POLANCO, UN AÑO DESPUÉS

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Está ya en el centro de la plaza. Solo y sin peligro. El saloon del PP, cerrado. El pueblo, desierto. Todos tras las ventanas. Dueño absoluto de la situación. Es ya Billy el niño. Polanco the kid…

POLANCO, UN AÑO DESPUÉS

Por Luis María Ansón
La Razón
15/03/05,

Está ya en el centro de la plaza. Solo y sin peligro. El saloon del PP, cerrado. El pueblo, desierto. Todos tras las ventanas. Dueño absoluto de la situación. Es ya Billy el niño. Polanco the kid.

Refulgen los proyectiles en sus cananas. Al cinto, a la derecha, el revólver de El País; a la izquierda, el de la Ser. Está dispuesto a desenfundarlos más rápido que nadie. Lo hizo el año pasado. Se lió a tiros mediáticos tras el atentado al tren. Les ganó a todos. No tiene rival. Sólo le falta el Winchester de la televisión en abierto. Es la factura por los servicios prestados. Se la van a pagar en unas semanas. Al desenfunda tu revólver, forastero, seguirá la caza a distancia. Con el Winchester a la grupa del caballo, dominado el pueblo, el triunfador galopará hacia Europa.

Cabeceras míticas del periodismo europeo ya están bajo el punto de mira de Polanco. Tras la conquista del Oeste iberoamericano, ha llegado la hora de la gran cacería europea. Polanco tiene España a sus pies. Se ha engullido a los grandes de otros tiempos: los Godó, los Luca de Tena, los Ibarra. Ninguno ha sido capaz de medirse con él. Sólo Pedro J. sabe lo que hay que hacer para plantarle cara.




¿SE VA ANSON CON PEDRO J.?

Por Las pesquisas de Marcelo
Estrella Digital
16/03/05,

No daba crédito Marcello a lo que leían sus ojos redondos color caramelo en la mañana de ayer. Se acordó de los tan socorridos, en esta profesión, versos de Francisco de Quevedo –«no he de callar por más que con el dedo amenaces o anuncies miedo…»– y concluyó: a punto estamos ya de presenciar una nueva conspiración republicana, felipista, judeomasónica y postaznarista. ¿Por qué? Sigan con atención este relato y lo entenderán.

Ayer, Luis María Anson, presidente fundador del diario La Razón, concluía así su recuadro «Canela Fina» en el citado periódico: «Polanco tiene España a sus pies. Se ha engullido a los grandes de otros tiempos: los Godó, los Luca de Tena, los Ibarra. Ninguno ha sido capaz de medirse con él. Sólo Pedro J. sabe lo que hay que hacer para plantarle cara».

Ahí queda eso. El fundador de La Razón no ve empaque suficiente en su director, José Antonio Vera; en su presidente y «carcelero», Mauricio Casals, ni en su editor, Manuel Lara, para darle la réplica a Polanco y El País, y pone por las nubes al director de El Mundo, Pedro J. Ramírez, a quien convierte en su paladín en las justas de la batalla mediática y con quien Anson pactó en su día el traslado de El Cultural, suplemento de arte y libros, con la santa Blanca Berasategui incluida.

Y esto ocurre a los pocos días de que la joven promesa del costumbrismo loco —con pretensiones de Walter Lipman— David Gistau se fuera de La Razón a El Mundo como nuevo columnista estrella, o cabeza de puente del posible desembarco de Anson en el diario de Pedro J.

El que de esa manera se convertiría en el buque insignia del centro derecha español, en menoscabo de ABC y de La Razón, de la misma manera que El País es el buque insignia del centro izquierda y el buque escuela de Zapatero.

Si a todo esto añadimos la próxima aparición en la tarde de Madrid del periódico gratuito Ahora, que con sumo cuidado prepara Joaquín Vila —periodista y editor de trayectoria próxima a los Ansones—, veremos que la venganza catalana de Luis María puede ser perfecta, en respuesta al mal trato recibido de Lara después de la proeza, costosa pero proeza, de poner en pie un nuevo diario nacional y como consecuencia de las presiones que el editor catalán recibe al unísono y en estéreo de los gobiernos de Zapatero y Maragall, con Carod de por medio escondido en la cajita del reloj.

Corren malos tiempos para la lírica y para la épica. Y Pedro J., cada día más convencido de que Bono le puede regalar un tanque pero no un canal de televisión analógico, empieza a pensar en una guerra abierta con Zapatero, y para ello ha de erigirse en almirante de la flota del Atlántico, la que quedó fotografiada en aquella poco elegante conspiración de los editores contra el Gobierno de Zapatero —»el consorcio del crimen», que diría Pradera—, y en la que Xosé Bergaretxe hacía el papel de James Cagney, el pequeño con cara de malo, súcubo de Polanco desde el pacto de los editores pro felipistas y a quien el diario El País le tiró recientemente de las orejas quitándole el título de «editor serio» por haber caído en la trampa del fotomatón empresarial —la AEPI de la patronal— que había organizado y anunciado Pedro J. en su sábana santa del domingo anterior.

Marcello no sabe bien cómo se está preparando el salto de Anson, si ya está hecho, si Luis María esta haciendo señales de humo desde su campamento indio o si están en negociación. Pero algo pasa, eppur si muove, que decía el culto Pedro J. en su última catilinaria.

En todo caso, de confirmarse este galáctico fichaje de El Mundo, a Anson habría que hacerle un sitio y un sitial en el rotativo de Pedro José (como le llamaba maliciosamente Luis María). Editor de El Cultural y columnista diario en la dos, una vez reformado el diseño de esa página que no gusta a los otros articulistas, no se sabe bien por qué.

Marcello, como Pedro J. está muy atareado con lo de Veo TV, ya tiene preparado un nuevo diseño: se calza la tira de Gallego y Rey con la caja de cerillas del Guti Erasmo, se amplía el ancho de columna de la entrada, se pasan las caras de la noticia al faldón —los columnistas odian los faldones— y se coloca la «Canela Fina», que pasaría a llamarse «Canela en Rama», al centro de la dos.

Mientras tanto Agatha quedaría encargada de organizar una cena en el penthouse de Castellana con Pedro J., Luis María y el pequeño de los Matamoros, Federico Jiménez Losantos, que tiene una guerra pendiente con Anson, por culpa de Pedro Laín, en pos de la paz romana.

Y todo ello con Paco Umbral (que ha vuelto a su infancia de la derecha patriotera y nacional vallisoletana) como testigo de cargo de tan sabrosa operación, sesteando sobre el plato y con un súbito despertar a lo Max Estrella en el que de pronto y a gritos, por causa de la sordera, le dice a la anfitriona: «Agatha, llama a unas modistas para que nos bailen algo».

En fin, ojo al Cristo, que es de plata. Y atención a lo que pase en el diario La Razón, periódico en el que José María Aznar tiene puestos los ojos a través de los think tank del Partido Republicano de George Bush.

Marcello, que es nervioso e inquieto de por sí, lleva todo el día de aquí para allá reflexionando sobre el último golpe de mano de Anson. Quiere tener atados todos los cabos y piensa que detrás de todo esto hay otra operación de mayor calado que inquieta a Pedro J., y a la que juega el Gobierno de Zapatero con aviesa intención.

La que tiene que ver con las nuevas licencias de TV: la fusión forzada de VEO con NET. Aunque ése es otro capítulo del que muy pronto daremos cumplida información.