La decisión del Gobierno español de elevar una valla de separación entre Ceuta y Melilla y Marruecos, como medio para impedir asaltos de emigrantes, daría risa a Buñuel y podría ser un tema de película para Passolini, dado lo surrealista e innoble de la medida.
Por Augusto Zamora R.
Surrealista, porque unos cuantos centenares de metros más de alambres y tubos no detendrán la marea de africanos que el hambre trae a los lindes de Europa. Innoble, porque será el último de los monumentos que el racismo y la mezquindad europeos eleven en tierras africanas. También una nueva expresión de estolidez, pues recluidos en su voluntaria ceguera rehúsan ver la realidad y aprender de la experiencia de Estados Unidos.
Hay, en ese país, una larguísima muralla de 150 kilómetros, dotada de sensores de calor, videocámaras, rayos láser y sistemas de alarma controlados desde satélites, para impedir que los emigrantes latinoamericanos alcancen el sueño americano. La medida logró disminuir radicalmente el paso por esos 150 kilómetros, pero no por los otros 2.900 kilómetros de frontera.
La muralla tuvo un efecto colateral: elevar el número de víctimas entre los que intentaban cruzar a EEUU. En el año 2000, la cifra de emigrantes muertos fue de 383. Hasta agosto de 2005, la cifra ascendía a 415 muertos. La causa era simple. Mafias y desesperación han abierto nuevas rutas por lugares más inhóspitos del desierto, donde morían de hambre y sed, tras ser abandonados por sus guías o simplemente extraviarse.
Varias ONG, entre ellas Rescate, Coalición de los Derechos Humanos de Arizona y Human Borders, creen que las cifras de víctimas son mayores y que sólo mexicanos han muerto alrededor de un millar, según un informe presentado en mayo pasado.
Un portavoz de las ONG afirmó que el mayor número de muertes se produce en las fronteras de Arizona y Tejas por mordeduras de serpientes, accidentes, hambre, frío y deshidratación. No obstante la mortandad, cada año 2 millones de mexicanos cruzan la frontera y 500.000 se quedan.
Ante el fracaso de muros y patrullas, en el Estado de Arizona han surgido patrullas fronterizas de voluntarios blancos, dispuestos a presentar batalla a los desamparados emigrantes hispanos. La gobernadora ha desoído las protestas de México y dejado la frontera en manos de pistoleros y de los nuevos cazadores de indios. Pese a todo, la marea hispana sigue incontenible, cambiando para siempre el rostro y la lengua de EEUU.
Lo mismo ocurrirá en Europa. Empujados por el hambre y la desesperanza, millones de seres humanos seguirán fluyendo por las nuevas rutas que serán abiertas cada vez que las policías cierren otras, sin más efecto que aumentar el número de víctimas mortales. Y a mayores dificultades, más mafias y precios más altos para pagar por el traslado.
1.400 millones de personas viven con menos de dos dólares al día. El 60% de la Humanidad pasa hambre o sufre calamidades. Más de cinco millones de personas mueren de sida al año. Los países del Norte, por cada dólar que invierten en Africa, extraen 9. Hay 400 millones de niños esclavos… ¿Piensa alguien seriamente que unos metros más de alambres y tubos detendrá el tsunami humano provocado por un orden económico inmoral e injusto?
La solución no son vallas, policías y perros. Es cambiar drásticamente las reglas del juego económico mundial. Distribuir la riqueza, promover la justicia social y hacer valer los derechos económicos, sociales y culturales entre los pobres del mundo. Lo demás es engaño. Querer curar los cánceres con aspirinas. Pretender ponerle vallas al hambre.