Mongolia: la fiebre del oro

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Uno de los países más empobrecidos de la tierra con las mayores riquezas minerales del mundo.

En julio de 2001, Ivanhoe Mines, empresa canadiense, anunció el hallazgo de un gran depósito de oro en Oyu Tolgoi (monte turquesa en mongol). Días después, empresas mineras de todas partes del mundo corrieron al desierto Gobi en busca de fortuna.

Mongolia está experimentando una estampida hacia las montañas en busca de oro. Muchos mongoles están abandonando sus trabajos (en su mayoría relacionados con el cashmere) para buscar empleo con las grandes empresas mineras, o simplemente empacando para buscar suerte por su cuenta.

Cientos de minas artesanales, sin tecnología alguna, ni protección, en unas condiciones extremas de peligrosidad. Muchos de los buscadores acaban atrapados en corrimientos de tierras. Son los llamados mineros «ninja«, son 300.000, alentados por los cantos de sirena del oro, en un país empobrecido al extremo.

Bajan 15 metros de profundidad y otros 15 en horizontal, con cuerdas, sin sostenimiento entre las rocas, sacan cubetas de plástico llenas de arena. Mientras uno escava, otro separa la arena, y el tercero vigila por si viene la policía.

Las multinacionales mineras se disputan un país con 1,5 millones de Kilómetros cuadrados, y con una de las mayores reservas minerales del mundo: Oro, plata, hierro, carbón, cinc, uranio, tungsteno, niquel, wolframio, fosfatos… Firmas como la canadiense Ivanhoe, el gigante australiano Rio tinto, con 18000 trabajadores y una inversión de 7500 millones de dólares hasta 2020.

En un estado ahogado por la corrupción (herencia comunista), los mongoles reciben 12 euros al mes por la explotación de las minas, burocracia corrupta, riqueza y grandes multinacionales, una mala combinación.