Mussie Zerai es un sacerdote católico eritreo y preside la Agencia Habeshia, asociación que fundó en 2006. Llegó a Italia con 16 años.
El sacerdote Mussie Zerai se enfrenta a penas de hasta 6 años de cárcel y a una multa de hasta 375.000 euros.
Entrevista
P. Se lo acusa de participar en un chat secreto que ayuda a las mafias.
R. Yo no he participado en ningún chat. Cuando recibo una llamada, aviso al Estado. Llamo a la Guardia Costera de Italia o de Malta. Pero le estoy diciendo al Estado: «¡Haz tu trabajo!». Y eso no les gusta.
P. ¿Por qué lo llaman a usted?
R. Porque estoy preparado para responder. Hasta el año pasado contestaba personalmente todas las llamadas. Ahora las paso a una red, Watch the Med, que cuenta con mediadores culturales, personas que hablan distintas lenguas. Actúo aplicando el derecho a la vida. Estamos hablando de más de 30.000 personas muertas en el Mediterráneo. Sin contar las que mueren en el desierto. Pero Europa sigue esforzándose en cerrar fronteras. En alzar muros. Y los tribunales se usan para detener nuestros signos de humanidad.
P. ¿Y cómo consiguen su teléfono?
R. En 2003, un periodista que había ido a Libia y había visitado los centros de detención de migrantes me pidió ayuda para traducir los testimonios. Él mismo le dio mi número a las personas que estaban allí. Se lo pasaron entre ellos y alguien lo dejó escrito en el muro del centro de detención. Lo supe 10 años después. Alguien había escrito: «Ante cualquier emergencia, llama a este número».
P. Son 15 años recibiendo llamadas.
R. En 2003 me llamaron por primera vez, de madrugada. No sabía qué hacer, pero busqué el número de la Guardia Costera y llamé. «¿Tú quién eres y por qué te llaman a ti?», quisieron saber. Pero les pasé el número desde el que me habían llamado y los salvaron.
P. ¿Cuántas vidas ha salvado?
R. Desde 2003 hasta 2011 no lo sé. No llevaba un registro. Pero en marzo de 2011 recibí una llamada de una embarcación con 72 personas pidiendo ayuda. Avisé a la Guardia Costera y durante 15 días no supimos nada. Después, nos enteramos de que un helicóptero se había acercado y les había dado agua y galletas. Pero los dejó en el mar y la corriente los arrastró a Libia. Solo sobrevivieron 9. Nadie hizo nada. Desde entonces lo dejo todo por escrito. Y hemos logrado el rescate de 150.000 personas.
P. Fue propuesto para el Nobel de la Paz en 2015.
R. No lo me esperaba. Solo cumplo con mi deber humano, civil y religioso.
P. ¿Le sorprendió la acusación de ayuda al tráfico?
R. Ya en 2013 avisé a las ONG: ojo, que antes o después os acusarán de favorecer la inmigración clandestina. Ha nacido la criminalización de la solidaridad. No va de Helena o Mussie: es la labor humanitaria. Nos están pidiendo que nos deshumanicemos. Los Estados europeos buscan un chivo expiatorio para eludir su propia responsabilidad.