‘Occidente es también responsable del sufrimiento del pueblo congoleño’, aseguró Monseñor Melchisédec Sikuli Pakulu, obispo de Butembo ‘provincia de Kivu Norte, en el este de la República Democrática de Congo’.
Lo hizo en el curso del encuentro Voces de África, celebrado en la sede de la revista Mundo Negro y organizado por la Federación de Comités de Solidaridad con África Negra. Empezó su exposición sobre el tema El Congo: la lucha por la paz, deseando la paz a todos los asistentes, aseguró que no iba a dar una conferencia, “sino tan sólo compartir mi experiencia de pastor durante siete años en medio del pueblo del este de Congo. Allí se desarrollan y se han desarrollado acontecimientos infelices que han marcado y marcarán para siempre la historia de Congo”.
El obispo de Butembo, – un firme defensor de los derechos humanos frente a los abusos de las distintas facciones implicadas en el conflicto congoleño, buscador incansable de acuerdos que hagan posible la paz y apoyo constante para los desplazados víctimas de la guerra -, recordó que el día de su consagración, en agosto de 1998, coincidió con el alzamiento en armas de la Reagrupación Congoleña para la Democracia (RCD), en la ciudad de Goma, y cómo la guerra llegó rápidamente a Butembo y que, en respuesta a la rebelión “patrocinada por los gobiernos de Ruanda y Uganda” surgieron las milicias de autodefensa popular conocidas como may-may. “Los rebeldes querían liberarnos y los may-may querían protegernos. Se utilizan muy fácilmente las palabras liberación o protección. La verdad es que ninguno de estos grupos tenía un proyecto serio de sociedad, ni logística para implantarlo. Esto lo ha pagado caro la pobre población, el pueblo”.
Ante esta realidad, Mons. Sikuli no ha permanecido impasible. “Como pastor, me he sentido llamado a denunciar, a decir al mundo a través de los medios de comunicación lo que estaba sucediendo con mi pueblo. Y también a dirigirme a unos y a otros combatientes para decirles que el suyo no era el camino de la paz, que no podían seguir haciendo la guerra al pueblo que aspiraban a administrar”. La guerra ha hecho vivir momentos muy difíciles al pueblo de Kivu. El territorio de la diócesis de Butembo ha sido escenario de combates entre las varias facciones presentes en la Región. Los abusos y violaciones de los derechos humanos han sido numerosos. “Esperamos que todas estas exacciones sean juzgadas algún día por un tribunal apropiado”.
El sentimiento de inseguridad y el desarrollo de los combates han causado numerosos desplazamientos de población. La ciudad de Butembo ha pasado, en estos años de conflicto, de 450.000 a 600.000 personas. Aunque, tras la formación en julio de 2003 de un Gobierno de unidad nacional en teoría el Congo es un país en paz, se siguen produciendo episodios de violencia. “Desde el pasado mes de diciembre ha habido periodos de mucha inestabilidad en el sur de la diócesis. Fuerzas ruandófonas provenientes de la zona de Goma han arrasado poblaciones enteras. Eso ha generado desplazamientos masivos de población: hasta 180.000 personas han llegado a estar refugiadas en la selva. Me temo que esos episodios se reproducirán, pues su objetivo es crear inestabilidad e impedir las elecciones que han de tener lugar este año”.
Se mostró muy crítico con el actual Gobierno de unidad nacional, formado por representantes de las distintas facciones combatientes en la guerra congoleña. “Ha sido un gran reparto de la tarta. Se han repartido el poder político según la capacidad militar de cada uno. ¿Y para hacer qué?
Desde luego, no para servir al pueblo. Todavía no existe en nuestro país un estado de derecho. La democracia sólo existe de nombre en nuestra nación”.
Destacó el papel de formación de la conciencia política del pueblo de Congo que está desempeñando la Iglesia católica. “La Iglesia siempre ha sido la primera en reivindicar la democracia y en pedir elecciones de las cuales pueda salir un Gobierno legitimado por el pueblo y no por las armas. La Iglesia ha decidido acompañar este momento histórico de Congo y se ha fijado como prioridad pastoral educar al pueblo, sensibilizarle y hacerle ver cuál es su poder. Por eso, estamos desarrollando un programa de educación electoral a corto plazo y de educación cívica a largo plazo”.
“Hay que tener en cuenta que, después de más de cuarenta años de independencia, nunca ha habido elecciones en Congo, continuó explicando. La gente no conoce sus derechos. No conoce su poder. No sabe que les corresponde a ellos elegir a su Gobierno. Queremos que sepan qué es la democracia y qué son los derechos humanos. En esta tarea de educación, los catequistas y animadores de comunidad son nuestros agentes transmisores, que hacen llegar esta información a las comunidades más pequeñas. Queremos que el pueblo deje de ser ingenuo y no se deje manipular.” “Lógicamente, esto les da mucho miedo a los políticos. Creen que vamos a presentar candidatos a las elecciones. Pero ése no es nuestro papel. Nuestro papel es decir qué requisitos han de reunir los candidatos. Por supuesto, desde nuestro punto de vista, los candidatos por los que debería votar el pueblo son aquellos que no trabajan por su interés, sino por el bien común”.
Preguntado sobre cómo se puede ayudar desde Occidente al pueblo congoleño, el obispo no pidió ayuda material, sino conciencia. “Conciencia de que existe un pueblo que sufre sin merecer ese sufrimiento, de que existen en Congo personas que mueren, que son violadas. Y tratar de que vuestra sociedad tome conciencia de que su bienestar contribuye al sufrimiento de mi pueblo. Mi pueblo no quiere ayudas materiales, quiere que le ayuden a conseguir la paz. Para nosotros la paz es lo primero”.
Narró un ejemplo claro de este sentimiento. “Recientemente, en un campo de desplazados, la gente rechazó la ayuda humanitaria asegurando que no querían comida, que lo que necesitaban era paz. Los trabajadores humanitarios se enfadaron y yo les decía: ‘¿Les habéis preguntado por qué reaccionan así?’ Pero no lo habían hecho. A veces, ése es el problema, la ayuda humanitaria no tiene en cuenta las verdaderas necesidades. La gente se llama humanitaria, pero se olvida de que, para ser humanitaria, antes tiene que ser humana”.
También se le preguntó si Occidente tiene alguna responsabilidad en el conflicto congoleño. Él respondió sin dudar: “Es innegable que Occidente es también responsable de lo que pasa en Congo. Los países agresores, Uganda y Ruanda, son pobres, y sin embargo, se han transformado en exportadores de oro, café, diamantes… ¿Cómo es posible? ¿Sabían ustedes que hubiera minas de oro y diamantes en Ruanda…? – preguntó con un toque de ironía – ¿a dónde van todos estos productos? ¿quién los compra?: Occidente. Por otra parte, ¿de dónde salen las armas que se usan en el conflicto? Porque en Congo, que yo sepa, no existen fábricas de armas… La respuesta sigue siendo: Occidente. También se plantea aquí una cuestión paradójica. Occidente está dando las ayudas necesarias para que puedan celebrarse las elecciones. Entonces, ¿no hay el peligro de que gane la persona que más les convenga? Todo el mundo habla de democracia, pero la democracia no es igual para todos. Todo el mundo habla de derechos humanos, pero no se compromete con ellos. Muchos de nuestros dirigentes son dictadores y, si están en el poder, es porque alguien les apoya”.
Fuente: Revista MUNDO NEGRO