Nuevas estrategias en el negocio del hambre

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El pasado mes el periódico EL PAIS publicó un reportaje en su semanal titulado «Este saquito salva vidas» que, en vez de estar redactado por un periodista con análisis y cierta profesionalidad, parecía estar redactado directamente por el personal de relaciones públicas de la empresa Nutriset.

El saquito salvavidas contra el hambre del que habla el reportaje es un revolucionario «invento» (así lo denomina reiteradamente el texto) que consiste en barritas energéticas de cacahuete mezclados con un complejo de vitaminas y minerales. El «invento», obviamente, no es fruto de un laborioso trabajo de investigación. No, el invento se le ocurrió a un científico francés en 1999 mientras untaba una tostada con nocilla para su desayuno y fue patentado por la empresa Nutriset para su comercialización en los países del tercer mundo bajo el nombre de Plumpy’Nut, que es la unión de las palabras en inglés para gordito y cacahuete. Cualquier cosa parece servir a las multinacionales europeas para sacar beneficio del Hambre en África.

Cualquier cosa parece servir a las multinacionales europeas para sacar beneficio del Hambre en África.

Desde entonces el «cacahuete gordito» patentado por Nutriset ha sido empleado por la ONU en crisis alimentarias en Mozambique, Congo, Darfur, Malawi, Níger e Etiopía. Es el alimento estrella del programa de la ONU «NoHunger» y Nutriset puede estar contenta porque gracias a la patente ya factura 52 millones de euros anuales, cantidad que planean aumentar en 180 millones para 2012.

Unicef que maneja un negocio de 750 millones en la compra, logística y distribución del Plumpy’Nut no ve ningún problema ético en patentar Plumpy’Nut porque cree necesario “asegurar el control de calidad del producto”. “No estamos ante una producción industrial cualquiera. Si no tienes cuidado, puedes matar a un niño”, afirman en el reportaje del PAIS.

Pero para Charlotte Dufour, experta en cuestiones de seguridad alimentaria y consultora externa de la FAO, “limitar el tratamiento y la prevención de la malnutrición a este tipo de alimentos, puede dar la impresión de que el hambre es una enfermedad que se trata con medicamentos”. El hambre tiene causas políticas, y todo lo que no sea atacar sus causas es perpetuarla y hacer negocio con ella. “Concebir el hambre como una enfermedad tiene efectos nefastos a nivel político”, continúa Dufour, “puede excusar a los gobiernos de sus responsabilidades”.

El reportaje de El PAIS tampoco menciona los debates éticos que ha despertado entre los científicos la aplicación de estos productos llamados RUTF (siglas en inglés para «alimento terapéutico listo para usar»), que ha llevado incluso a la revista Science a dedicarle un artículo el pasado octubre.

Una de las voces críticas viene de la India, el doctor Agrun Gupta advierte del peligro de que la alimentación terapéutica se convierta en la alimentación normal: “Una vez se empieza a usar los RUFT como estrategia preventiva, según lo defendido por las agencias internacionales, la nutrición infantil se torna en un gran mercado”. Según Grupta, “las intervenciones y políticas que promueven la distribución de estos alimentos sólo beneficiarán a unas pocas y grandes corporaciones”. En India ya se están utilizando eficazmente mezclas de alimentos locales para tratar la desnutrición. Pero mientras los grandes organismos y ONG apuesten por productos como el Plumpy´Nut, el negocio está servido.

El grupo de trabajo con niños menores de seis años compuestos por varios doctores indios han redactado un documento titulado «Alimentos terapéuticos listos para usarse (RUTF) en la India: Dejando Clara nuestra postura» donde afirman que » Plumpy Nut perturba seriamente el concepto de autodependencia en la seguridad de alimento y crea una dependencia innecesaria a un producto sobre el que las familias y las comunidades tienen poco control. Con la prisa de introducir a Plumpy Nut, otros alimentos han sido completamente ignorados».

Pero es que el mecanismo de hacer negocio a costa del hambre va mucho más allá de vender «cacahuetes gorditos» patentados por un euro a los niños hambrientos. Los máximos exportadores de cacahuete del mundo son los países de África subsahariana, los mismos supuestamente beneficiarios de programas de la ONU como «NoHunger». Las instituciones económicas internacionales como el FMI y el Banco Mundial presionan a los países africanos para dedicar largas extensiones de su tierra al monocultivo del cacahuete, cuyo mayor importador es Europa. El cacahuete africano, en vez de ser utilizado para la seguridad alimenticia del propio país, es comprado por empresas europeas a precio irrisorio, transformado en «cacahuete gordito» bajo la patente por empresas como NutriSet y vendido, en caso de hambrunas, por un euro la ración.

Este es el verdadero «invento» del que no habló EL PAIS. Este es el mecanismo perverso de cómo Europa hace negocio con el hambre en África. Utilizar una patente para aprovechar el drama del hambre para venderte lo que ya era tuyo por el triple de lo que realmente vale.

Existen una serie de instituciones, desde la ONU, la FAO, pasando por nuestros gobiernos, que trabajan para perpetuar el hambre en África. Existen multinacionales en nuestros países dispuestas a aprovechar la miseria para hacer negocio. Y existen también medios de comunicación que juegan el papel de camuflar la realidad para presentarnos como solidario lo que es mezquino y perverso. Es nuestra responsabilidad el dotarnos de análisis propio y de tomar partido por los empobrecidos de la tierra. Y si las instituciones como la FAO o UNICEF ya no cumplen el objetivo para lo que fueron creadas, debemos exigir que desaparezcan. En palabras de Julius Nyerere, ex presidente tanzano «no hace falta que nos ayudéis, basta con que nos quitéis la pierna de encima». Daniel Fernández.

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