Obamanía Mesiánica (Un caballo de Troya antivida)

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El dato principal ha pasado de puntillas en la prensa y, me temo, para una gran mayoría de electores: el extremismo abortista y la falsedad constitutiva del personaje Barack Obama.
No me refiero tanto a la persona en sí de Barack, sino al diseño propagandístico que representa, a su marca comercial, a su halo artificioso de mesías del gran cambio, de «kairós» histórico. Bastaba con elegir a un buen gobernante para tiempos difíciles, pero han querido elegir a alguien que «haga historia», a un personaje épico hollywoodiense, de «nueva era». Por eso, un 30 % de los norteamericanos llora de emoción por su elección, mientras otro tanto siente un profundo temor por su doblez. «Hacer historia» ha sido uno de los mantras electorales obamistas. Y sí, hará historia, pero para mal. Será un hito histórico de inhumanidad. Por esto, no podemos callar, aunque vayamos muy a contracorriente. No nos sometemos a la obama-fashion, a la obamanía, ni a la obamalatría. Malo ha sido Bush. Mucho peor será Obama. Pero, como no somos pesimistas y siempre pensamos que hay remedio, no silenciamos nuestra denuncia. Preparémonos.

            El furor de la obamanía hace de tripas corazón. Las ínfulas mesiánicas que se han concedido a este astuto e hipnótico telepredicador, llevan a perdonarle todo, a justificarle cualquier aberración: empezando por su anunciado apoyo total a la legislación más abortista, que incluye todo aborto tardío (hasta el noveno mes y sin restricción alguna, ni libertad para los Estados federados) y la destrucción embrionaria masiva, sin dar alternativas pacíficas a las mujeres y al resto de la sociedad. Obama se debe al lobby abortista (IPPF, etc.) y no se avergonzó de manifestar que haría abortar a sus hijas si éstas quedaban involuntariamente embarazadas.


            El principal problema no es que falte una mayoría que no acepta el aborto sistemático y masivo. Además, esta mayoría se ampliaría si circulase libremente una información completa sobre el negocio y la trama abortista. La gran herida de muerte que padece la humanidad, es que el ciudadano provida considere el aborto un mal o un tema menor. Por desgracia, muchos seres humanos miran ante todo por sus propios intereses inmediatos, como los económicos. Apenas consideran las necesidades de los que están mucho peor que ellos, como para perderlo todo y la vida misma desde el comienzo de sus vidas. Para «arreglar» sus maltrechas conciencias quienes promueven o votan aborto y más aborto, se conforman con engolfarse en una hipócrita retórica moralizante que osa invocar «la libertad» o «la elección», sin admitir que ésta se aplica a matar a millones de los seres humanos más indefensos e inocentes.


            Aunque los datos están a disposición de todos, arrastran las medias verdades de las campañas obamistas de captación de votos y donativos. Un 95% de los votantes afroamericanos, olvidándose de cualquier otra consideración ético-política, ha votado a quien ha creído representar las reivindicaciones de su raza. El racismo es igual de perverso tanto si lo practican los blancos como si lo practican los negros. El racismo sólo habrá desaparecido cuando ni se deje de votar a alguien por ser negro, ni se vote a alguien por ser o parecer negro. En todo caso, el sr. Obama no es negro, sino mulato. Ni siquiera ha sido educado en una familia afroamericana, pues apenas conoció a su padre keniata. Tampoco tiene ascendencia afroamericana propiamente dicha, no desciende del triste e infame esclavismo afroamericano, ya que su padre era africano y no afroamericano. Pero él juega astutamente tal baza y ha designado símbolo de su campaña a una anciana afroamericana de 106 años, nacida una generación posterior a la abolición de la esclavitud. Y, lo peor, casi todos, acríticamente, han aceptado su identificación con Martin Luther King y su sueño de justicia y derechos civiles. El sueño del gran Luther King nada tenía que ver con el absolutismo abortista al que Obama va a dar prioridad en el ejercicio de su gran poder, apoyado en las mayorías de las dos cámaras legislativas y en la anunciada toma de control del Tribunal Supremo. Es sarcástico que el abortismo que va a agigantar Obama dentro y fuera de los EEUU, se cebe en sectores que le han aupado al despacho oval: los afroamericanos e hispanos. Incluso quienes aceptan el aborto en ciertos  casos especiales, deberían prestar atención a la saña y extremismo abortista de este telepredicador, sofista y seductor de masas que en todo se presenta como lo que no es.


            Obama no es ningún cambio. Por lo menos no es un cambio para mejor. Bush se iba de todas maneras. Y John McCain no es otro George W. Bush. Pero la campaña mediática de Obama se ha aprovechado de la exacerbada fobia anti-Bush del tradicional votante «demócrata» y sobre todo del tradicional abstencionista. Éste ha marcado la diferencia y ha ido a votar como un solo hombre al mesiánico orador. No ha pesado que este prestidigitador de la palabra eufemística e ilusionista sea nulo en experiencia de poder ejecutivo y muy escaso en experiencia legislativa. El mejor seductor en campaña electoral, o el más simpático comunicador, no tiene por qué ser el mejor gobernante. Lo primero que ha hecho este vendedor de «cambio», ha sido recurrir a lo más duro de la vieja guardia de Bill Clinton, retrotrayéndose más allá de una década: ha nombrado jefe de la estratégica oficina presidencial a Rahm Emanuel. Incluso se ha convertido al obamismo un viejo halcón y secretario de Estado de Bush: Colin Powell. La única novedad de la marca «Obama», asentada en el primer trono de poder mundial, será la de incrementar exponencialmente los sufrimientos de los más débiles y de muchos de los que le han votado. Cuando las cosas se le pongan feas, se agitará el fantasma de un retorno a la época Bush, para que el personal se resigne. El cambio que quiere imponer en su país y en el mundo, se lo deseamos al propio Obama. Si es tan listo como parece en cuanto comunicador, que se dé cuenta de que el abortismo extremo hundirá la demografía, la economía y los valores humanos que hasta ahora han hecho grande a su país.