Hace unos años un directivo de una multinacional americana afirmaba, respecto a la estrategia de ventas, que ya no trataban de convencer a alguien para comprar sus productos sino que se planteaban algo mucho más eficaz: diseñar y fabricar el tipo de «consumidor» que necesitaban.
La apuesta era difícil pero si se conseguía el éxito estaba asegurado. Esta filosofía del marketing es la que se plantea de forma general todo el sistema neocapitalista actual. Se trata de «construir el hombre» del neocapitalismo del siglo XXI.
En la actualidad, un 1% de la población mundial controla más del 50% de su riqueza. ¿Cómo sostener este poder de una minoría enriquecida sobre una mayoría empobrecida en un nivel planetario y global? Sin duda no es fácil. Por eso el neocapitalismo ha optado por dejar de ser sólo un sistema económico y mutar en un auténtico sistema global e integral, que fusiona economía, política, cultura, sociedad y por supuesto religión; y que intenta dominar la inteligencia, la voluntad y la afectividad del ser humano. En la sociedad del conocimiento el control se realiza fundamentalmente sobre lo «intangible»: informaciones, conocimiento, relaciones humanas, procesos organizativos, de comunicación y de gestión, formas de vida etc. Desde aquí se organiza la esclavitud y la opresión.
La estrategia de dominación-explotación del actual neocapitalismo ha incorporado una nueva herramienta, la ideología de género, que consiste en herir de muerte la naturaleza humana de tal forma que el control se ejerza desde «dentro» por la propia persona. Este neocapitalismo es un nuevo totalitarismo. Se pretende manipular lo más profundo del ser humano: su deseo de ser conforme a su «vocación» más evidente, la que nace de su sexualidad natural, que es el motor y timón que impulsa y orienta la existencia en todos los planos, momentos y circunstancias. La manipulación de este «deseo» es la clave de la servidumbre moderna.
Afirmamos que la persona es una unidad y está hecha por y para la solidaridad, por ello el neocapitalismo busca desintegrarla desde dentro y “reconstruirla” para el individualismo, la insolidaridad y la sumisión. Una de las dimensiones que mejor y más expresan la naturaleza solidaria del hombre es su sexualidad. Cuando esta vivencia no es adecuada, la estructura solidaria de la persona está dañada. Por eso el capitalismo ha atacado, siempre y de diferentes formas, a la sexualidad humana, al matrimonio y a la familia fundada sobre el matrimonio entre un hombre y una mujer y abierta a la vida.
No es casualidad que la campaña política más importante que han desarrollado las principales corporaciones trasnacionales americanas haya sido la legalización federal del «matrimonio homosexual». Estás empresas, las más potentes del mundo, no se han coordinado políticamente contra el hambre que asesina diariamente a 100.000 personas, o contra la esclavitud de 400 millones de niños, o contra el subempleo de 1.600 millones de adultos o contra el aborto que elimina más de 60 millones de niños al año…. lo han hecho a favor del reconocimiento del «matrimonio» gay,… ¿por qué esta «exclusividad»? La respuesta es evidente.
El ataque a la estructura solidaria de la persona desde la ideología de género supone una nueva variante que no anula la anterior estrategia capitalista, pero que la integra y la supera por su extensión, profundidad e intensidad. ¡Cuidado con lo que el poder nos vende como “revolucionario”!
Editorial de la revista Autogestión