Grupos como la patronal europea (UNICE) y la European Round Table, un grupo de industriales que en los ochenta casi dictaba el programa de trabajo a la CE, siguen gozando de gran influencia; representa a 45 grandes corporaciones europeas y es en parte responsable de la actual tendencia liberalista en la UE. Los grupos de presión marcarán la agenda de las instituciones comunitarias de cara a la próxima entrada de los países del Este. Las próximas elecciones europeas de junio y el cambio de la Comisión en octubre marcarán la agenda de Bruselas en los próximos meses. Los grupos de interés que rodean las instituciones comunitarias se preparan para el cambio y toman posiciones para mantener sus esferas de influencia. La Comisión y el Parlamento suelen ir en busca de los lobbystas para elaborar sus leyes. Daniel Guéguen: «Igual que el acusado tiene derecho a un abogado, la empresa tiene derecho al lobby»
Por B. Navarro / P.Sandri – 28/03/2004
Fuente: La Vanguardia
«Estábamos acostumbrados a hacernos regalos entre nosotros. Ahora todo va a cambiar. Primero las elecciones europeas van a alterar los equilibrios políticos y luego va a haber la ampliación, cuya puesta en marcha puede ser caótica.» Son palabras de Jean Léopold Schuybroek, de Interel Proi, la mayor consultora de lobby de Bélgica, sobre la actual situación que viven los distintos grupos de presión que operan en la capital económica europea.
En efecto, por chocante que parezca, los grupos de presión (lobbies) y las instituciones comunitarias funcionan en Bruselas como un matrimonio de conveniencia que a nadie ruboriza. Los tres órganos implicados en la toma de decisiones en la Unión Europea (Comisión, Consejo y Parlamento) son blanco diario de los 2.500 lobbies acreditados en Bruselas -ocupan algunas 11.000 personas-, que representan intereses de los sectores más dispares: el medio ambiente, la industria química, los derechos de los animales, la patronal, las mujeres, los peluqueros, los sindicatos, los agricultores, los fabricantes de coches, la hostelería, los cristianos o Catalunya, a través del Patronat Català Pro Europa.
Al menos una vez al mes, en Estrasburgo, en ocasión de la reunión del Parlamento europeo cientos de lobbistas se juntan para aprovechar la intimidad de la ciudad alsaciana y rematar sus estrategias de presión redactando enmiendas de última hora en los lugares más insólitos. La presión llega a su climax en el momento de las votaciones en el pleno. Un campo de cultivo fácil, critican algunos, al tiempo que incontrolable.
Pero las connotaciones negativas de la palabra lobby en algunos países quedan superadas por el día a día de la actividad en Bruselas, un enclave donde el juego político es muy diferente al que se da a nivel nacional. «Igual que todo acusado tiene derecho a un buen abogado, toda empresa tiene derecho al mejor lobby», defiende Daniel Guéguen, presidente de la consultora CLAN, especializada en asuntos europeos desde hace 30 años. Tradicionalmente, los sectores más interesados en el lobby comunitario han sido los más sensibles a la regulación, como energía y telecomunicaciones. Pero, según fuentes consultadas, en los últimos tiempos se han disparado las actividades de lobby en la alimentación y el consumo, sobre todo tras el caso de las «vacas locas».
En cuanto a las empresas españolas, su acción de lobby ha sido hasta ahora modesta, aseguran desde la representanción española de Proi. «Las firmas españolas utilizan canales tradicionales de influencias, como las presiones en los funcionarios de la UE. En cambio, las empresas anglosajonas suelen montar plataformas con distintos agentes muy influyentes (que van desde profesores,clientes, sindicatos) que defienden el mismo interés y son más efectivos», puntualiza Schuybroek. «Si quieres ser eficaz, debes hablar con todo el mundo, no sólo con los grupos políticos que de entrada van a entender mejor tus posiciones» confirma Bernd Halling, lobbista del sector de la biotecnología.
