Zenit ( 13 de julio de 1998)
La noche del 1 de agosto de 1996, el obispo de Orán, Pierre Claverie, entraba en su residencia acompañado por su chófer para descansar después de una jornada agotadora. No sabía que los terroristas del GIA le habían estado esperando impacientemente para acabar con su vida con una bomba. Antes que él, 18 religiosos franceses y españoles habían dejado allí la vida. Zenit, entrevistó en su momento a Justo Lacunza, amigo de monseñor Claverie, y profesor de estudios árabes en Roma. «Pierre Claverie era un «pied noir», es decir, su origen era francés, pero había nacido y se había criado en Argelia. Cuando se ordenó sacerdote, comprendió que su misión era la de ser puente entre el mundo cristiano y el mundo musulmán. Desde entonces decidió quedarse para siempre en Argelia para ser un testigo de frontera del amor. Sabía perfectamente que ello le convertiría en diana del integrismo».
¿Por qué elegir precisamente a alguien que amaba Argelia y había decidido quedarse? Justo Lacunza opina que su condición de obispo católico y sus decididas negociaciones a favor de la paz, le hicieron un blanco de la intolerancia fundamentalista: «Un día antes de su muerte, junto a otros religiosos, se había entrevistado con el ministro de Asuntos Exteriores francés De Charette, que había visitado Argelia. Su presencia quería ser un signo de apoyo al Gobierno del presidente Zeroual. Había ido a Tibhirine, a visitar la tumba de los siete trapenses asesinados el 21 de mayo anterior. La manera más fácil de debilitar al gobierno era golpear a uno de los representantes de la Iglesia, considerada por los integristas como intrusa.
Le escogieron porque era el obispo más decidido a la hora de expresar sus propias ideas».
Cuando, posteriormente, algunos cómplices del asesinato de Pierre Claverie fueron condenados a muerte por el tribunal de Orán –los tres autores materiales, según las autoridades argelinas, murieron en un enfrentamiento con la policía–, la Iglesia pidió el perdón para los siete sentenciados. «La Iglesia no quiere que estas siete condenas a muerte sean ejecutadas», dijo monseñor Teissier, arzobispo de Argel.
Los condenados eran habitantes de un barrio pobre de Orán, llamado Petit Lac. En declaraciones a la agencia de la Santa Sede, «Fides», monseñor Tessier imploró la gracia para los condenados a muerte y añadió que Claverie, «su familia y sus amigos han ofrecido el perdón».
EL AMOR QUE PERMANECE, RESPUESTA CRISTIANA
El amor como respuesta de vida al asesinato y a la violencia. Esta era la máxima también de los siete trapenses del monasterio de Atlas (Argelia), asesinados por un comando integrista del Grupo Islámico Armado (GIA) unos meses antes. El padre Jean-Pierre Schumacher, uno de los religiosos que por milagro escapó de la masacre explicaba entonces el sentido, no siempre bien comprendido en todo el mundo católico, de permanecer a pesar del peligro, en tierra argelina: «El sentido de nuestra presencia es tratar de llevar a cabo un testimonio cristiano en medio de los musulmanes poniéndonos sobre todo a la escucha de lo que el Espíritu Santo realiza en el corazón de nuestros vecinos, acogiéndoles y tratando de vivir una experiencia con ellos, sin proselitismo. Aunque claramente nuestra fe es en Jesucristo, sabemos que no hay más que un Dios, el Dios viviente. Y juntos podemos dirigirnos a Él».