No podemos vivir como gatos gordos si los niños pasan hambre

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Nelson Mandela era consciente de lo que supone una vida de opulencia frente a la mayoría de la humanidad hambrienta.
«En la noche que me envuelve,
negra, como un pozo insondable,
doy gracias al Dios que fuere
por mi alma inconquistable…»

¡UBUNTU!

   Madiba Mandeba siempre fue una persona Ubuntu, esa filosofía ética sudafricana que defiende que una persona se hace humana a través de las otras personas por lo que ego, egoísmo o egocentrismo son palabras que carecen totalmente de valor.

Pasa 18 de los 27 años que pasaría en la cárcel en la prisión de Robben Island, un islote frente a Ciudad del Cabo rodeado de tiburones y sin casi vegetación. En Robben Island las condiciones son durísimas, pero en el caso de Mandela, condenado al régimen más severo de aislamiento, todavía son peores: solo puede recibir una visita y una carta cada seis meses. Allí es condenado a trabajar en la cantera picando piedra de sol a sol. Su firme convicción y su férrea voluntad hacen que pueda sobrevivir a esas condiciones sin renunciar jamás a ser él.

“Invictus”, un poema del poeta inglés William Ernest Henley, escrito en 1875 le ayudó a resistir cuando llegaban los momentos peores.

“En la noche que me envuelve,
negra, como un pozo insondable,
doy gracias al Dios que fuere
por mi alma inconquistable.
En las garras de las circunstancias
no he gemido, ni llorado.
Ante las puñaladas del azar,
si bien he sangrado, jamás me he postrado.
Más allá de este lugar de ira y llantos
acecha la oscuridad con su horror.
No obstante, la amenaza de los años me halla,
y me hallará, sin temor.
Ya no importa cuan recto haya sido el camino,
ni cuantos castigos lleve a la espalda:
Soy el amo de mi destino, soy el capitán de mi alma”

        El poema “Invictus”, de una belleza  impresionante y sobrecogedora, es un canto a la fe, a la libertad y a la resistencia humana enfrentadas a los momentos más desoladores, solitarios y terribles de la existencia.    

         No es de extrañar que el poema fuera escrito por un hombre que fue niño condenado a la enfermedad y la minusvalía; no es de extrañar que este poema le sirviera de guía y consuelo espiritual a Nelson Mandela mientras estaba encarcelado y era humillado y vejado por su ideas, por su compromiso ético y político con los suyos, consigo mismo.

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