Negra financiación de las guerras. Diamantes de sangre.

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El ansiado certificado ético, que pretende erradicar la subvención de conflictos sangrientos en África a través del contrabando de diamantes, se quedó en el tintero de las intenciones de los países implicados. Mientras de las televisiones europeas se escapan restos del conflicto de Liberia, donde la guerrilla ha sobrevivido gracias a las minas de oro y diamantes, en algunas de las más prestigiosas joyerías del mundo brillan con descarada indiferencia gemas cubiertas de sangre.

Por HELENA FERNÁNDEZ
Fuente: El Mundo

El comercio de los diamantes ha vuelto a perder otra oportunidad para lavar su imagen. El 1 de agosto de 2003 los diamantes en bruto podrían haber obtenido, por fin, el pasaporte definitivo que determinase de donde se han extraído. Pero el ansiado certificado ético, que pretende erradicar la subvención de conflictos sangrientos en África a través del contrabando de diamantes, se quedó en el tintero de las intenciones de los países implicados. Mientras de las televisiones europeas se escapan restos del conflicto de Liberia, donde la guerrilla ha sobrevivido gracias a las minas de oro y diamantes, en algunas de las más prestigiosas joyerías del mundo brillan con descarada indiferencia gemas cubiertas de sangre.

Es la cara sucia de una industria que se calcula que produce cada año más de 115 millones de quilates de diamantes en bruto con un valor en el mercado de 6.700 millones de dólares.

Kimberley, en riesgo de estancamiento

El proceso de Kimberly -ciudad sudafricana donde se organizó el primer foro, a instancias de la ONU, para que los diamantes obtuviesen su carnet-, se ha visto de nuevo torpedeado justo antes de ponerse en funcionamiento.

La campaña Fatal Transactions impulsada por ONG´s de varios países había dado sus primeros frutos poniendo en marcha un proceso que ahora corre el riesgo de verse estancado.

Organizaciones civiles, empresas implicadas y gobiernos se lamentan de la falta de un acuerdo a nivel internacional al tiempo que afirman que el certificado Kimberley ha sido ya adoptado hace un año por representantes de unos 40 países en Interlaken.

Entre ellos, la Unión Europea, Estados Unidos, Japón, Suiza, Australia y Sudáfrica se comprometieron en la ciudad suiza a que en 2003 las importaciones de diamantes fuesen acompañadas de un certificado que especifique y acredite el lugar de donde fueron extraídos. Hasta ese momento, los países importadores estaban más interesados en conocer el «lugar de procedencia» y no el de «origen», ocasionando el sin sentido de que en 2000 casi la mitad de los diamantes importados por el Reino Unido fuesen registrados como diamantes suizos, que no cuenta ni con una sola mina.

Pero en 2003 las citas se han ido retrasando en el calendario. La última, el 1 de agosto. Cuatro días después, Amnistía Internacional emitía un comunicado para afirmar que los 40 países que componen la lista sólo cumplen los requisitos sobre el papel, subrayando la urgente necesidad de que «exista una supervisión regular e imparcial del Proceso para evaluar si los sistemas de control de los diamantes funcionan en la práctica».

Botswana o los diamantes prósperos

Los diamantes sucios suponen una fuerte competencia para aquellos países africanos que han conseguido promocionar una industria que respeta la legalidad. Son las dos caras de un poderoso recurso que, además de símbolo del lujo por excelencia y de valor refugio para grandes patrimonios, podría llegar a convertirse en un potente salvavidas para la resquebrajada economía africana.

La alianza estratégica entre la multinacional sudafricana De Beers y el gobierno de Botswana, uno de los principales países productores del mundo, ha demostrado cómo el diamante puede contribuir a crear riqueza en África siempre y cuando se garantice la transparencia en su proceso de extracción y de comercialización.

A la espera de que el proceso Kimberley sea una realidad para la industria, De Beers, un gigante del sector que controla alrededor del 65% de la producción mundial de diamantes en bruto, ha tomado sus propias medidas. Ángeles Moya, responsable del Centro de Información del Diamante en España, la sucursal de la Diamond Traiding Company, central de compras de la multinacional, afirma que «De Beers no comercializa con diamantes en Sierra Leona ni en Angola desde hace más de 13 años».

El gigante fundado por el legendario Cecil Rhodes presume de guardar la «pureza de las gemas procesando o extrayendo diamantes de nuestras propias minas, o de aquellas con las que tenemos acuerdos, como es el caso de Botswana», según señalan las mismas fuentes de la compañía.

Y es que los primeros interesados en que salga adelante el proceso Kimberley son las multinacionales del diamante, temerosas de que los consumidores rechacen sus productos por miedo a verse las manos manchadas de sangre.

Los embargos de la ONU

Con el objetivo de encontrar una solución al problema y transformar los diamantes del conflicto en diamantes de prosperidad, la ONU aprobó un embargo en 1998 a la venta de gemas que servían para financiar a la UNITA angoleña y la lucha que la guerrilla mantenía contra el MPLA -Movimiento para la Liberación de Angola- y por la que se calculaba que la UNITA había obtenido, entre 1992 y 1997, unos 3.700 millones de dólares. Dos años después, la ONU prohibirá la exportación de diamantes de Sierra Leona que no contasen con su correspondiente certificado legal.

Desde entonces, el contrabando ha continuado en ambos países, contaminando una industria que, según ha llegado a reconocer Peter Meeus, director general de la Bolsa de diamantes de Amberes, viven siete millones de familias en el mundo.

Para Yolanda Román, responsable de relaciones institucionales de política exterior de Amnistía Internacional, Kimberley no es más que la punta de un iceberg. «Se trata de la parte visible de una problemática mucho más amplia que tiene que ver con la explotación de los recursos naturales de África a cambio de armas; un tráfico ilegal alimentado por los países poderosos».

Los diamantes de la guerra ya han causado la muerte a más de 500.000 civiles en Angola, Sierra Leona y RD Congo, según señala un informe de Intermon Oxfam. Tres países arrasados desde el fin de la décado de los 80 por sangrientas guerras civiles, en parte motivadas por la disputa que involucra el control de regiones ricas en minas.

Amberes, paraíso de los contrabandistas

Desde manos de los ´garimpeiros´ (buscadores de oro artesanales) de Angola o desde los rincones de algunas selvas africanas hasta Amberes, la cuna mundial de los diamantes brutos, por donde se calcula que pasa más del 60% de la producción mundial, los eslabones del comercio ilegal se multiplican en un sinfín de intermediarios hasta llegar a Londres, Nueva York o Tel Aviv.

Gracias a estos intermediarios, los rebeldes, en algunos casos, y los gobiernos, en otros, consiguen armas y mercenarios prolongando indefinidamente el baño de sangre.

Kimberley podría suponer una ruptura en la cadena sangrienta del contrabando de diamantes en África. De momento, los actores implicados en el proceso reconocen que se avanza lentamente. Las ONG´s alertan del riesgo de que lo conseguido quede en papel mojado si los Estados que han firmado el acuerdo no adoptan formas adicionales de fiscalización para garantizar la efectividad de un régimen que, de cumplirse, beneficiaría a todos.


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