Pandemia y Fraternidad Universal (síntesis del documento)

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El 30 de marzo de 2020 la Pontificia Academia para la Vida hacía pública una nota sobre la emergencia del Covid 19.

En ella destacamos las siguientes reflexiones:

  1. Debido al aislamiento estamos descubriendo lo esencial que es vivir con los demás. Estamos hechos para la comunión, para la fraternidad.
  2. La actual situación nos lleva al reconocimiento de nuestra vulnerabilidad.

3. Solidarios en la vulnerabilidad y en los límites: “En algunas regiones del mundo, la precariedad de la existencia individual y colectiva es una experiencia cotidiana, debido a la pobreza que no permite que todos tengan acceso a la atención médica, aunque esté disponible, o a los alimentos en cantidades suficientes, que no faltan en todo el mundo”. “En otras partes del mundo, las zonas de precariedad se han ido reduciendo progresivamente gracias a los avances de la ciencia y la tecnología, hasta el punto de hacernos ilusiones de que somos invulnerables o de que podemos encontrar una solución técnica para todo”.

Nos enfrentamos a la evidencia de que “no somos dueños de nuestro propio destino”.

Somos más interdependientes en la vulnerabilidad que en la eficiencia: “Resulta palpable lo estrechamente conectados que estamos todos: de hecho, en nuestra exposición a la vulnerabilidad somos más interdependientes que en nuestro aparato de eficiencia. El contagio se extiende muy rápidamente de un país a otro; lo que le sucede a alguien se convierte en algo decisivo para todos”.

Esta realidad estamos experimentando lo que ya sabíamos: “para bien o para mal, las consecuencias de nuestras acciones siempre recaen sobre los demás. Nunca hay actos individuales que no tengan consecuencias sociales.”

4. De la interconexión de facto a la solidaridad deseada: Estamos descubriendo que cada vida es una vida común. Todos somos responsables de todos. “No hay derecho alguno que no tenga como implicación un deber correspondiente”. Una agresión global requiere respuestas globales. No valen los límites territoriales. El virus no sabe de banderas ni de fronteras.

5. Ciencia, Medicina y Política: el vínculo social puesto a prueba: La ciencia no puede determinar exclusivamente las decisiones políticas. “Necesitamos una alianza entre la ciencia y el humanismo, que deben ser integrados y no separados o, peor aún, contrapuestos. Una emergencia como la de Covid-19 es derrotada en primer lugar con los anticuerpos de la solidaridad. Los medios técnicos y clínicos de contención deben integrarse en una vasta y profunda investigación para el bien común, que deberá contrarrestar la tendencia a la selección de ventajas para los privilegiados y la separación de los vulnerables en función de la ciudadanía, los ingresos, la política y la edad”. “Esto también se aplica a todas las opciones de “política de los cuidados”, incluidas las que están más estrechamente relacionadas con la práctica clínica.

6. Las condiciones de emergencia en las que se encuentran muchos países pueden llegar a obligar a los médicos a tomar decisiones dramáticas y lacerantes para racionar los recursos limitados, que no están disponibles para todos al mismo tiempo. En ese momento, tras haber hecho todo lo posible a nivel organizativo para evitar el racionamiento, debe tenerse siempre presente que la decisión no se puede basar en una diferencia en el valor de la vida humana y la dignidad de cada persona, que siempre son iguales y valiosísimas. La decisión se refiere más bien a la utilización de los tratamientos de la mejor manera posible en función de las necesidades del paciente, es decir, de la gravedad de su enfermedad y de su necesidad de tratamiento, y a la evaluación de los beneficios clínicos que el tratamiento puede lograr, en términos de pronóstico. La edad no puede ser considerada como el único y automático criterio de elección, ya que si fuera así se podría caer en un comportamiento discriminatorio hacia los ancianos y los más frágiles.

Es necesario formular criterios que sean compartidos y argumentados, para evitar la arbitrariedad o la improvisación en situaciones de emergencia, como nos ha enseñado la medicina de catástrofes. El racionamiento debe ser la última opción. La búsqueda de tratamientos lo más equivalentes posibles, el intercambio de recursos, el traslado de pacientes son alternativas que deben ser consideradas cuidadosamente, en la lógica de la justicia. La creatividad también ha sugerido soluciones en condiciones adversas que han permitido satisfacer las necesidades, como el uso del mismo respirador para varios pacientes. En cualquier caso nunca debemos abandonar al enfermo, incluso cuando no hay más tratamientos disponibles: los cuidados paliativos, el tratamiento del dolor y el acompañamiento son una necesidad que nunca hay que descuidar”.

La obligación de proteger a los débiles: la fe evangélica a prueba. “Escuchar las Escrituras y el cumplimiento de la promesa de Jesús nos muestra que estar del lado de la vida, como Dios nos enseña, se concretiza en gestos de humanidad hacia el otro”. “No podemos olvidar las otras calamidades que golpean a los más frágiles como los refugiados e inmigrantes o aquellos pueblos que siguen siendo azotados por los conflictos, la guerra y el hambre”.

7. La oración de intercesión. “La oración como intercesión por cada uno y por todos aquellos que se encuentran en el sufrimiento, que también Jesús llevó sobre sí mismo por nosotros, y como un momento en el que aprender de Él cómo vivir este sufrimiento en la entrega al Padre. A partir de esto sacamos fuerza interior para ejercer toda nuestra responsabilidad y estar disponibles para la conversión según la realidad que nos haga comprender lo que hace posible una convivencia más humana en nuestro mundo”.

8. Luchar juntos con los no creyentes. “Aquellos que no compartan la profesión de esta fe pueden extraer del testimonio de esta fraternidad universal las huellas que conducen a la mejor parte de la condición humana. La humanidad que no abandona el campo en el que los seres humanos aman y luchan juntos, por amor a la vida como un bien estrictamente común, se gana la gratitud de todos y es un signo del amor de Dios presente entre nosotros”.

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