El poeta católico coreano Kim Dja Ha, condenado a muerte en 1975 y posteriormente liberado bajo la presión de la opinión internacional, expresa en sus poemas el grito del pueblo oprimido y explotado. Su clamor nos conmueve y nos interpela. He aquí uno de sus poemas:
ORACIÓN de las MANOS ATADAS
Durante largos días, meses y años,
estas manos están atrapadas por cadenas;
oh manos orantes e imploradoras,
que nunca abrazarón ni estrecharon otras,
manos sin calor ni ternura.
Estribillo:
Ven presto, Señor,
rompe las cadenas, líbrame.
En este valle de desesperanza,
cubierto por sombras de muerte,
hasta mis sueños yacen prisioneros.
Triste está mi corazón,
ansioso de justicia y amor,
muriendo está, errante en este valle de la muerte.
A manos llenas sembré estos campos helados,
mis manos ensangrentadas los cultivaron,
mis manos ensangrentadas hicieron la recolección.
Su cosecha te ofrezco, Señor,
y todo mi cuerpo, sobre el gran altar de la tierra.
Cuando los campos se iluminan por la luz púrpura
del sol poniente,
con manos manchadas de tierra
salgo al encuentro de los hombres;
con la antorcha encendida busco tu camino,
tu corazón, Señor.
Enteramente me ofrezco a ti, Señor,
despeja mis tinieblas;
quiero ser luz, reflejo de tu resplandor.
El cuerpo cansado, roto por sus trabajos;
estas manos, desafiando la muerte, buscan la libertad;
seguiré buscando libertad para estas manos.
Volverá la aurora; al sol radiante, las rosas florecerán.
Con la noche las tinieblas desaparecerán
y la luz manantial anunciará un mundo muevo.
Del libro de Oraciones
Selección del sacerdote misionero Carlos Ruiz de Cascos.
Editado en Voz de los sin voz