Hong Kong ha sido sometida. La mayor parte de los opositores están en prisión o exiliados. John Lee, que reemplaza a la actual jefa del Ejecutivo Carrie Lam, en julio de 2022, no es otro que el ex jefe de Seguridad que reprimió las manifestaciones. Ya debilitadas, ¿acaso las especificidades de isla la ayudarán a resistir a la voluntad política de Pekín?
Hasta ahora Hong Kong había servido de puerta de entrada a la República Popular China (RPC) en la economía mundial, tanto desde el punto de vista comercial como financiero. Devenida en Región Autónoma Especial (RAE) tras la retrocesión por parte del Reino Unido, el 1° de julio de 1997, la ciudad alberga aún una parte de los capitales de los multimillonarios chinos. Con un Producto Interno Bruto (PIB) por habitante cercano al de Estados Unidos y una esperanza de vida al nacer superior (1), sigue siendo territorio de excepción, con un clima favorable para los negocios y fuertes conexiones internacionales. De hecho, figura en el tercer puesto de los centros financieros mundiales, detrás de Nueva York y Londres.
Desde el comienzo de las reformas de 1979 y la apertura económica, en el centro del modelo de desarrollo chino, los vínculos con Hong Kong se intensificaron. La RPC se apoyó en la creación de Zonas Económicas Especiales (ZEE), que ofrecían condiciones particularmente atractivas para las empresas extranjeras: pocos impuestos o ninguno, bajos derechos de aduana, libre repatriación de las ganancias, etc. No es casualidad que la primera ZEE haya sido instalada en Shenzhen (provincia de Guangdong), en un espacio constituido por pueblos de pescadores, justo al lado de la isla. Sirvió de laboratorio para experimentar esta nueva política, inspirándose en su experiencia y constituyendo una parada para los inversores extranjeros.
Por lo tanto, aun antes de la retrocesión, Hong Kong ya estaba integrada a la estrategia china. Desarrolló progresivamente un comercio de tránsito, por una parte, porque sus empresas transfirieron una parte de su producción a la provincia vecina de Guangdong con el fin de aprovechar el bajo costo de la mano de obra; y, por otra parte, porque su puerto era mucho más moderno y poseía muchas más capacidades de almacenamiento que los puertos chinos de aquella época. Los industriales hongkoneses aportaron así su experiencia a los productores del continente, cuyas exportaciones, al momento de las reformas, estaban gestionadas por sociedades comerciales en el marco de la economía planificada: los vendedores no tenían ningún vínculo con los compradores extranjeros.
Además, desde 1983, la ciudad dispone de una ventaja que ninguna otra ciudad china posee: su régimen de cambio. Este último establece una tasa fija (o peg) entre su moneda, el dólar de Hong Kong (HKD), y el dólar estadounidense. Su total convertibilidad y su anclaje al billete verde garantizan la estabilidad monetaria, refuerzan la confianza de los inversores y mantienen una distancia con Pekín. Este sistema permitió resistir las diferentes crisis financieras y acumular reservas de cambio que representan el 135% del PIB, es decir, uno de los ratios más elevados del mundo (2). Hoy, la RAE detenta la mayor reserva en renminbis (o yuanes), la moneda china, fuera de China continental. Y, al ser el yuan solo parcialmente convertible, ésta la necesita para su integración financiera internacional.
Un salto en la economía digital
No obstante, a medida que el país fue tomando vuelo, Pekín abolió las fronteras y le restó importancia a Hong Kong. Varios programas unieron a la RAE con el sudeste de China, en un intento de integración territorial. Este es claramente el objetivo del proyecto de la “Gran Bahía”, lanzado oficialmente en 2018 alrededor del delta del Río de las Perlas, con el fin de construir una zona muy urbanizada y de alto nivel tecnológico Permitirá acercar nueve ciudades (Shenzhen, Cantón, Dongguan, Foshan, Zhongshan, Zhuhai, Jiangmen, Huizhou y Zhaoqing) y, por supuesto, Hong Kong y Macao.
