Medidas contra la crisis… ¿sin luchar contra la corrupción?

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La corrupción asfixia el mundo. El monto de los desfalcos y robos a las arcas públicas por las élites corruptas pueden alcanzar cuantías similares a las deudas conjuntas de muchos países del mundo. Sus efectos devastadores hacen de la corrupción un gran problema de la economía mundial y ya hay estudios que afirman que constituye el mayor obstáculo para que muchos países puedan desarrollarse económicamente.

Una espesa trama de burócratas, políticos avispados y élites del mundo empresarial y financiero ha tejido una tupida red que nos ha inundado de reglamentaciones ineficaces y confusas, falta de control de la administración, códigos penales y de procedimiento, hechos a medida de los corruptos, sistemas fiscales facilitadores de blanqueo de dinero y evasión fiscal, etc. En el caso español lo comprobamos día a día. El 70 % de los alcaldes acusados e investigados por corrupción han mantenido su sillón de mando. Con un marco jurídico tan protector, dimitir es de tontos y la corrupción se hace crónica.

La corrupción es una trama de alcance internacional. Los bancos internacionales han permitido que se abran cuentas extranjeras secretas donde se depositan fondos, producto de malversaciones y ningún gobierno ha movido un dedo. Las multinacionales, ansiosas por colocar sus productos, sobornan a ministros y añaden a contratos o acuerdos de inversión "comisiones" para altos funcionarios. En algunas naciones occidentales el soborno de extranjeros con fines comerciales es legal e incluso constituye una deducción impositiva legítima. Nuestra gran obra pública (aeropuertos, alta velocidad, infraestructuras) está plagada de estos "regalitos".

Queremos llamar la atención sobre elpapel decisivo que juegan los medios de comunicación en la corrupción. En los grupos empresariales de la información confluyen toda una gama de negocios turbios, corrupciones urbanísticas y escándalos políticos. Los excesivos y oscuros lazos informativos y económicos con políticos y empresas delatan su falta de independencia. Por ello, junto con los partidos políticos, los medios de comunicación son las instituciones tachadas de más corruptas por los españoles en un porcentaje superior a la media europea. La opacidad de las relaciones entre poderes y medios les inhabilita para ser instrumento de control y vigilancia del poder. A ello, debe añadirse, la abundancia de medios públicos y la dependencia de ayudas, subvenciones y publicidad de muchos privados. Por desgracia, la profesión periodística no reacciona pues está más preocupada por mantener su trabajo que por su credibilidad e independencia.

Rajoy llegó el gobierno mientras eran juzgados dos presidentes de autonomías gobernadas por su partido. Ni dijo esta boca es mía. Prefirió aprobar una batería de medidas económicas contra los débiles como si fueran ellos los culpables y sigue sin afrontar la sangría económica que provoca la corrupción. Así tenemos crisis para rato y crecerá el número de familias que lo pasen mal.