UNICEF habla de un 45% de niños en el mundo sufriendo las lacras de la miseria: desnutrición, carencia de servicios básicos, conflictos bélicos, enfermedades,…
Ya de por sí, las cifras de infancia en la miseria que dan son un genocidio y una infamia. Mucho más teniendo en cuenta que en ambos informes se dice que la situación globalmente no sólo no ha mejorado sino que ha empeorado (En un 18%, dicen, en el caso de la «desnutrición»: un total de 5 millones de niños al año). UNICEF habla de un 45% de niños en el mundo sufriendo las lacras de la miseria: desnutrición, carencia de servicios básicos, conflictos bélicos, enfermedades,…
Pero estos datos se casan mal con los de renta per cápita (aún la relativa a la cesta de la compra de cada país) o los propios datos de la OIT que hablan de cerca de 1.500 millones de adultos (y por lo tanto, mayoritariamente responsables de familias) en el paro o la precariedad. Nunca menos de dos tercios de la humanidad está sumida en la miseria estructural, en el aplastamiento y la opresión, que son la madre de la miseria y la violencia que sufren los niños. También resulta sospechoso su diagnóstico de las causas, que viene a sugerir que se trata de un problema de aumentar las ayudas de los gobiernos. Lo que les decimos a todos los partidos y sindicatos, y a todas las organizaciones internacionales es que aumenten su vergüenza y dimitan de sus cargos de gobierno si no se comprometen en serio a acabar con el hambre.
Daría igual que fueran menos los niños afectados. No consentiremos que nuestra conciencia se corrompa aunque haya tan sólo un niño en la miseria. Este mundo plantea una gran inmoralidad que no nos vamos a prestar a disimular.