Pierre Claverie, la paz al precio de la vida

1952

ZENIT, 7 de octubre de 1997

El testimonio de monseñor Pierre Claverie, obispo argelino asesinado por el GIA

ROMA, 7 oct (ZENIT).- Era la noche del 1 de agosto de 1996, cuando el obispo de Oran, Pierre Claverie, entraba en su residencia acompañado por su chófer para descansar después de una jornada agotadora. No sabía que los terroristas del GIA le habían estado esperando impacientemente para acabar con su vida con una bomba. Al igual que los otros tres obispos del país, vivía para confirmar en la fe a los cristianos de un país que se sienten atenazados por la violencia del integralismo. Antes que él, 18 religiosos de origen francés y español habían dejado la vida por ese país. Para comprender mejor el mensaje de este hombre, por el que ha tenido que dejar su vida, hemos entrevistado a Justo Lacunza, amigo de monseñor Claverie, y profesor ordinario de islamística en el Pontificio Instituto de estudios árabes en Roma. Este «padre blanco» es considerado hoy día como uno de los grandes especialistas en Occidente sobre el mundo islámico.

Usted conocía muy bien a Pierre Claverie, pero ¿quién era realmente este hombre asesinado de una manera tan violenta?

—Justo Lacunza: Pierre Claverie era un «pied noir»: es decir, su origen era francés, pero había nacido y se había criado en Argelia. Durante su infancia había vivido una educación de separación total en la que la comunidad francesa y la comunidad argelina no se comprendían, vivían en mundos separados. Sólo una vez que se ordenó sacerdote, después de haber seguido sus estudios con los dominicos, comprendió que su misión era la de ser puente entre el mundo cristiano y el mundo musulmán. Desde entonces decidió quedarse para siempre en su país para ser un testigo de frontera del amor. Sabía perfectamente que ello le convertiría en diana del integralismo.

¿Por qué el GIA escogió precisamente a un obispo católico como diana? ¿Por qué precisamente a Claverie?

—Justo Lacunza: Un día antes de su muerte, monseñor Claverie, junto a otros religiosos, se había entrevistado con el ministro de Asuntos Exteriores francés De Charette, que había visitado Argelia. De Charette llegaba procedente de la cumbre sobre el terrorismo internacional de París y su presencia quería ser un signo de apoyo al Gobierno del presidente argelino Zeroual. De Charette, junto a un grupo de religiosos católicos, había ido a Tibhirine, a visitar la tumba de los siete trapenses asesinados el 21 de mayo pasado. La manera más fácil de debilitar al gobierno y aguar la fiesta de aquella visita diplomática era golpear a uno de los representantes de la Iglesia, considerada por los integralistas como intrusa. ¿Por qué escogieron precisamente a monseñor Claverie? Sin duda, porque era el obispo más decidido a la hora de expresar sus propias ideas.

¿Cuáles eran esas ideas que le costaron la vida?

—Justo Lacunza: Por ejemplo, que el problema de Argelia no es una guerra santa, es decir, una guerra de motivaciones religiosas. Pensaba –y yo estoy totalmente de acuerdo con él– que el integralismo es fruto de una profunda desilusión social, de la falta de trabajo, del escaso desarrollo económico. Este país ha experimentado una hecatombe económica y; sin embargo, cuenta con recursos ingentes tanto en pesca, en agricultura, en gas natural, en petróleo. El Frente de Liberación Nacional lo ha llevado a la deriva, lo ha estrangulado económicamente. El único salvavidas que le queda a la gente es el islam, pues es el único elemento que une a todo el pueblo. Para ellos el islam no es una teoría más. Es algo mucho más profundo que atañe a todos y cada uno de los musulmanes. La tabla de salvación de un pueblo es su riqueza cultural, y el aspecto religioso forma parte integrante de ella. Los integralistas no recrudecen sus posiciones para ser más musulmanes. ¡No! Simplemente no les queda nada más. No tienen nada que perder, pues ya lo han perdido todo.

¿Se puede ampliar este análisis al resto de la comunidad islámica?

—Justo Lacunza: «En algunos países de África Oriental la situación es muy semejante. En el momento en que las condiciones humanas, las infraestructuras sociales, la corrupción, se convierten en un sistema ante el que la gente de la calle se siente impotente, el fenómeno religioso fundamentalista salta. No significa que sólo pueda aflorar en estas condiciones, pero de hecho, es así. ¿Por qué el Partido Islámico ha perdido en la últimas elecciones en Malasia? Porque el nivel de vida es alto y las propuestas del Gobierno tienen un sentido.

