Paz y alegría

2454

Acabo de llegar a casa. Los últimos días he estado fuera en un curso de política en el que los análisis ponían en el centro al ser humano, fundamentalmente al ser humano sufriente, a las víctimas de este sistema imperialista que mata de hambre al 80% de la humanidad y que para que nadie hable de Solidaridad se inventa un catastrófico cambio climático.

Acabo de llegar a casa. Los últimos días he estado fuera en un curso de política en el que los análisis ponían en el centro al ser humano, fundamentalmente al ser humano sufriente, a las víctimas de este sistema imperialista que mata de hambre al 80% de la humanidad y que para que nadie hable de Solidaridad se inventa un catastrófico cambio climático.

Escribo estas líneas en caliente, porque no quiero poner palabras frías.

En el curso hablamos de cómo el Imperio del Dinero pone más y más cadenas a los empobrecidos, que con cada ley que promulga (pues ha sometido al poder político) produce más dolor y sufrimiento, que esclaviza y prostituye ya no a los hombres y mujeres, sino también a los niños. Un sistema que mueve cantidades ingentes de dinero a costa de matar a seres humanos, a costa de los mayores genocidios perpetrados en la Historia, a costa de violaciones y esclavitudes sexuales, a costa de alienar a los jóvenes y convertirlos en una marea multitudinaria de alcohólicos desesperanzados… En definitiva, un sistema que aborrecemos, un sistema del que no queremos ser cómplices, un sistema que queremos cambiar todos los que asistimos a ese curso… bueno, no. Todos no. Al menos uno no quería cambiarlo.

El último día pasamos a la acción no-violenta de difundir cultura solidaria por Madrid, porque este mundo sólo tiene remedio desde la solidaridad. Fuimos a la lucha…

Pero antes de esa salida, justo el día antes, hubo alguien que dijo que no participaría porque para él la militancia debía ser “paz y alegría”. Olvidaba este hombre todo lo que habíamos visto en el curso: cómo mientras millones y millones de personas no tienen ni para comer, las grandes fortunas mandan su dinero a paraísos fiscales donde se ahorran el pagar los impuestos que deberían servir al bien común, al desarrollo de todos (y esto con la connivencia de gobiernos que como el español suben los impuestos a los más pobres para paliar la deuda contraída al tratar de “rescatar” a los mismos que tienen su dinero en los susodichos paraísos fiscales). Olvidaba este hombre que los trabajos cada vez son más precarios, ya que al tiempo que aumenta el paro aumenta la esclavitud. ¡400 millones de niños esclavos claman justicia! Pero ¿cuántos hablan de “paz y alegría”? ¿Cuántas veces hemos llamado “paz” a la inmovilidad, y “alegría” al egoísmo de no compadecer al sufriente? ¿Acaso confundimos la paz con la pax romana…?

Olvidaba este hombre que en el curso había un hermano senegalés cuyos derechos son nulos según las leyes españolas y europeas. Los grandes simios tienen más derechos que este hermano senegalés, según nuestros dirigentes políticos. Así lo demuestran los hechos.

El “hombre de paz” no vino a la calle a luchar el último día. No se enteró, por tanto, de que a última hora, cuando nuestro amigo senegalés volvía a casa, le detuvieron sin más ni más. Ocurrió mientras los otros nos preparábamos para salir a la calle, después de comer, a seguir luchando.

Nos hallábamos unos quince reunidos en un local. Entonces, una llamada a un móvil. Todos los demás comentábamos las incidencias de la mañana y veíamos cómo solucionar algunos problemas técnicos para afrontar la tarde. Mientras, reíamos y bromeábamos entre nosotros. Mientras, la camaradería de estar en la lucha florecía en guiños y conversaciones amigables… Mientras…

-¡Han detenido a C***!

Se hizo el silencio. Una gran roca cayó sobre cada alma de los allí presentes. Todas las conversaciones terminaron. C***, nuestro amigo senegalés, había estado comiendo allí, con nosotros, una hora antes. Ahora iba camino del calabozo por el simple hecho de que al poderoso de turno así se le ocurrió que debía ser la ley. No había cometido crimen ninguno, al contrario, había estado colaborando en la lucha por la Justicia (con mayúsculas), por el Bien Común, por crear un mundo más humano. C***, un hombre de los que llamamos honrados… Pero él no tiene derechos y nuestro corazón se vio sacudido por la noticia de su detención. Todos lamentábamos no haber sido precavidos, no haberle llevado en coche, no haber hecho esto o lo otro, haber bajado la guardia… Sabíamos que podía pasar, que el mundo en guerra en que vivimos no para de cobrarse víctimas, pero en un momento lo olvidamos… y bastó ese momento para que un amigo fuera encarcelado por ser, simplemente por ser, por haber nacido en el lugar equivocado.

Me acordé entonces de lo de “paz y alegría” y me enervé. ¡Este mundo no está en paz! ¡Este mundo mata sistemáticamente la alegría de la Humanidad! Vivimos en guerra y no hay un bando neutral. O estás con los oprimidos o estás con los opresores. Basta olvidar eso un segundo y alguien sufre las consecuencias.

¡No hay Paz sin Justicia, ni Alegría sin Esperanza! Esto exige luchar, desde la no-violencia que siempre es lucha, luchar sin descanso.

Se sucedieron las llamadas a abogados y amigos, buscando información sobre cómo actuar, sobre qué podía pasar… Mientras unos llamaban, los otros aguardábamos. Las primeras noticias eran esperanzadoras: Lo más probable parecía ser que le soltarían… pero no dejaba de ser una probabilidad. También podía ocurrir que le llevaran a la cárcel de hacinamiento de inmigrantes (conocida como CIE) que hay en Aluche (¡pobre Aluche, que vergüenza!) y que en uno o dos días lo repatriaran. Al no tener derechos, los procedimientos pueden ser cualesquiera. Ya nos judgarán las generaciones futuras por esto.

Decidida la estrategia de acción para apoyar a nuestro amigo de la forma más eficaz que supimos encontrar, unos cuantos se encargaron de esta tarea y los demás reemprendimos la difusión de cultura solidaria, porque así no sólo colaborábamos con C***, sino con toda la humanidad.

No pudimos quitárnoslo de la cabeza hasta que llegaron las noticias de que le habían soltado… y todavía recordaba yo aquello de la paz y la alegría mal entendidas…

¿Cómo se puede jugar de semejante manera con nuestros hermanos? No lo sé. ¿Cómo nos juzgará la Historia por nuestros actos? Tampoco lo sé. Lo que sí sé es que los CIEs desaparecerán, que las leyes de inmigración desaparecerán, que las fronteras desaparecerán… ¿Cómo lo sé? Pues lo sé porque vamos a luchar por ello. En comunión con los inmigrantes (ellos porque lo necesitan, nosotros por vergüenza) vamos a acabar con todas estas inhumanidades. Y si para ello hay que hacer que el Imperio caiga, se hará. ¡Que nadie lo dude! Quizá no veamos la victoria, pero venceremos. ¡Venceremos! Vamos a luchar sin tregua con ese convencimiento. En esta guerra hay que elegir un bando, algunos ya sabemos cuál. ¿Lo sabes tú?

Envío esto a todos con la intención de que se difunda lo más posible: ¡Vamos a cambiar el mundo y lo vamos a hacer desde la solidaridad! Un día habrá verdadera paz y verdadera alegría. Vamos a caminar hacia ello y tú puedes caminar con nosotros y con los oprimidos del mundo.

Sí. Habrá paz y alegría… pero de las de verdad.