Mary Robinson fiel servidora del imperialismo: premio Príncipe de Asturias de los Derechos Humanos

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Como alto comisionado de Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Robinson presionó a todos los gobiernos –con ella comenzó la obsesión de la ONU por introducir el aborto y la esterilización en Hispanoamérica- para que aceptaran los llamados «derechos reproductivos», el invento más macabro de los últimos años de la ONU.

Mary Robinson fiel servidora del imperialismo:  premio Príncipe de Asturias de los Derechos Humanos


Espero que mis amigos judíos no se ofendan con el parangón, pero es que el asunto escuece un poquito. La segunda persona que más odia la vida en el mundo, tras la noruega Gro Harlem Brundtland, ha sido galardonada con el Premio Príncipe de Asturias de los Derechos Humanos, precisamente de los derechos humanos.


Como alto comisionado de Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Robinson presionó a todos los gobiernos –con ella comenzó la obsesión de la ONU por introducir el aborto y la esterilización en Hispanoamérica- para que aceptaran los llamados «derechos reproductivos», el invento más macabro de los últimos años de la ONU. La noruega Harlem, la irlandesa Robinson, y la sádica Nafik Sadis –no es un mal juego de palabras, es que se llama así-, responsable del Fondo de Naciones Unidas para la Población –es decir, para la despoblación del planeta-, componen las Tres Parcas del Mundo Moderno, que ya no son el hambre, la peste y la guerra, sino los atentados contra la vida terminal, la vida del no nacido y contra la familia. Si las Tres Parcas del pasado eran acusadas de eliminar a la población, a las de ahora mismo se le puede imponer idéntica acusación.


No es broma. Naciones Unidas financió, y financia, con su dinero y el mío, la mayor matanza de inocentes de la historia. El trío se inventó los derechos reproductivos –de la mujer, naturalmente- que no es otra cosa que el aborto masivo y el proyecto más peligroso de tiranía al que se ha enfrentado la humanidad: el imperio de la muerte del Nuevo Orden Mundial. Con dinero público, el trío de Nueva York ha promocionado el mercado de la muerte hasta unos niveles jamás conocidos. Y el mercado de la muerte, el desprecio por el débil, no lo olvidemos, es vital para alcanzar el Imperio de la Muerte, una humanidad donde el hombre, más bien algunos hombres, una elite, se diviniza, y decide quién tiene derecho a vivir y quién debe quedarse en el camino.


A lo mejor estas tres feministas rabiosas no lo saben y eran un mero instrumento del Nuevo Orden, pero han ejercido su papel con enorme entusiasmo. Robinson, por ejemplo, se inventó lo de la «ética global», un concepto que ha desarrollado mucho el Aspen Institute, a su vez uno de los centros de influencia ideológica más queridos por los miembros del Club Bilderberger, la masonería del siglo XXI. Todos ellos gente de bien: millonarios y de derechas de toda la vida.


Las presiones de Robinson sobre los países pobres, los más dependientes de la ayuda al desarrollo que canaliza Naciones Unidas, con el dinero de todos nosotros, puede calificarse de verdadero chantaje. Cuando participaba en la Cumbre de Johannesburgo, cuenta el presidente Costarricense, Abel Pacheco, que Mary Robinson le pidió una entrevista urgente en su hotel. Pretendía la irlandesa que Costa Rica aprobara una mención para insertarla en la Declaración final sobre la Cumbre de la Tierra, contra la mutilación de los órganos genitales de las mujeres en los países islámicos y en África. Pacheco se mostró feliz de apoyar tan loable iniciativa, pero cuando leyó el texto que le tendía Robinson se dio cuenta de que le estaba tomando el pelo : con esa excusa se hablaba del derecho de la mujer a hacer lo que quisiera con su propio cuerpo, Pacheco le dijo que él no firmaría algo que abría la puerta al reconocimiento mundial del derecho al aborto, en el que no creía. Al verse descubierta, Robinson abandonó el hotel visiblemente airada. Y es que los aborteros son muy mentirosos.


Pues bien, este personaje es al que el galardón que lleva el nombre, el patrocinio y amparo del heredero al trono de España, SAR Felipe de Borbón y Grecia, va a otorgar este año en el capítulo de Derechos humanos. Y Adolf Hitler debería recibir, a título póstumo el premio «Justo entre las Naciones», el más importante que concede Israel. Viene a ser lo mismo.


Por cierto, si S.A.R. sigue comandando el Príncipe de Asturias, habrá que concluir que al muchacho le gusta el Nuevo Orden Mundial, en cuyo caso, se lo digo de corazón, empezaré a saludar a la gente por la calle con el viejo y recio grito : ¡Salud y República! Ya lo dicen los universitarios españoles: el Príncipe nos traerá la III República.


De propina, como no podía ser de otra forma, el mencionado trío, con Robinson a la cabeza coincide en aquello que más odian: la Iglesia católica. ¿Por qué será?


Eulogio López