Como en épocas del imperio romano, las diversiones populares despiertan pasiones irracionales para impedir que la ciudadanía tome conciencia de sus verdaderos problemas. La única diferencia es que hoy nadie regala trigo ni pan.
En el siglo I,
en tiempo del imperio romano, el poeta Juvenal escribió en una de sus obras la
expresión panem et circenses: pan y juegos del circo. Frase peyorativa que
ironiza la práctica de los emperadores romanos que, para mantener tranquila a la
población y ocultar sus canalladas, proporcionaban al pueblo alimento y
diversión gratis: regalaban al populacho trigo, panes y entradas para los juegos
del circo (circenses); carreras de cuadrigas, luchas de gladiadores y otros.
Así mantenían al pueblo distraído y alejado de la política. En nuestros días,
para referirse a tal práctica gubernamental, antes se decía «pan y toros» y,
durante la dictadura franquista, «pan y fútbol».
Hoy, los
antiguos juegos circenses son mucho más variados. Fútbol, bodas reales,
televisión basura, estupideces varias de presuntos famosos que no hacen ni han
hecho nunca nada que valga la pena pero llenan horas de programación televisiva
en permanente ejercicio de mal gusto, impudicia y analfabetismo funcional…
A diferencia
del tiempo del imperio romano, hoy nadie regala trigo ni pan; no se da nada, más
bien se recorta, se quita, mientras una situación injusta global y delictiva
hace que las gentes pierdan el empleo y no puedan ganarse el pan, símbolo de
mínima vida digna.
Mientras más de
dos mil millones de personas (un tercio del planeta) seguían por televisión la
boda del heredero de la Corona británica William y la ciudadana Kate, el
gobierno del conservador Cameron continuaba con su programa de recortes
sociales, pero aceptaba pagar la enorme factura por esa boda. Al mismo tiempo,
FMI y Unión Europea imponían fuertes recortes sociales a Portugal para poder
recibir el rescate financiero, como reducir pensiones, disminuir prestaciones
por desempleo a la mitad y recortar el gasto en educación y sanidad. También
acogotan a Irlanda y Grecia y extorsionan a España para que vulnere más derechos
humanos sociales y económicos de ciudadanos, de los que casi cinco millones
están en el paro. En España también, la multinacional Telefónica despedirá al
20% de su plantilla, aunque en 2010 obtuvo más de 10.000 millones de euros de
beneficio. Un récord.
En España, una
mujer que ronda la cuarentena, cuyo único presunto mérito es que estuvo casada
con un torero mediocre, ocupa las pantallas televisivas con honorarios de
ejecutivo de multinacional y, para más inri, es nombrada «princesa del pueblo»
por las nutridas masas consumidoras de televisión basura. En otro punto del arco
mediático, los partidos que enfrentaron al Real Madrid y al Barça en cuartos de
final de la Liga de Campeones europea dieron pie a horas y horas televisivas,
dando vueltas sobre la rivalidad entre ambos equipos y sus entrenadores. Nada.
Pero el público está entretenido.
Panem et
circenses (perdón, hoy sólo circenses): Despistar, distraer para mantener a
la ciudadanía alejada de sus intereses reales. Pues de eso se trata, de
convertirnos de nuevo en súbditos, como en el ancienne régime antes de la
democracia.
Pero somos
ciudadanos, no súbditos. Súbdito es el natural de un país sujeto a la autoridad
de quien detenta el poder con la obligación inevitable de obedecerle. Sin
derechos. Ciudadano es la persona que tiene derechos civiles, políticos,
económicos, sociales y culturales. Derechos. E interviene en el gobierno del
país. Debería. Y esto no es un ejercicio académico; es el corazón mismo de la
democracia. O no hay democracia.
Pues bien, todo
el entramado consumista mediático equivalente a los romanos juegos de circo,
armazón que oculta o anestesia, que fomenta irracionales pasiones futbolísticas,
que programa basura televisiva… persigue un objetivo evidente: impedir que
la ciudadanía tome conciencia de lo que ocurre, que ignore que violan sus
derechos y, sobre todo, que toda la fuerza y energía que dedicaría a defender
sus derechos la diluya en las falaces pasiones por fútbol, bodas reales y otros
juegos circenses de nuestro tiempo.