Pero, ¡atención!. El mal, los roces, y la violencia no sólo están del otro lado del paredón. Los occidentales también llevamos nuestra intolerancia a cuestas. Es algo de lo que yo me he convencido hace más de 30 años, lo he experimentado a fuego.

Occidente cae en dos errores graves. Por una parte queremos establecer todas las relaciones a nivel de dependencia económica. En una reunión preparatoria de la reunión de jefes de Estado de la Comunidad Europea celebrada en Barcelona (1995) señalé que no podemos basar el concepto de Comunidad de naciones y pueblos atendiendo sólo al aspecto económico. Yo no puedo hacer amistad con una persona solo a nivel económico. Es necesario desempolvar los valores auténticos de lo que significa la Comunidad.

Por otra parte, los medios de comunicación han decidido que lo único interesante de la información que procede de los países islámicos son los casos de violencia fundamentalista, para crear un cierto miedo entre la gente. Hay mil aspectos importantes y apasionantes del mundo islámico que desconocemos. No puedo poner una etiqueta de fundamentalista detrás de cada musulmán que veo.

En este sentido, ¿qué papel debería desempeñar el factor religioso en las negociaciones de paz como las que se celebran entre judíos y palestinos?

—Justo Lacunza: Estoy convencido de que el fenómeno religioso es imprescindible en toda conversación de paz, porque sale continuamente a flote. Cuando me encuentro ante expertos financieros o diplomáticos, que quieren la paz en estos países, pero que no tienen ni idea de su cultura, que consideran el fenómeno religioso como algo folclórico, me pregunto cómo piensan ofrecer soluciones. Creen que el mundo religioso es intransigente. Y no es verdad. La fe no hace a los pueblos intransigentes. A mí la fe cristiana me ha hecho mucho más abierto a otras culturas, gracias a ella he dedicado mi vida al estudio y comprensión del mundo islámico. Cuando la fe lleva a una intransigencia, hay que preguntarse si no se trata más bien de un problema de raíces diferentes. En una ocasión participé en Jordania en un seminario sobre los nacionalismos y la religión. El rey Hassán me dijo: «Tenemos que hacer en Jordania lo que vosotros hacéis en Roma en vuestro Instituto Pontificio Islámico. Nosotros lo haremos sobre el cristianismo». Recientemente han venido tres expertos del país para ver cómo pueden comenzar los programas de estudio. Para ellos supuso un descubrimiento el constatar que en Roma algunos cristianos consagran sus energías a estudiar y profundizar en el mundo islámico a un elevado nivel académico».

El cristiano tiene inscrito en su código genético la misión evangelizadora. La Iglesia católica es precisamente eso: católica, universal. ¿Qué significa hoy evangelizar en un país islámico? ¿Abandonará la Iglesia Argelia para salvar la vida de sus últimos hombres que todavía quedan en el país?

—Justo Lacunza: Evangelizar ha significado siempre y en cualquier lugar vivir personalmente y comunitariamente en profundidad la fe cristiana. Sólo sobre esta base se ha dado la evangelización. El problema es que en ocasiones se ha dado más preferencia al «hablar sobre el cristianismo» que al «vivir el cristianismo». Lo que se busca en el mundo de hoy no son personas capaces de articular el dogma cristiano. Si no personas que sean capaces de vivir el cristianismo en su vida, en su profesión, sin alterarse lo más mínimo por el hecho de que los demás correspondan o no correspondan.

En este sentido, Claverie también era muy decidido. Decía que la violencia había «mezclado» la sangre de los católicos y de los musulmanes haciéndoles todavía más hermanos. Por tanto, la Iglesia no puede abandonar el pueblo de Argelia. Los obispos, los sacerdotes y los religiosos de Argelia se quedarán en su lugar. Ciertamente hay algo que está muy claro: el proyecto de los integralistas argelinos es limpiar el país de la presencia cristiana. Antes nunca habían atentado contra la vida de un obispo, y esto es un hecho significativo. Sin embargo, en Argelia, al igual que en muchos otros sitios, el Islam no es sinónimo de integralismo.