Malos tiempos para la prensa. Historia del hedor

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Juan Luis Cebrián, Consejero Delegado de Prisa, jefe in pectore, de la Casa Polanco, repudia internet y los confidenciales, que asegura que mienten más que informan y que extorsionan sin descanso y sin parar a políticos y empresas para conseguir información.

Cazurra Bit | León | 01-09-2004
cazurrabit.com

Llama poderosamente la atención que Juan Luis Cebrián, la voz profunda de Jesús Polanco, dueño del grupo PRISA, acuse a diestro y siniestro de chantaje y extorsión. Es bien conocido que Polanco se autoadjudicó, en tiempos del felipismo una cadena de pago, Canal+, utilizando la red pública de trasmisión de señal, excluyendo a cualquier otro. Que acusen de extorsión y chantaje los que se apoderaron de la Cadena Ser por la puerta de atrás, los que cerraron Antena 3 Radio con patada en la puerta y los que retorcieron el pescuezo al gobierno de Aznar hasta quedarse con toda la televisión digital de pago, tiene enjundia.

Cuenta Lawrence Lessig en su último libro Free Culture, «que cuando los ancianos se sentaban en los parques o en las esquinas de las calles y contaban historias que los niños y otra gente consumían, eso era cultura no comercial. Cuando Noah Webster publicaba su antología de artículos, o Joel Barlow sus poemas, eso era cultural comercial». Al principio la cultura comercial abarcaba muy pocas cosas, ya no es así, su poder se ha extendido y expandido de manera infatigable poniendo en un brete, incluso, a todos los sistemas educativos construidos alrededor de un viejo principio: la libre transmisión de la cultura.

Cada vez hay que pedir mas permisos para transmitir bienes culturales, poniendo bajo el radio de acción de las leyes de copyright cantidades crecientes de cultura y creatividad. Nuestra cultura es cada vez más una cultura de permiso y menos una cultura libre.

Internet, dice Lessig y nosotros con él, ha venido a equilibrar tanta desproporción, aspecto que inquieta a las grandes corporaciones mediáticas, a las grandes industrias del copyright, y de consecuencias imprevisibles.

Juan Luis Cebrián, la otra cara de Lawrence Lessig, Consejero Delegado de Prisa, jefe in pectore, de la Casa Polanco, repudia Internet y los confidenciales, que asegura que mienten más que informan y que extorsionan sin descanso y sin parar a políticos y empresas para conseguir información. Así lo ha dicho, sin pestañear, en el Forum Nueva Economía, a finales de septiembre, anunciando urbi et orbe que anunciarse en internet no sirve para nada. ¿Qué valor tiene para Juan Luis Cebrián, los 2.700 millones de $, invertidos en publicidad en EE UU, en el último trimestre de 2004, según cifras del Interactive Advertising Bureau (IAB), como en los mejores tiempos de las punto.com? ¿A qué teme Juan Luis Cebrián?

De paso, también sin pestañear acusó a Aznar de presionar a la prensa como nadie lo había hecho jamás desde el franquismo (!). Llama poderosamente la atención que Juan Luis Cebrián, la voz profunda de Jesús Polanco, dueño del grupo TiMÓN (dueño a su vez del grupo PRISA) y conocido en ambientes financieros y políticos como el Yayo, acuse a diestro y siniestro de chantaje y extorsión. Es bien conocido que el Yayo, se autoadjudicó, en tiempos del felipismo una cadena de pago, Canal+, utilizando la red pública de trasmisión de señal, excluyendo a cualquier otro. Que acusen de extorsión y chantaje los que se apoderaron de la Cadena Ser por la puerta de atrás, los que cerraron Antena 3 Radio con patada en la puerta y los que retorcieron el pescuezo al gobierno de Aznar hasta quedarse con toda la televisión digital de pago, tiene enjundia.

Poco importa que ahora, con Sogecable en graves dificultades económicas, el Yayo esté peleando por endosar Sogecable a Telefónica (deuda incluida). El Yayo, está dejando claro que su apoyo a Zetapé, tenía un triple precio, un nuevo capataz de Telefónica en sustitución de Cesar Alierta, que aceptara el endose de Sogecable, autorización administrativa para convertir Canal+, (cercenadas todas sus posibilidades de crecimiento por obra y gracia de Digital+, en un canal abierto) y otra más para permitir a su red de televisión local, Localia, emitir en cadena. Para el último caso, Localia, el Yayo dispone de un último cartucho, emitir sus informativos y programas con unos minutos de diferencia en las distintos territorios, a imagen y semejanza de lo que en su día hizo Berlusconi. Los negocios de el Yayo, con Digital+, Canal+ y Localia, pueden entrar en fase clínica si Zetapé no interviene con celeridad. Morirían de éxito político y fracaso profesional. Vivir a la sombra del poder suele producir buenos réditos, el Yayo lo sabe bien, pero no hay automatismo si se desconoce el negocio y de qué va la feria.

La prensa de pago

Al monopolio tradicional de la prensa escrita, la radio y la TV, como por ensalmo, le ha salido un competidor no sujeto a las presiones y mediaciones de los grandes medios de comunicación de masas, la Internet, que poco a poco roe y carcome su tradicional influencia y legitimidad. No es un tema menor, su capacidad de arropar al poder o poderes se desgasta y se desgasta por la misma razón su capacidad para atraer negocio a sus cuentas de resultados. Ocurre, además, otra cosa de importancia estratégica, la percepción social sobre su autoridad tradicional se deteriora a grandes pasos como revelan todas las encuestas y con ella la imagen que de sí mismos tienen los periodistas y personas que trabajan para dichos grupos mediáticos. Están cambiando bruscamente sus señas de identidad.

