Noches sin dormir, días sin comer… y quiere perdonar

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Ortega Lara, secuestrado en 1996, dialoga con los jóvenes de los campamentos organizados por el Movimiento Cultural Cristiano.
532 días metido en un zulo, sin condiciones higiénicas, sin espacio, soledad…

Dentro de las actividades del Campamento que organiza todos los años por estas fechas el Aula Malagón Rovirosa, hemos tenido la sorprendente oportunidad de poder hablar con José Antonio Ortega Lara. Víctima del secuestro más largo de la banda terrorista ETA. Nos ha estado contando su experiencia de superación y esperanza durante los 532 días que estuvo metido en un zulo de dimensiones muy reducidas.

Me lo ha explicado un padre de familia. Un preso, un secuestrado por ETA… Nos lo ha contado en un campamento, unos cuantos adultos y casi ochenta chavales. Con una sencillez clamorosa José Antonio Ortega Lara nos ha contado cuál es su fe. 532 días metido en un zulo, sin condiciones higiénicas, sin espacio, mala comida, ninguna compañía, soledad… Nos recordaba a san Pablo: noches sin dormir, días sin comer… y dice que quiere perdonar. Que no es capaz pero quiere serlo. Dice que le sostuvo la oración, la oración sencilla del rosario… Nos dice que además su fe ha ido creciendo. No es que la haya mantenido es que ha crecido; como dice el Papa en la última encíclica. La fe, es verdad, es dinamismo, es creciente. Dice que a Dios al principio le pedía cosas para él y que al final pedía cosas para los demás.

Es verdad, se puede aprender de la vida. Se puede aprender de la experiencia. Se puede escuchar. Se debe escuchar. Escuchar merece la pena. Lo que hemos visto y oído y palpado eso os contamos. Hemos visto, oído y tocado a un cristiano «normal» que ha hecho de la vida una hermosa aventura de amor. En una experiencia terrible se ha encontrado con Dios. Nos lo ha contado y un grupo de jóvenes ha quedado completamente impactado. Preguntaban y preguntaban, escuchaban en silencio.  He visto a un grupo de jóvenes impactado.

Las condiciones de su secuestro fueron penosas: el zulo en el que se hallaba, muy húmedo (a pocos metros del río), sin ventanas y situado bajo el suelo de una nave industrial, tenía unas dimensiones de 3 metros de largo por 2,5 de ancho y 1,8 m de altura interior. Ortega Lara sólo podía dar tres pasos en él. Disponía de la luz de una pequeña bombilla y sólo fue alimentado con frutas y verduras. No podía salir del habitáculo y sus necesidades las hacía en un orinal, en el que recibía también el agua para asearse. En el momento de su rescate, Ortega Lara había perdido 23 kilos, masa muscular y densidad ósea. Sufría de trastornos del sueño, estrés postraumático, ansiedad y depresión.

1996 secuestro

Con cuanta frecuencia oímos y vivimos en nuestro ambiente lo difícil que es vivir la fe: familias con todos los miembros en paro, jóvenes que no encuentran su primer empleo, o que no encuentran sentido a sus vidas, adultos rotos por el sinsentido de su vida, familias que atraviesan por graves dificultades… en todas ellas la brutalidad del sistema imperialista tiene pretensión totalitaria: destroza al ser humano en su integridad: su ser físico, social, político y religioso. ¿Cómo vivir la fe en estos momentos?  Hoy hemos encontrado el testimonio de una persona sencilla, de un padre de familia, que nos ha mostrado cómo la fe puede avanzar en las dificultades más terribles. Ortega Lara nos explicaba como logró  sobrevivir a esta barbarie

El nos señaló algunas claves, mantener la rutina diaria, la higiene, el control del tiempo por señales externas, y la oración. Es la oración que comienza con el grito desesperado a Dios de ¡¿por qué a mí?! y lleva a pedir por la necesidad de otros olvidándose de uno mismo, es la oración sencilla del rosario mientras caminaba por el zulo. La oración que no se vive solo, sino en comunión. Es la grandeza de que unos rezan por otros, lo que en gran medida sostiene la fe en las dificultades. Tras su cautiverio, su fe salió purificada, por ser más auténtica, mirando hacia la cruz a la que permanentemente se somete a tantos seres humanos (durante su secuestro se enteró de la matanza de 4 hermanos maristas en Ruanda en la guerra).

También el amor familiar ha vivido una nueva dimensión por centrarse en la grandeza de la vida frente a los falsos ideales de lo material y el bienestar.

Y en todo este proceso, la conciencia de la necesidad del perdón, “todavía no puedo perdonar, pero quiero llegar a ello”.

El afianzamiento de la necesidad de la libertad de expresión y la dignidad del ser humano orientan su vida de compromiso en la sociedad.

Finalmente, animó a los jóvenes a encontrar el sentido de la vida, luchando por otros, les invitó a salir de sí mismos y darse a los demás, a dejar un mundo más humano a la siguiente generación ya que ellos nos juzgarán por lo que hagamos o dejemos de hacer.

Una buena lección desde una vida de sufrimiento para jóvenes y adultos.