Ni un solo niño esclavo en el mundo.
Por la DIGNIDAD DE LA INFANCIA.
PÁGINAS DE LA HISTORIA… y desgraciadamente, este crimen vergonzoso continua.
LA SITUACIÓN DE ESCLAVITUD DE LOS NIÑOS EN EL SIGLO XIX
Nunca se escribirá bastante sobre los males de la esclavitud de los niños. Nunca se escribirá bastante sobre los males físicos, psíquicos, intelectuales y morales parecidos por los niños condenados a la esclavitud del trabajo.
Hoy, al igual que en el siglo pasado, 400 millones de niños esclavos nos claman JUSTICIA. Esto es un CRIMEN VERGONZOSO, un verdadero crimen político y sindical que debe abolirse YA.
«TRABAJO DE LOS NIÑOS». MAMMA JONES. AUTOBIOGRAFÍA
Mamma Jones impulsó y lideró con 73 años la que se conoce como la Marcha de los Niños contra el trabajo infantil. Pertrechados de mochilas donde llevaban «un cuchillo y un tenedor, una taza y un plato», encabezados por chavales que en la industria textil habían quedado maltrechos o mutilados, algunos sin nudillos arrancados por las máquinas, cientos de menores recorrieron a pie los más de 150 kilómetros que separan Filadelfia de Nueva York.
El objetivo de Mamma Jones era plantarse con los niños y todo lo que ello implicaba ante la residencia del presidente Theodore Roosevelt. Cuenta Mother Jones que un tambor y una pequeña flauta, un pífano con reminiscencias militares, formaban la minúscula banda cuya música guiaba a los pequeños. «Les pregunté a los periodistas por qué no publicaban los hechos sobre el trabajo infantil en Pensilvania. Dijeron que no podían porque los dueños de las fábricas tenían acciones en los periódicos«. «Bien —respondió–, yo tengo acciones en esos pequeños. Y arreglaré un poco de publicidad». “Llevábamos pancartas que decían esto: ‘Queremos más escuelas y menos hospitales’. ‘Queremos tiempo para jugar’.
«Me dieron trabajo en la fábrica, vi a los niños, los niños pequeños trabajando…En toda mi vida no he visto nada más deplorable. A veces me parecía que no podía soportar ni un instante más el deplorable espectáculo de esas caritas silenciosas; sentía deseos de volver al Norte, a las horribles minas de carbón, en los campos de las Montañas Rocosas, donde al menos son los hombres los que sufren por el pan.»
«Niños y niñas con los pies descalzos, iban y venían por entre las interminables hileras de husos. Niños con seis años con caras de viejos de sesenta, trabajaban ocho horas diarias por diez céntimos. Cuando se dormían les echaban agua fría en la cara y la voz del director sonaba siempre por encima del incesante estrépito de las máquinas.»
«Criaturas de cuatro años, que empezaban, los llevaban a las hilaturas para ayudar a la hermana mayor o al hermano de diez años; pero no le pagaban.
Desde las cinco y media de la mañana largas filas de pálidos niños salían, al amanecer, para enterrarse en las fábricas, en medio de un enloquecedor ruido y una atmósfera cargada de polvillo de hilos…Durante la media hora del almuerzo, los niños caían de sueño encima de sus fiambreras de pan y manteca. Ese era su recreo, su descanso, lo que para los niños libres es el juego. A veces, el patrón los sacudía para que se despertaran; pasada la media hora, de vuelta al trabajo extenuante, el constante ir y venir entre el estruendo de los husos. ¡Niños pequeños! ¡Criaturas!».
«A veces tenían miedo, de volver solos por la noche. Entonces se estiraban en el suelo y dormían hasta la hora de la entrada, cuando sale el sol.»
INFORME DE LORD ASHLEY AL PARLAMENTO BRITÁNICO, JULIO DE 1842
“En el Staffordshiere descienden a los pozos a la edad de nueve años, muchas veces incluso a los siete u ocho. (…) Los subterráneos son muy estrechos, el aire está enrarecido, la humedad es extrema, los niños son obligados a trabajar allí normalmente con los pies en el agua”
DISRAELÍ: SYBIL, OR THE TWO NATIONS. 1845
“Desnuda hasta la cintura, una muchacha inglesa, durante doce y a veces dieciséis horas diarias, tira ayudándose de manos y pies de una cadena de hierro que, sujeta a un cinturón de cuero, se arrastra entre sus piernas enfundadas en pantalones de lona, para transportar cubetas de carbón”
DECLARACIONES DE LA NIÑA SARAH GOODER, DE OCHO AÑOS DE EDAD. TESTIMONIO RECOGIDO POR LA COMISIÓN ASHLEY PARA EL ESTUDIO DE LA SITUACIÓN EN LAS MINAS, 1842
«Trabajo en el pozo de Gawber. No es muy cansado, pero trabajo sin luz y paso miedo. Voy a las cuatro y a veces a las tres y media de la mañana, y salgo a las cinco y media de la tarde. No me duermo nunca. A veces, canto cuando hay luz, pero no en la oscuridad, entonces no me atrevo a cantar. No me gusta estar en el pozo. Estoy medio dormida a veces cuando voy por la mañana. Voy a escuela los domingos y aprendo a leer. (…) Me enseñan a rezar (…) He oído hablar de Jesucristo muchas veces. No sé por qué vino a la tierra y no sé por qué murió, pero sé que descansaba su cabeza sobre piedras. Prefiero, de lejos, ir a la escuela que estar en la mina.»