Es un fenómeno sobrevenido por la capacidad de internet para urgar en la herida del descrédito, poniendo el dedo sobre la herida de un grupo de empresarios ventajistas y aprovechados, alineados con sus propios intereses al amparo del derecho a informar y estar informados.

A tal punto han llegado las cosas, que se multiplican por todas partes los medios de comunicación escritos, periódicos, que reproducen el modelo de negocio de la radio y televisión en abierto, que regalan y se financian con la publicidad erosionando de manera acelerada la circulación de sus señeras cabeceras y que ha obligado al grupo PRISA a concentrar sus esfuerzos de marketing en su oferta de fin de semana.

La prensa escrita, inspirada en la rapacidad de sus propietarios se ha ido convertido, poco a poco, en prensa de teletipos, de fax y de sobres. No hay analistas con temperamento intelectual, no hay reportajes, no hay crónicas, no hay investigación, no hay nada. Todo es manipulación e información sesgada. Todo se reduce a un ejercicio de simulación y distracción. Ellos tienen los medios, pero hace muchos años que les falta la voluntad de servir a sus lectores con información de calidad. Reproducen teletipos, reproducen comunicados y reproducen lo que les remiten los distintos gabinetes de prensa. Publican aquello que satisface su cuenta de resultados y sus necesidades de simulación. Simulan el ejercicio de informar. Sus prácticas están tan lejos de la calidad como lo está la Tierra del planeta Neptuno. Cuando dicen que investigan, todo se reduce a recibir un sobre o una confidencia interesada con fines, evidentemente, muy sesgados. Es la razón principal de su pérdida de influencia, de su nula capacidad de convocatoria y de su credibilidad. Si apoyan a un candidato, el candidato, invariablemente, pierde las elecciones. Al candidato se le apoya destruyendo al contrario.

Retienen capacidad de destrucción, la asociada a la circulación de sus cabaceras. Han perdido por completo su capacidad para construir. Hemos llegado a tal punto de autoaniquilación que recuperar su razón de ser, se antoja una tarea ímproba para la que no hay voluntad y faltan las energías. Su inclinación al dinero fácil les ha precipitado en el abismo de la desinformación constante. Están adscritos a la cuenta de resultados al amparo del derecho a informar y estar informado. Son el hampa del derecho a informar y estar informado. Desacreditan todo lo que tocan, la política, las ideas, la ciencia, el arte, las instituciones y las empresas. Acaparan la publicidad al provecho de unos lectores pasotas, empresarios desinformados y agencias de publicidad despistadas. ¿Cuánto les durará el momio?.

La difícil reparación

Estados Unidos es la única prensa del planeta que ha optado voluntariamente por los golpes de pecho y ha entonado el mea culpa en un intento de recuperar la credibilidad perdida. El New York Times se deshizo en disculpas ante los excesos de uno de sus brillantes redactores, Jayson Blair, con querencia por las historias inventadas. ¿Qué pasaría si se auditaran las crónicas de los distintos corresponsales de prensa de periódicos, agencias, radio y televisión, repartidos por el mundo, de la prensa española?.

Otros grandes medios de comunicación han tenido, por distintas razones, que pedir excusas a sus lectores. La televisión también ha salido damnificada de esta singular merma de descrédito. Dan Rather, conocido por su estilo duro, resistente, justo y preciso, el veterano conductor (73 años) del programa de la CBS, 60 minutos, tuvo que pedir disculpas por el uso de documentación no correcta sobre el servicio militar de George Bush —un testimonio que inducía a pensar que George Bush era un mal soldado y desobediente. El uso de los medios de comunicación masivos como armas de combate al servicio de intereses particulares, sin reparar en el estado de la misilería (veracidad de la información que se maneja) está causando más bajas de las previstas, en este caso, en el bando de los dueños de las trincheras desde donde se han venido disparando impunemente.

Cuando las situaciones se tensan y la guerra es una circunstancia excepcional, las grietas de los acorazados mediáticos se convierten en fracturas solemnes. Cuando triunfa la cuenta de resultados no siempre triunfa la credibilidad de los distintos medios de comunicación. Su relación no es directa. Y al revés, cuando triunfa la credibilidad, no siempre triunfa la cuenta de resultados aunque, justo es decirlo, las posibilidades de que así sea, se acrecientan. ¿Por qué entonces los editores han venido utilizando el binomio resultados y perdida de credibilidad?. Por una razón sencilla y simple, reducían costes y aumentaban beneficios, se sentían inmunes. En esto llego internet y la prensa gratuita. Internet está cambiando las reglas del juego y está consolidando un nuevo ecosistema de información y formación que está escapando al control de los grandes editores, de los grandes grupos mediáticos. Su negocio es cada vez más, el negocio del papel, lo compran virgen y lo pintarrajean de bribonadas.

Los españoles estamos obligados, a pesar de la democracia, a leer, escuchar y ver las informaciones, haciendo un uso excesivo de la comprensión entrelíneas. La libertad es una asignatura muy difícil de aprender. El derecho a informar y ser informado nuestra sociedad lo ha trocado, en apenas un cuarto de siglo, en un hampa mediático muy poco saludable para la democracia.