PARABOLAS: ´DE VUELTA DE LA GUERRA´, ´DONANDO SANGRE´, ´EL ÁRBOL DE LOS PROBLEMAS´, ´EL BANCO DEL TIEMPO´

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Una selección de relatos, anécdotas, historias que quieren contribuir a aumentar el número de educadores militantes por una cultura solidaria. Visita nuestra sección de parábolas de vida y esperanza en esta web. Cientos de parábolas pensadas para la escuela autogestionaria Iqbal Masih.

DE VUELTA DE LA GUERRA

Un soldado que pudo regresar a casa después de haber peleado en la guerra de Vietnam. Le habló a sus padres desde San Francisco. «Mamá, voy de regreso a casa, pero tengo que pediros un favor. Traigo a un amigo que me gustaría que se quedara con nosotros.» Le dijeron: «Claro, nos encantaría conocerlo.» El hijo siguió diciendo: «Hay algo que debéis saber. Fue herido en la guerra. Pisó en una mina de tierra y perdió un brazo y una pierna. Él no tiene adónde ir, y quiero que se venga a vivir con nosotros a casa.» «Siento mucho el escuchar eso, hijo. A lo mejor podemos encontrar un lugar en donde el se pueda quedar.» «No, mamá y papá, yo quiero que él viva con nosotros.» «Hijo, tu no sabes lo que estás pidiendo. Alguien que esté tan limitado físicamente puede ser un gran peso para nosotros. Nosotros tenemos nuestras propias vidas que vivir, y no podemos dejar que algo como esto interfiera con nuestras vidas. Yo pienso que tu deberías de regresar a casa y olvidarte de esta persona. Él encontrara una manera en la que pueda vivir él solo.» En ese momento el hijo colgó el teléfono.

Los padres ya no volvieron a saber de él. Unos días después, los padres recibieron una llamada telefónica de la policía de San Francisco. Su hijo había muerto después de que se había caído de un edificio, fue lo que les dijeron. La policía creía que era un suicidio. Los padres, destrozados de la noticia, volaron a San Francisco y fueron llevados a que identificaran a su hijo. Ellos lo reconocieron, pero, para su horror, ellos descubrieron algo que no sabían: su hijo tan solo tenía un brazo y una pierna. Los padres de esta historia son como muchos de nosotros. Encontramos muy fácil amar a personas que son hermosas por fuera o que son simpáticas, pero no a la gente que nos hace sentir alguna inconveniencia o que nos hace sentirnos incómodos. Preferimos estar alejados de personas que no son hermosas, sanas o inteligentes como suponemos serlo nosotros.

DONANDO SANGRE

Hace unos años, cuando trabajaba como voluntario en un hospital de Stanford, conocí a una niñita llamada Liz, que sufría de una extraña enfermedad. Su única chance de recuperarse era aparentemente una transfusión de sangre de su hermano de 5 años, que había sobrevivido milagrosamente a la misma enfermedad y había desarrollado los anticuerpos necesarios para combatirla. El doctor explicó la situación al hermano de la niña, y le preguntó si estaba dispuesto a dar su sangre a su hermana. Lo ví dudar por sólo un momento antes de tomar un gran suspiro y decir: -Sí, yo lo haré, si eso salva a Liz.

Mientras la transfusión continuaba, él estaba acostado en una cama al lado de la de su hermana, y sonriente mientras nosotros los asistíamos, viendo retornar el color a las mejillas de la niña. Entonces la cara del niño se puso pálida y su sonrisa desapareció. El niño miró al doctor y le preguntó con voz temblorosa: – Doctor… ¿cuándo voy a empezar a morirme?

El pequeño no había comprendido bien al doctor; pensaba que le daría toda su sangre a su hermana. Y aún así estaba dispuesto a darla…

EL ÁRBOL DE LOS PROBLEMAS

El carpintero que había contratado para ayudarme a reparar una vieja granja, acababa de finalizar un duro primer día de trabajo. Su cortadora eléctrica se dañó y lo hizo perder una hora de trabajo y ahora su antiguo camión se negaba a arrancar. Mientras le llevaba a su casa, se sentó en silencio. Cuando llegamos, me invitó a conocer a su familia. Mientras nos dirigíamos a la puerta de su casa, se detuvo brevemente frente a un pequeño árbol, tocando las puntas de las ramas con ambas manos. Cuando se abrió la puerta, el rostro de aquel hombre se transformó, sonrió, abrazó a sus dos pequeños hijos y le dio un beso a su esposa. Luego me acompañó hasta el coche. Cuando pasamos cerca del árbol, sentí curiosidad y le pregunte por lo que lo había hecho un rato antes. «Oh, ese es mi árbol de problemas», contestó. «Sé que no puedo evitar tener problemas en el trabajo, pero una cosa es segura: los problemas no pertenecen a la casa, ni a mi esposa, ni a mis hijos. Así que simplemente los cuelgo en el árbol cada noche cuando llego a casa. Luego, a la mañana siguiente, los recojo otra vez. Lo bueno es -concluyó sonriendo- que cuando salgo por la mañana a recogerlos, no hay tantos como los que recuerdo haber colgado la noche anterior».

EL BANCO DEL TIEMPO

Imagínate que existe un banco que cada mañana acredita en tu cuenta la suma de 86.400 dólares. No arrastra tu saldo día a día: cada noche borra todo lo que no usaste durante el día, cualquiera sea la cantidad. ¿Qué harías? ¡Retirar hasta el último centavo, por supuesto!
Cada uno de nosotros tiene ese banco, su nombre es tiempo. Cada mañana, este banco te acredita 86.400 segundos. Cada noche este banco borra y da como perdida toda la cantidad de ese crédito que no hayas invertido en un buen propósito. Este banco no arrastra saldos ni permite transferencias. Cada día te abre una nueva cuenta, cada noche elimina los saldos del día. Si no usas tus depósitos del día, la pérdida es tuya. No se puede dar marcha atrás ni existe el crédito a cuenta del depósito de mañana. Debes vivir el presente con los depósitos de hoy. Invierte de tal manera de conseguir lo mejor. El reloj sigue su marcha. Consigue lo máximo en el día.

Para entender el valor de un año, pregúntale a algún estudiante que perdió el año de estudios. Para entender el valor de un mes, pregúntale a una madre que alumbró a su bebé prematuro. Para entender el valor de una semana, pregúntale al editor de un semanario. Para entender el valor de una hora, pregúntale a los enamorados que esperan a encontrarse. Para entender el valor de un minuto, pregúntale a una persona que perdió el tren. Para entender el valor de un segundo, pregúntale a una persona que con las justas evitó un accidente. Para entender el valor de una centésima de segundo, pregúntale a la persona que ganó una medalla de oro en las olimpíadas.

Atesora cada momento que vivas, y atesóralo más si lo compartiste con alguien
especial, lo suficientemente especial como para dedicarle tu tiempo, y recuerda que el tiempo no espera por nadie. Ayer es historia. Mañana es misterio. Hoy es un don. ¡Por eso es que se le llama el presente!