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Muerte de empleados textiles en un sótano de Tanger

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Una mujer cosiendo en un taller en Marruecos. Setem Catalunya

Uno de los peores accidentes laborales de la historia moderna de Marruecos ha costado este lunes la vida a 25 empleados, en su mayoría mujeres que trabajaban en un taller de confección clandestino situado en un sótano de la ciudad de Tánger (norte del país), según han informado las autoridades locales.

La primera hipótesis es que los obreros resultaron electrocutados por una vía de agua que entró en el taller, situado en el subsuelo de un barrio residencial: al parecer la tromba de agua creó un cortocircuito que fulminó a los trabajadores.

La otra hipótesis, mientras avanzan las investigaciones, es que se trate de muerte por ahogamiento, ya que las intensas lluvias caídas en toda la región del norte de Marruecos provocaron en las últimas 24 horas inundaciones en todos los barrios bajos de la urbe, según contaron a Efe habitantes de la ciudad y pudo verse en vídeos e imágenes posteados en redes sociales.

Al parecer, el taller contaba en realidad con dos niveles subterráneos, y es en el nivel más bajo donde la tragedia ha sido mayor.

Una decena de obreros fueron socorridos, según informó el sitio digital Le360. El local se encuentra en el barrio de Branes II y según destacan diversos medios locales no cumplía con los requisitos de seguridad exigidos para talleres de confección.

Talleres clandestinos de textil y cuero

El carácter clandestino de este taller fue inmediatamente puesto de relieve en el primer comunicado oficial, y responde a un hecho relativamente frecuente: según la Confederación General de Empresas Marroquíes (CGEM, patronal), un 54% de las actividades de cuero y textil caen en Marruecos dentro del llamado «sector informal».

Barrios enteros de Tánger -comenta un empresario local- son una sucesión de sótanos dedicados informalmente a la fabricación de material textil, de zapatos o de lavado de automóviles, con conocimiento de todo el mundo.

Estas unidades más o menos clandestinas carecen de las más mínimas normas de seguridad en el trabajo, como salidas de incendios, disponibilidad de extintores o escasa ventilación en los locales.

El profesor universitario y experto en Derecho del Trabajo, Khaled Bouqich, explicó a Efe que es relativamente habitual en el sector textil en Marruecos la «cadena de subcontratas»: una gran empresa subcontrata una actividad concreta a una compañía más pequeña, que a su vez la vuelve a subcontratar.

En algún momento de la cadena, la empresa contratada es ilegal y no está registrada, lo que plantea una doble responsabilidad en caso de accidentes o meras disfunciones: la de la empresa que realiza el trabajo siendo ilegal y la de quien contrató sus servicios sabiendo que lo era.

Contrabando o explotación laboral

Tánger ha vivido en la última década un desarrollo económico como pocas ciudades han visto en el continente africano. Era una ciudad relegada al subdesarrollo con el monarca Hasán II, pero su hijo, Mohamed VI decidió convertirla en la joya del norte, la segunda potencia económica del país, por detrás de Casablanca. El principal motor de desarrollo fue el puerto de Tánger Med, inaugurado en 2007 y que ya logra competir de igual a igual con el puerto de Algeciras en tráfico de mercancías. En 2008 llegó Renault, y con ella se crearon 7.000 puestos de trabajo directos; después, llegó el grupo PSA Peugeot-Citroën. Y en 2018 se inauguró una línea de alta velocidad que une Tánger con Casablanca. Y, mientras tanto, las grúas han trabajado día y noche en los últimos años, han cambiado el paseo marítimo de la ciudad y se han levantado decenas de hoteles, algunos de cinco estrellas.

Pero al lado de todas esas obras y ese desarrollo sigue habiendo una gran masa de población que vive de forma precaria. Tánger acogió a muchos emigrantes procedentes de regiones del interior del país y no todo el mundo ha podido encontrar un trabajo digno.

Solo hay que viajar 70 kilómetros al este de Tánger, al pueblo de Fnideq (antiguo Castillejos), el más próximo a Ceuta, para ver hasta qué punto la falta de horizontes está desesperando a una parte de la población. Las ciudades marroquíes próximas a Ceuta, como Fnideq y Tetuán, padecen no solo los estragos de la pandemia sino los de la lucha contra el contrabando hacia España, que impulsó el Gobierno marroquí desde octubre de 2019.

En la noche del viernes al sábado decenas de habitantes de Fnideq salieron a manifestarse en las calles del pueblo y la protesta fue reprimida de forma violenta por la policía. De momento, las fronteras con Ceuta y Melilla permanecen cerradas a causa de la pandemia. Pero, una vez que se abran, puede que el contrabando haya terminado para siempre. El problema es que, de momento, no ha llegado a Fnideq ninguna alternativa económica que reemplace las ganancias del contrabando. Y el desarrollo de Tánger no alcanza, de momento, para generar tantos puestos de trabajo como la región del norte necesita.