Negar a la persona, afirmando un ideario en la comunidad fuera de esa fundamental vinculación persona-comunidad con plenos derechos, es muy peligroso
El neocapitalismo actual, y sus versiones nacionalistas y/ o populistas, quieren anular a la persona, destinándola a un productor (esclavo) o un mero consumidor, o simplemente un sujeto pasivo y acrítico en la vida política; con los cambios antropológicos que sean necesarios, para justificar las demandas de un imperialismo cada vez más sutil que penetra en los poros de nuestras sociedades.
Karl Polanyi en su libro “la Esencia del Fascismo” nos habla de los ideólogos de esta barbarie, que parten de un universalismo falso que niega a la persona, en un totalitarismo instalado en el colectivo que no permite la dialéctica persona-sociedad. Así afirma Polanyi cómo Othmar Spann, ideólogo nazi, llega a hacer una lectura sesgada de Hegel, y deja a la persona y a la sociedad sin la dialéctica mencionada.
Ahondando en esta negación de la persona como sujeto político y social protagonista, las ideologías actuales (o quizás mejor dicho ideología actual), tratan de marcar las diferencias entre personas: unos con derechos y otros sin ellos.
Afirmar con los hechos, que la vida de los empobrecidos que mueren en el Mediterráneo valen menos que las de los que vivimos en los países enriquecidos. O fragmentar la vida política en “castas” para afirmar un grupo o una ideología negando la justa razón sobre la vida política. Generar una sociedad con una minoría de privilegiados con trabajo bien remunerado, y una mayoría de parados o esclavos apartados en las cunetas, o incluso preparar un gran ejército de “mantenidos”. El negar la vida del niño no nacido, soslayando su existencia, sesgando por tanto su principal derecho. Y cómo no, legitimar que una región o un país, tiene más derechos que otro para recibir ayudas, prebendas y otras falsificaciones históricas al servicio de una parte “pudiente” de esas sociedades. Son todos ejemplos una tendencia común en las sociedades y en la política de este siglo. Negar al otro.
Se puede afirmar que en la medida que el cristianismo combata todo esto, es y será el gran perseguido. La consideración de todos los hombres iguales, con derechos, inherentes a su naturaleza como personas irrepetibles, es fundamental, y molesta a casi todos.
El materialismo actual, el derecho a decidir por encima de cualquier principio, que no sea el de la rentabilidad económica, se cuela en las tertulias y diálogos de nuestras sociedades.
Vivir las relaciones humanas en plenitud, es vivir la relación entre el yo y el tu (el otro) en clave solidaria, eso es vivir presente. Vivir pasado, es vivir pensando en la material, en los objetos, como bien dice Martin Buber, cosificando al máximo la naturaleza del mismo hombre. Por eso reconocer a los pequeños, a los olvidados y empobrecidos, nos pone en camino de afianzar un futuro con la persona en el centro, protagonizando la vida política y cultural.
Autor: Juan Rodríguez