estados de la republica, casi 4,600 km, de recorrido.

Unos 70,000 migrantes centroamericanos han desaparecido en los últimos seis años mientras intentan llegar al norte, desde que se inicio «la guerra contra el crimen organizado». De 2006 a la fecha, esta terrible situación, lejos de aminorar se ha ido agravando particularmente en estos días de fin de sexenio, donde se registra un alarmante incremento en las muertes levantones, la desaparición de migrantes, su tortura, las detenciones arbitrarias, el secuestro, extorsiones, violaciones a mujeres y hombres, la venta de órganos, y el tráfico de personas. El 66% son mujeres, las masacres y demás atrocidades sufren en nuestro país los emigrantes.

El padre Juan Luis Carvajal, quien trabaja en la pastoral de Movilidad Humana de la Conferencia Episcopal de Guatemala, puso de ejemplo el secuestro reciente del que fueron víctimas unas cuarenta personas ocurridas en el estado mexicano de Veracruz, de quienes no saben dónde están. El religioso mostró mucha preocupación porque dentro de los casos que constantemente conocen de personas de la región que están desaparecidas, hay niños, niñas y adolescentes que no han sido localizados.

Las madres de los desaparecidos utilizaron un mecate como tendedero para colgar las fotografías de sus hijos, rostros de otros conocidos de quienes no se sabe su paradero. No se hacen esfuerzos por identificar a los caídos. Las madres mexicanas han pedido acciones coordinadas de las dependencias federales y estatales para encontrar a los culpables, con poca respuesta en la mayoría de los casos. Ahora mismo se están moviendo todas las dependencias para dar con los responsables del lamentable asesinato del hijo de un conocido político, las madres piden «que procedan de la misma manera para dar con el paradero de sus seres queridos que están desaparecidos, se conozca la verdad y se acerque la justicia a los nadie, a los sin poder, a las miles y miles de víctimas de este sexenio sangriento y definido por la muerte». Hay fosas comunes en todos los panteones mexicanos donde han sido enterrados migrantes sin identificación, que se suman a las fosas clandestinas y las masacres. Fosas que no se buscan y se teme confirmar lo que nos dicen testimonios recogidos en la ruta: «México entero es un cementerio de migrantes»

Olga Marina Hernández, hondureña, que en su segundo intento espera reencontrarse al paso de la caravana en Monterrey con su hijo Gabriel Salmerón Hernández. Comentó que hace cuatro años su hijo pretendió cruzar «de mojado» la frontera de México, pero se quedó en Nuevo Loredo, pero allí se volvió adicto a la droga y según lo que ella sabe deambuló por dos años. Luego fue rehabilitado con ayuda de un pastor evangélico de la zona. En la pasada caravana Hernández había viajado para buscarlo.

Mejor suerte fue el de José Venancio Mateo y Silvia Campos, quienes lograrán reencontrarse con su hijo Servelio Mateo Campos, de 26 años, a quien desde hace ocho años no ven, después que él dejó su país Honduras, y «se fue de mojado» con intenciones de llegar a Estados Unidos.

Las madres de los desaparecidos exigieron la creación de una estancia especializada que atienda en su conjunto todos los delitos cometidos contra los migrantes y la coordinación de ésta a nivel nacional y regional. También requieren crear un programa federal y regional entre los países de atención integral a las familias de los ausentes y víctimas de delitos durante su paso por México.

Requieren formar una comisión internacional de expertos forenses independiente para indagar el caso de los 72 centroamericanos asesinados y sepultados en San Fernando, Tamaulipas y de los cuerpos que aún no han sido identificados, que puede ser que hayan sido migrantes.

Por último reclaman que Honduras, El Salvador, Nicaragua, Guatemala, México y Estados Unidos, garanticen una búsqueda de los migrantes en vida, que no traten de encontrarlos sólo en panteones, anfiteatros o fosas comunes; y demandan una investigación efectiva de los delitos, violaciones y atropellos que se han cometido en su contra por parte de policías, militares y civiles y en algunos casos de funcionarios del Instituto Nacional de Migración (INM). Exigen que la identificación de restos se de en igualdad de condiciones en todas esas naciones, entre ellas la Fundación para la Justicia y el Estado Democrático de Derecho y Fuerzas Unidas por nuestros Desaparecidos en México (Fundem).