La simbiosis lobbies/instituciones aspira a buscar beneficiosos para todas las partes aunque cada país miembro intenta llevar el agua a su molino. España también se juega cada día sus cartas. «Hasta ahora los españoles lo han hecho bien, sobre todo a nivel regional. Pero lo más hábiles han sido los irlandeses, que han sabido exprimir el maná de los fondos europeos. En los próximos meses, con la amplicación al Este se librará una batalla para hacerse con los fondos estructurales», asegura Schuybroek.
Por lo general, cada país tiene sus esferas de influencia. Por ejemplo, el lobby de Francia es muy potente en la agricultura. «Aún así, aquí no se puede hablar de ganadores y perdedores claros, sino de negociaciones, apoyos y términos medios», asegura Paul Adamson, uno de los consultores más influyentes y veteranos de la capital comunitaria.
De esta manera, la acción de los lobby acaba siendo complementaria a la actividad legislativa de la UE. «Cada empresa, cada ONG, tiene su interés específico, pero éstos no son necesariamente opuestos al interés general. El contrapoder de los lobbies es necesario». Desde la Comisión Europea se comparten estas explicaciones. «Nosotros tenemos que arbitrar entre todos los grupos que acuden con sus intereses. La decisión final surge de todas esas presiones, a veces contradictorias», explica Arancha González, portavoz de Comercio de la Comisión.
Y es que no se trata sólo del lobby «del gran capital». El término engloba a todo tipo de asociaciones profesionales, ONGs, representaciones regionales, etc. Y allí donde hay un lobby, surge un contra lobby. «Es inevitable que alrededor de cualquier fuente de poder surjan grupos de presión para defender sus intereses de manera más o menos organizada», explica González.
Las peculiaridades de las instituciones de la UE, plurinacionales y con distintos intereses, abren muchos frentes de acción. «En los procesos legislativos, la CE se apoya mucho en nosotros», admite Paloma Agrasot, una profesional activa desde hace dos décadas en los grupos defensores del medio ambiente. Tanto, que se habla de artículos de directivas europeas que coinciden letra por letra con las posiciones del lobby de turno.
Las acciones de las ONGs son señalados por distintas fuentes como el lobby más eficaz actualmente. «Saben hacer llegar bien su mensaje y dominan las relaciones con la prensa, algo en lo que la industria suele fallar», considera Halling. ¿Hasta qué punto influyen en la agenda de los instituciones? Grupos como la patronal europea (UNICE) y la European Round Table, un grupo de industriales que en los ochenta casi dictaba el programa de trabajo a la CE, siguen gozando de gran influencia; representa a 45 grandes corporaciones europeas y es en parte responsable de la actual tendencia liberalista en la UE.
Desde esos opacos inicios, la relación con los lobbies se ha institucionalizado. «Por mucho personal y presupuesto que tenga la CE, funcionan como administradores y no entran mucho en los contenidos, por eso les viene bien que haya grupos dándoles ideas o abriéndoles los ojos» sobre el impacto de las medidas que preparan», explica Agrasot.
En un estudio de la consultora estadounidense Burson-Marsteller sobre la eficacia de los grupos de presión ante la CE, la mayoría de los entrevistados -miembros de gabinetes de comisarios y funcionarios de todas las nacionalidades- agradecía esta labor. «Dan buena información que permite evaluar el impacto de las ideas de la CE», «ofrecen información práctica del otro lado del espectro y de cómo funcionan las cosas en realidad» fueron algunas de las respuestas.
Aún así, la acción de los lobbies es objeto de críticas. Hay reproches a sus maneras y técnicas, como la de grupos menos organizados que presionan colapsando el correo electrónico. Pero sobre todo, su actividad, a diferencia de los EE.UU. no ha sabido traducirse, a nivel europeo, en más eficencia y crecimiento económico. Por ejemplo, un reciente estudio del instituto HWWA y Avenir Suisse sobre Alemania indica que el poder de los grupos de presión impide el proceso de reformas económicas en Alemania. «Sindicatos, lobby y funcionarios han utilizado a ultranza su poder de bloqueo», afirma el informe.