FRAGMENTO DEL RELATO DE UN OBRERO HECHO ANTE UNA COMISIÓN DE TRABAJO EN LAS INDUSTRIAS, QUE SE REALIZÓ EN INGLATERRA EN EL AÑO 1832.
«Tenía yo 7 años cuando empecé a hilar lana en una fábrica. La jornada de trabajo duraba desde las cinco de la mañana hasta las 8 de la noche, con un único descanso de treinta minutos a mediodía para comer.
Teníamos que tomar la comida como pudiéramos, de pie o apoyados de cualquier manera. Así pues, a los siete años yo realizaba catorce horas y media de trabajo efectivo.
En aquella fábrica había alrededor de cincuenta niños, más o menos de mi edad que, con mucha frecuencia, caían enfermos. Cada día había al menos media docena de ellos que estaban indispuestos por culpa del excesivo trabajo».
TESTIMONIO DE ELIZABETH BENTLEY.
«En 1832, Elizabeth Bentley, que por entonces tenía 23 años, testificó ante un comité parlamentario inglés sobre su niñez en una fábrica de lino. Había comenzado a la edad de 6 años, trabajando desde las seis de la mañana hasta las siete de la tarde en temporada baja y de cinco de la mañana a nueve de la noche durante los seis meses de mayor actividad en la fábrica. Tenía un descanso de 40 minutos a mediodía, y ese era el único de la jornada. Trabajaba retirando de la máquina las bobinas llenas y reemplazándolas por otras vacías. Si se quedaba atrás, «era golpeada con una correa» y aseguró que siempre le pegaban a la que terminaba en último lugar. A los diez años la trasladaron al taller de cardado, donde el encargado usaba correas y cadenas para pegar a las niñas con el fin de que estuvieran atentas a su trabajo. Le preguntaron ¿se llegaba a pegar a las niñas tanto para dejar- les marcas en la piel?, Y ella contestó «Sí, muchas veces se les hacían mar cas negras, pero sus padres no se atrevían a ir al encargado, por miedo a perder su trabajo». El trabajo en el taller de cardado le descoyuntó los huesos de los brazos.»
INFORME DEL COMITÉ SADLER (INGLATERRA, 1831)
El trabajo de los niños en las Hilanderías de Algodón: “Esos niños entran en la fabrica a las 5 o 6 de la mañana y no la abandonan sino entre las 7 ó 8 de la noche, encerrados durante catorce horas en los talleres, en medio de una atmósfera sofocante de 75 a 80 grados Fahrenheit. Sin reposo, salvo a las horas de la comida: a lo sumo una media hora para el desayuno, por la mañana y una hora para el almuerzo. Para los niños, las horas de reposo no son regulares: 3 o 4 días por semana, significan solamente un cambio de tarea en lugar de vigilar una máquina en marcha, cuando está en “descanso”, entonces el niño debe limpiar una maquina detenida o recoger desechos de algodón, obligado, mientras trabaja, a comer bocados en medio del polvo. No hay asientos; sentarse es contrario al reglamento. Desde 15 horas por día, la jornada de los niños se prolonga más todavía durante los periodos de actividad industrial. En ciertas fábricas, los niños trabajan regularmente, desde las 3 y media de la mañana hasta las 9 y media de la noche, en verano; además, dos veces por semana tienen que trabajar toda la noche.
Los industriales más humanos se contentan con hacerlos trabajar sólo…16 horas. No se logra de los niños un esfuerzo tan prolongado más que por el terror. Cualquiera que sea su cansancio, los niños deben llegar por la mañana a la hora precisa, de lo contrario son cruelmente castigados. En ciertos establecimientos, raramente pasa una hora sin oírse los gritos que los golpes arrancan a los niños. A veces los mismos padres pegan a sus hijos para evitar los castigos más brutales, en las fábricas se les golpea con una pesada barra de hierro (el billyroller); suele ocurrir también que un niño rendido por el sueño se resbale bajo la maquina y quede mutilado para toda la vida.”
