No existe nacionalismo democrático como no existen tigres vegetarianos. No está en la naturaleza del nacionalismo ser democrático< style="BACKGROUND: white; TEXT-ALIGN: justify; mso-layout-grid-align: none">Heraldo de Aragón 12-dic-06
José Luis Castro Polo. Abogado
< style="BACKGROUND: white; TEXT-ALIGN: justify; mso-layout-grid-align: none"> Aunque hay quien habla de nacionalismo democrático, es puro oxímoron. No existe nacionalismo democrático como no existen tigres vegetarianos. No está en la naturaleza del nacionalismo ser democrático. La democracia se basa, entre otras cosas, en la libertad del individuo para decidir a través del voto cómo se articulan, de forma relativista y cambiante, los diversos intereses e ideologías en un marco de pluralidad y heterogeneidad social. Y el nacionalismo, por el contrario, se basa en el grupo étnico cuyo destino está predeterminado por una esencia identitaria inmutable y homogénea, laminadora del individuo que pasa a convertirse en un ser tribal que debe adecuar su modo de vida a un patrón de conducta y a unos intereses únicos, los de la nación metafísica cuyos intérpretes, también únicos, son los nacionalistas que sostienen representar a todo el pueblo de forma indiferenciada.
< style="BACKGROUND: white; TEXT-INDENT: 35.4pt; TEXT-ALIGN: justify; mso-layout-grid-align: none"> Cuando las condiciones no les permiten imponer el partido único -que es lo que está en su naturaleza-, se someten al juego electoral -también lo hicieron los totalitarios en Alemania e Italia transitoriamente- pero a la par socavan todo lo que pueden los principios democráticos básicos, que no se limitan al formalismo electoral, negando la igualdad de derechos consustancial a la democracia, como hace el Estatuto de Cataluña que crea tres clases de ciudadanos, los catalanes y el resto de los españoles, y dentro de los catalanes los que hablan catalán, de categoría superior étnicamente pura, y los que hablan castellano, categoría inferior étnicamente impura y que no pueden utilizar su lengua en el sistema educativo ni en condiciones de igualdad en sus relaciones con los poderes públicos o en la actividad empresarial.
< style="BACKGROUND: white; TEXT-ALIGN: justify; mso-layout-grid-align: none"> La selección del personal administrativo se hace por estrictos criterios clientelistas sin atender al mérito y capacidad -también consustancial a la democracia que exige una administración neutral-, y se trata de configurar un poder judicial propio dependiente del poder político, negando la separación consustancial a la democracia, que no sirva a la justicia con imparcialidad, sino al credo nacionalista-y sus intereses acunados por el tintineo del dinero, porque los nacionalistas además de hacer patria procuran, de paso hacer fortuna -nadie ignora el insoportable nivel de corrupción de las administraciones nacionalistas-. El juez Pascual Estevill, condenado por prevaricación y cohecho, convertido de la noche a la mañana en juez por el cuarto turno, o sea a dedo, y que en su día fue aupado por CiU al Consejo General del Poder Judicial de la mano del abogado de Pujol, Piqué Vidal es el paradigma de justicia nacionalista, como De la Rosa lo era de empresario -Pujol dixit.
< style="BACKGROUND: white; TEXT-ALIGN: justify; mso-layout-grid-align: none"> Junto a ello, se procede a la estigmatización del discrepante del fundamentalismo nacionalista que se convierte en enemigo de Cataluña -o de Euskadi- de la misma forma que Franco nos llamaba anti-España a sus opositores. Cabe preguntarse cómo puede considerarse democrática una doctrina que no acepta la pluralidad ideológica, consustancial a la democracia, y que llega a utilizar la violencia física costra los discrepantes. En Cataluña lo hacen los matones juveniles de la Esquerra y en el País Vasco la llamada izquierda aberzale -en ambos casos se trata de fascistas-, en una perfecta división del trabajo con los pretendidos nacionalistas democráticos que no se manchan las manos con la violencia, entre otras cosas, porque puede que estén ocupadas en cobrar su 3 % -Maragall dixit- y ponerlo a buen resguardo. Que no nos quede más remedio que soportar a los nacionalistas, vale, pero considerarlos demócratas es excesivo.