Para lograrlo, a fines de septiembre de 2018 entró en servicio la línea de tren exprés Cantón-Shenzhen-Hong Kong, a pesar de las objeciones de la oposición hongkonesa. En efecto, el sistema de instalación conjunta de los servicios aduaneros y de inmigración chinos en la estación Kowloon Oeste requirió la cesión a Pekín de una parte del territorio y la presencia de funcionarios continentales, aplicando las leyes del continente –muy diferentes de las de la RAE (3)–. Un mes más tarde se inauguró uno de los puentes más largos del mundo, que une a Zhuhai (Zona Económica Especial de la provincia de Guangdong) con Macao y Hong Kong. Su rentabilidad económica parece discutible, pero su interés político es evidente.
La misma voluntad integradora se reproduce en el ámbito de la economía digital. El proyecto “Datos del Este y cómputo del Oeste” apunta, como su nombre lo indica, a transferir los datos (data) de las regiones orientales de China “más prósperas hacia los centros urbanos más pobres, pero más espaciosos del Oeste para su tratamiento y su almacenamiento” (4) y a crear centros de cómputo. En mayo de 2021, la Comisión Nacional de Desarrollo y Reforma validó la construcción de ocho de estos centros, constituyendo cada uno una red de tratamiento de datos. Uno de ellos cubre la zona de la Gran Bahía, acentuando la integración con la provincia de Guangdong.
Este debilitamiento de las especificidades de la RAE también es el resultado de un fuerte crecimiento de las capacidades de las grandes ciudades chinas. Así, Hong Kong, que en el 2004 ocupaba el primer lugar entre los mayores puertos para contenedores del mundo, cayó al noveno en 2020, detrás de los de Shanghai, Shenzhen, Ningbo-Zhoushan, Cantón, Qingdao y Tianjin (5). También se retrasó en la modernización, ya que solo una de sus nueve terminales está equipada con grúas de pórtico con control remoto, mientras que Qingdao se convirtió en el primer puerto automatizado de Asia (6). Así, el de Hong Kong ya no es indispensable para la RPC.
En varios ámbitos, Shanghai, que se convirtió en la ciudad más conectada del mundo por delante de Londres, supera ahora a Hong Kong
En varios ámbitos, Shanghai, que se convirtió en la ciudad más conectada del mundo por delante de Londres, supera ahora a Hong Kong. Desde que se desarrolló atrajo a los emprendedores que se fueron de China cuando Mao Tse-tung tomó el poder en 1949; volvieron para hacer negocios a partir de comienzos de los años 80. Progresivamente, esta ciudad y luego Shenzhen superaron a su vecina Hong Kong en términos de PIB: en 2021, el de Shanghai alcanzó 569.300 millones de euros, contra 427.000 millones para Shenzhen y 318.500 millones para Hong Kong.
La excepción financiera
Esta competencia se hace sentir en otros sectores, particularmente en las finanzas, punto fuerte de la isla hasta un período reciente. Situándose en el quinto puesto mundial en materia de desarrollo financiero (7), actualmente fue superada por Shanghai (cuarto puesto). En el ámbito de las nuevas tecnologías aplicadas a las finanzas (Fintech), Shanghai y Shenzhen la superan. Este sector es dominado por Alibaba, Baidu y Tencent, tres grandes empresas chinas, cada una de las cuales creó filiales específicas, principalmente para los pagos electrónicos y los préstamos a las empresas y a los particulares. En los años venideros, el peso en las finanzas mundiales de las grandes ciudades chinas debería seguir incrementándose.
La creciente integración le permite a China continental mejorar la calidad de su sector financiero. Más de la mitad de las inversiones extranjeras en el país pasa por Hong Kong, que también se convirtió en el primer lugar de cotización de las empresas continentales. Por cierto, muchas de ellas instalaron allí filiales. Desde 2014, se han desarrollado canales transfronterizos estrechando los vínculos entre los bancos de Hong Kong y los mercados financieros chinos: conexión con la Bolsa de Shanghai, acceso al (…)
Seguir leyendo en la edición escrita de Le Monde Diplomatique