INFORME DEL DOCTOR VILLERME (FRANCIA, 1840)
“Niños muy pequeños son ocupados en el torno destinado a los carretes mecánicos de las máquinas de tejer: allí constantemente encorvados, sin movimientos, sin posibilidad de respirar aire puro y libre, contraen irritaciones que se convierten en afecciones de tumores” “Sus débiles miembros se deforman, y su espina dorsal se desvía. Esos niños se agotan y desde sus primeros años, son los que suelen ser siempre débiles y enfermizos, otros niños son ocupados en hacer girar ruedas que ponen en movimiento largos mecanismos para devanar; la nutrición de los brazos se hacer a expensa de sus piernas y estos pequeños desdichados tienen a menudo los miembros inferiores deformados” “Niños que permanecen 16 y 17 horas trabajando de pie, en una habitación cerrada, sin cambiar de sitio o de actitud. “No es un trabajo a destajo, es una tortura: se les aplica este trabajo a niños de 6 a 8 años, mal alimentados, mal vestidos, obligados a recorrer desde las 5 de la mañana, la larga distancia que les separa de los talleres, a la cual se agrega, por la noche, el regreso desde los mismos talleres. La consecuencia de ellos es una mortalidad excesivamente elevada”. “Es preciso ver a esta muchedumbre de niños flacos, desencajados, cubiertos de harapos, que con lluvia y barro van descalzos, llevando en la mano ( y cuando llueve , debajo de su ropa, que por el aceite que ha caído de los telares se ha vuelto impermeable), el pedazo de pan que ha de alimentarles hasta su regreso.
EL TRABAJO DE LOS NIÑOS EN LAS FÁBRICAS INGLESAS DE HILADOS DE ALGODÓN, SEGÚN EL RELATO DE DOLLÉANS.
«Los niños entran a las cinco o seis de la mañana y no salen hasta las siete u ocho de la tarde, pasan catorce horas encerrados en talleres insalubres en medio de una atmósfera sofocante, apenas tienen reposo y a veces mientras trabajan deben comer un bocadillo en medio del polvo. Los deshechos se infiltran en sus pulmones y pierden el apetito.
No hay asientos, sentarse es contrario al reglamento (…) No se logra de los niños un esfuerzo tan prolongado más que por el terror, los niños deben llegar por la mañana a la hora precisa o de lo contrario son cruelmente castigados, se les golpea con una pesada barra de hierro (el billy-roller), a veces son los propios padres quienes pegan a sus hijos para evitarles castigos más brutales (….).Con el corazón oprimido los padres tienen que llevar a sus hijos a la fábrica; pero no pueden hacer otra cosa porque saben que, si no hacen trabajar a sus hijos la parroquia les dejará morir de hambre: solo tienen derecho al socorro si sus hijos trabajan».
MANIFESTACIONES DE UN NIÑO TRABAJADOR DE DOCE AÑOS.
«No tengo más ropa que la de mi trabajo: algunos pantalones y una chaqueta rota…Arrastro las vagonetas bajo tierra a lo largo de media legua, ida y vuelta. Las arrastro durante once horas diarias con la ayuda de la una cadena atada a mi cintura. Las heridas que tengo en la cabeza me las he hecho descargando vagonetas. Los hombres del equipo al que estoy atado trabajan desnudos, salvo el casco en la cabeza. Algunas veces cuando no soy rápido, me golpean.»
LOS NIÑOS DESHOLLINADORES DE CHIMENEAS:
La mayoría de las chimeneas primitivas eran pequeñas, median menos de un pié cuadrado por dentro. Algunas firmas ofrecían “niños pequeños, para deshollinar chimeneas pequeñas”, para esto utilizaban niños de 3 y 4 años de edad, entre ellos muchos eran robados.
A veces los niñitos eran introducidos cuando las chimeneas todavía estaban calientes, muchos sufrían quemaduras mortíferas, otros se perdían dentro de las cañerías y morían asfixiados.
La pérdida de la vida y la tuberculosis eran las consecuencias más corrientes de los “niños deshollinadores”, muchos tenían quemaduras, llagas, infecciones, la falta de cuidados médicos y sanitarios agravaba más la situación.
Hoy, al igual que ayer, millones de niños ESCLAVOS en el mundo claman JUSTICIA.
¡ÚNETE A NOSOTROS EN LA LUCHA CONTRA LA ESCLAVITUD INFANTIL!
TE ESPERAMOS.