Mi gloria y la Gloria de Dios

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Y así hemos construido un fantasma de cristianismo, a base de unos llamados cristianos que ¡oh escándalo!, tienen horror a la virtud de la pobreza. Y algunos, ¿cuántos? han podido llegar a creer de buena fe que la RELIGIÓN DE LOS POBRES era la religión de los ricos.

Así, la gente sencilla, que no entiende de distingos y sutilezas, pero cuyo sentido común -que es sentido de la proporción- es enorme, no podía compaginar una doctrina de desprendimiento hasta dar la vida por los hermanos, con las prácticas de los cristianos más aparentes que… todos conocemos. La conclusión era inevitable, y la palabra «¡farsantes!» subía necesariamente a la boca. ¿Quién ha oído a cristianos alabar la pobreza? ¿Quién admira y desea la pobreza? ¿Quién vive «de verdad», sin «mandanga» la pobreza? Realmente, ¿quién sabrá nunca el estrago que ha hecho en las almas el confundir dos palabras que, si una significa el lugar más profundo del descenso, la otra es la vestidura sublime de los que han llegado a todo lo alto: al Reino de los Cielos?



EL LASTRE. Por Guillermo Rovirosa


La lucha gloriosa -que dura tanto como la vida- entre las dos tendencias que están en el interior del hombre, no llega a su desenlace hasta su último suspiro.

Los dos enemigos, la GLORIA DE DIOS por un lado y la gloria del hombre por otro, se mantienen firmes hasta el último suspiro. Ningún viviente presuma de que venció al mal sin recordar a Judas el íntimo, el amigo que besaba a Jesús.

Pero se puede caer en el error de entablar la batalla entre el cuerpo y el alma, como si todo lo del cuerpo fuese por naturaleza malo y todo lo del alma fuese por naturaleza bueno. El caso es que el cuerpo fue condenado a muerte por un pecado de desobediencia de Adán.

No. La lucha está entre lo que «estimo» mi gloria y la GLORIA DE DIOS. Planteado así el problema, todo se simplifica. Mi alma ha de encarnar profundamente en mi cuerpo, y entonces el Amor Fraterno -marca del cristianismo- florecerá como una necesidad. Y al mismo tiempo he de espiritualizar mi cuerpo, con lo que aparecerá imperiosa el ansia apostólica. Y realizaré «plenamente» esa unión CUERPO-ALMA que es la obra maestra de Dios.

Veo clarísimos estos conceptos que parecen nuevos. Y veo también de dónde viene su perversión: del desdoblamiento burgués del hombre en alma y cuerpo, afirmando que la Religión era algo que se podía llevar con plena independencia de las finanzas. Y este desdoblamiento, pervirtió la Religión, como otro desdoblamiento -Posesión y Uso- pervirtió la Propiedad.