No son solo centroamericanos los que vagan por México hasta que tengan la oportunidad de “saltar el muro”…
Nuestro país, advierten especialistas en México, debe atender con mejores prácticas y más recursos a los extranjeros irregulares, pero también buscar alternativas de trabajo, salud y educación para miles de paisanos deportados de Estados Unidos.
Esta situación podría recrudecerse con la llegada de Donald Trump a la presidencia del país vecino a partir del 20 de enero, señalaron.
En 2015 México parecía estabilizarse, luego del incremento de migrantes menores de edad en 2014 que buscaban reunirse con sus familiares en Estados Unidos.
En el caso de asiáticos, africanos y caribeños, la estadística de la Secretaría de Gobernación mostraba cierta normalidad.
En 2015 fueron presentados ante la autoridad migratoria mexicana 2 mil asiáticos (principalmente de India y Bangladesh).
Respecto de los africanos, fueron 2 mil en esa situación (básicamente procedentes de Ghana y Somalia); en cuanto a los caribeños, la alerta era por el alto flujo de cubanos: 9 mil, mientras los haitianos figuraban apenas como minoría regional, con 77 registros en todo el año.
Las cifras anteriores, sin embargo, no eran representativas de algún fenómeno en especial, porque el foco era Centroamérica, con 179 mil, de los cuales 176 mil fueron repatriados, es decir, casi el 98 por ciento.
En cambio, en 2016 el número de migrantes procedentes de Asia se duplicó durante los primeros 11 meses del año (4.374).
La cifra de africanos pasó de 2.078 a 16.268, número nunca registrado, y se espera que esos datos sigan en ascenso.
En el caso de los haitianos, las cifras oficiales sólo reportan 2.380. Sin embargo, datos de Gobernación indican un flujo, durante el último trimestre de 2016, de más de 4 mil 500 varados en la frontera norte mexicana, en espera de ser recibidos, a cuentagotas, del lado estadunidense para solicitar refugio, el cual les ha sido negado desde el 22 de septiembre (el gobierno de Barack Obama dio por terminada la amnistía para los haitianos).
Especialistas y funcionarios consultados dijeron que la ruta de ese flujo migratorio se inicia en América del Sur, especialmente en Brasil, adonde llegaron a trabajar ciudadanos de esas nacionalidades para la preparación de los Juegos Olímpicos de Río, pero al terminar el empleo emigraron con el objetivo de llegar a Estados Unidos vía México.
Sin embargo, al concluir la amnistía para haitianos, cerrarse las vías para los africanos y tener en el foco prioritario de la deportación a mexicanos y centroamericanos, el problema se traslada a México.
Alejandra Castañeda, doctora en antropología y coordinadora del Observatorio de Legislación y Política Migratoria de El Colegio de la Frontera Norte, habló al respecto.
Se trata, dijo, de un flujo al que México no está acostumbrado, no sólo por el volumen, sino por el lenguaje, lo cual dificulta en principio la comunicación.
Esta ola de migrantes de otras latitudes –que comenzó en marzo del año pasado y tuvo picos críticos en el verano– ha sido atajada principalmente por organizaciones de la sociedad civil, no por el gobierno.
Igualmente, se prevé un aumento de deportaciones de centroamericanos, pese a que proceden de una zona violenta en extremo.
En 2014, según una reciente estimación de Gobernación, hubo 342.384 migrantes centroamericanos en tránsito “irregular” por México.
Un año después se informó de una devolución de 176.000 centroamericanos de México a sus lugares de origen, así como de 42.000 deportados de Estados Unidos.
Los flujos de los originarios de Guatemala, Honduras y El Salvador que utilizaron México como país de tránsito y fueron devueltos a sus naciones de origen por las autoridades migratorias mexicanas han mantenido un crecimiento constante desde 2012, señaló la Unidad de Política Migratoria de Gobernación.
Al respecto, Castañeda y María Dolores París, también investigadora de El Colegio de la Frontera Norte, comentaron en un reciente informe tras el triunfo de Trump: Considerando esta nueva ola de políticas adversas a los migrantes en Estados Unidos y un probable aumento de la inversión en control y seguridad en la frontera con México, nuestro país podría verse afectado por un crecimiento de las deportaciones de ciudadanos mexicanos y un aumento de solicitantes de asilo y migrantes varados en las ciudades fronterizas.
Fuente: La Jornada (México)