Estas breves historia nos permiten reflexionar sobre el valor de la vida hoy, y la responsabilidad que todos tenemos para erradicar la miseria y la violencia de la faz de la Tierra. Son pequeñas historias que contribuyen a plantearnos seriamente una vida solidaria: Entendiendo por solidaridad: Compartir hasta lo que uno necesita para vivir
PARÁBOLA DE JOSUÉ DE CASTRO
Pregunté a los hombres:
-¿Qué lleváis envuelto en ese fardo, hermanos?
Y ellos me contestaron:
-«Llevamos un cadáver, hermano».
Así que les pregunté:
– ¿Lo mataron o murió de muerte natural?
-» Lo que preguntas tiene difícil respuesta, hermano. Pero más bien parece haber sido un asesinato».
-¿Y cómo fue el asesinato? ¿acuchillado o con bala, hermanos?, les pregunté.
– No fue un cuchillo ni una bala, ha sido un crimen mucho más perfecto, un crimen que no deja huella alguna.
-Entonces, ¿cómo lo han matado? Pregunté.
Y ellos me respondieron con calma:
– A ESTE HOMBRE LO HA MATADO EL HAMBRE, HERMANO.
Josué de Castro.
MARCOS Y MOSÉS
Marcos nació en una familia de siete hermanos. Su madre tuvo un parto difícil, pero gracias a la ayuda médica nació sin ninguna tara.
Mosés también tiene siete hermanos. Durante el embarazo, su madre tuvo problemas y él nació con un pulmón oprimido que ahora le impide respirar con facilidad.
Mosés nació ayudado por su tía y su abuela, expertas ganaderas.
Marcos disfruta de una alimentación sana y equilibrada. Come verduras, carne, pescado, hierro, fósforo, hidratos de carbono… A Mosés se le cayeron los dientes debido a la desnutrición.
La comida preferida de Marcos es el pollo, y el jamón serrano. Mosés no lo ha probado nunca, pero seguro que le gustaría.
Marcos tiene un abrigo de cuadros para los días de frío. Mosés tiene más suerte, porque en su país casi nunca hace frío y no necesita ropa. Es una suerte doble, porque aunque la necesitara tampoco la tendría.
Marcos sale de su casa para ir a jugar al parque y dar un paseo. Mosés siempre está fuera de casa. Marcos no conoce a su padre y no sabe dónde está.
Marcos tampoco lo conoce, pero sabe que murió en la guerra, aunque no contra quién luchaba.
Marcos no irá nunca al colegio ni aprenderá a leer. Mosés tampoco.
La esperanza de vida de Marcos es de unos 20 años. La de Mosés es mayor, pero él quizá no llegue a cumplir los 20.
Marcos es un setter irlandés. Mosés, un niño africano.
Por Carmen Posadas
LEYENDA CHINA.
Cierto día, un sabio visitó el infierno. Allí, vio a mucha gente sentada en torno a una mesa ricamente servida. Estaba llena de alimentos, a cual más apetitoso y exquisito. Sin embargo, todos los comensales tenían cara de hambrientos y el gesto demacrado: Tenían que comer con palillos; pero no podían, porque eran unos palillos tan largos como un remo. Por eso, por más que estiraban su brazo, nunca conseguían llevarse nada a la boca.
Impresionado, el sabio salió del infierno y subió al cielo. Con gran asombro, vio que también allí había una mesa llena de comensales y con iguales manjares. En este caso, sin embargo, nadie tenía la cara desencajada; todos los presentes lucían un semblante alegre; respiraban salud y bienestar por los cuatro costados. Y es que, allí, en el cielo, cada cual se preocupaba de alimentar con los largos palillos al que tenía enfrente.
COMPARTIR
En una ocasión, por la tarde, un hombre vino a nuestra casa, para contarnos el caso de una familia hindú de ocho hijos. No habían comido desde hacía ya varios días. Nos pedía que hiciéramos algo por ellos. De modo que tomé algo de arroz y me fui a verlos. Vi cómo brillaban los ojos de los niños a causa del hambre. La madre tomó el arroz de mis manos, lo dividió en dos partes y salió. Cuando regresó le pregunté: qué había hecho con una de las dos raciones de arroz. Me respondió: «Ellos también tienen hambre». Sabía que los vecinos de la puerta de al lado, musulmanes, tenían hambre. Quedé más sorprendida de su preocupación por los demás que por la acción en sí misma. En general, cuando sufrimos y cuando nos encontramos en una grave necesidad no pensamos en los demás. Por el contrario, esta mujer maravillosa, débil, pues no había comido desde hacía varios días, había tenido el valor de amar y de dar a los demás, tenía el valor de compartir. Frecuentemente me preguntan cuándo terminará el hambre en el mundo. Yo respondo: Cuando aprendamos a compartir». Cuanto más tenemos, menos damos. Cuanto menos tenemos, más podemos dar.
(Madre Teresa de Calcuta)